Sergio Pitol, incansable viajero y observador de todos los fenómenos que hacen y (des)hacen a la Literatura, traductor y asesor editorial, poeta, sibarita de la cultura mexicana y universal es, además, uno de los más importantes escritores vivos de México y uno de los más finos prosistas de las letras españolas. Camuflada en su monumental libro Trilogía de la Memoria que, escriben los que saben, es su mejor obra y que oficia como una colección de sus pensamientos, sus fobias y sus gustos, se encuentra una demoledora definición del oficio de escribir novelas. Ese oficio que algunos llevan con orgullo y otros con verguenza.
"Un novelista es alguien que oye voces a través de las voces. Se mete en la cama y de pronto esas voces lo obligan a levantarse, a buscar una hoja de papel y escribir tres o cuatro líneas, o tan sólo un par de adjetivos o el nombre de una planta. Esas caracterísitcas, y unas cuantas más, hacen que su vida mantenga una notable semejanza con la de los dementes, lo que para nada lo angustia; agradece, por el contrario, a las musas el haberle trasmitido esas voces sin las cuales se sentiría perdido. Con ellas va trazando el mapa de su vida. Sabe que cuando ya no pueda hacerlo le llegará la muerte, no la definitiva sino la muerte en vida, el silencio, la hibernación, la parálisis, lo que es infinitamente peor".
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