El pasado martes 22, dentro del ciclo Vení a ver Uruguay, organizado por el Ministerio de Educación y Cultura, se dieron cita en el Centro Cultural de España cuatro escritores oriundos de diversas ciudades del interior del Uruguay. Bajo la moderación del periodista Jaime Clara, los autores Leonardo Cabrera, Celestina Andrade de Ramos, Guillermo Degiovanangelo y Mario Delgado Aparaín trataron diversos temas pero, de forma central, todos se detuvieron en la confrontación Montevideo-Interior y lo que significa escribir (vivir, pensar) desde una suerte de impostada periferia.
En un momento de la charla, la escritora Celestina Andrade de Ramos hizo referencia a los límites geográficos entre los que su obra se ha desarrollado – el departamento de Durazno -, reflejando una realidad que viven y sienten muchos escritores a lo largo y ancho del interior del país, esto es, la limitación espacial a la que deben someterse por una serie de elementos extraliterarios. Al referir la realidad literaria de Montevideo y su difusa contrapartida en el interior (ausencia de librerías, escasa presencia editorial), los cuatro autores coincidieron en señalar la importancia logística de la capital del país como centro neurálgico que otorga difusión, conocimiento y eventual reconocimiento. Esa coincidencia a la que llegaron Cabrera, Andrade de Ramos, Degiovanangelo y Delgado Aparaín no fue, precisamente, un canto de alabanza al poder que otorga “conquistar Montevideo” sino la triste constatación de una dicotomía que separa y resta en vez de sumar.
El poeta canario Guillermo Degiovanangelo – auténtico betseller en su ciudad natal al agotar copiosas ediciones de varios de sus libros – se detuvo específicamente en ciertos aspectos que hacen a la conformación geográfica del país y que suelen actuar como notorios impedimentos de la difusión cultural. El departamento de Canelones constituye en sí mismo una limitación de orden físico ya que para trasladarse de un punto al otro, el viajero, en ocasiones, debe llegarse hasta Montevideo para, desde allí, alcanzar su destino original. Es en ese contexto en que se vuelven fundamentales todas las iniciativas llevadas a cabo por diversos organismos – públicos y privados – que se han propuesto acortar las distancias y hacer llegar a los rincones más alejados del país, eventos culturales de variado tipo.
Cuando Mario Delgado Aparaín cuestionó la propia noción de “interior” en confrontación directa con Montevideo, derivó al ejemplo concreto de su obra. El escritor nacido en Florida, pero radicado desde hace muchos años en Montevideo, llamó a no ahogarse en la contemplación pasiva de esa realidad y refirió al azar como un motor vital de difusión literaria. Si bien no es el azar, precisamente, el que funda librerías, moviliza editoriales y organiza eventos culturales, Delgado Aparaín reconoció en la lógica que enfrenta al interior con Montevideo, los peligros que trae consigo el hecho de querer adaptarse a la dinámica que exige el mercado. En ese punto, Delgado Aparaín hizo una cerrada defensa de los principios que deben sustentar la labor de todo escritor (y por extensión, de todo artista) a la hora de escribir sobre lo que siente (“lo que se le canta”) y no por las leyes que rigen las listas de los libros más vendidos.
Hermanado con esa visión de Delgado Aparaín, el escritor maragato Leonardo Cabrera apeló a buscar públicos “dónde los haya” y refirió su temprana aventura editorial al fundar, durante su etapa liceal, una revista de cuentos que alcanzó a superar la veintena de números. Cabrera, autor de la colección de relatos Mecanismos sensibles, que fuera premiado en su momento por la Fundación Lolita Rubial, hizo referencia a una suerte de “generación” (las comillas son mías) de jóvenes autores del interior, casualmente, que poco a poco, ha ido copando espacios dentro del mapa de la literatura uruguaya (Damián González Bertolino, Pedro Peña, Valentín Trujillo).
El encuentro de escritores propiciado por el MEC sirvió, entre otras cosas, para reforzar la evidencia de una realidad literaria compleja, pautada por una serie de elementos que exceden a sus propios terrenos. La ecuación Escritura + Reconocimiento + Éxito Editorial es imposible de resolver, al margen de las condiciones que se desarrollen y, mucho menos, mientras existan limitaciones físicas como la poca presencia de escritores nacionales en las vidrieras de librerías pautadas, al decir de Degiovanangelo, por los títulos y autores que fijan los trust multinacionales.
Cuando la noche ya se había apoderado de la Muy Fiel y Conquistadora y una lluvia punzante se desplazaba desde la costa sobre los edificios de la Ciudad Vieja, Leonardo Cabrera pidió un poco de clemencia para la orbe colonial que, lejanamente dolida, comenzaba a sentirla temblar bajo de sus pies.
En un momento de la charla, la escritora Celestina Andrade de Ramos hizo referencia a los límites geográficos entre los que su obra se ha desarrollado – el departamento de Durazno -, reflejando una realidad que viven y sienten muchos escritores a lo largo y ancho del interior del país, esto es, la limitación espacial a la que deben someterse por una serie de elementos extraliterarios. Al referir la realidad literaria de Montevideo y su difusa contrapartida en el interior (ausencia de librerías, escasa presencia editorial), los cuatro autores coincidieron en señalar la importancia logística de la capital del país como centro neurálgico que otorga difusión, conocimiento y eventual reconocimiento. Esa coincidencia a la que llegaron Cabrera, Andrade de Ramos, Degiovanangelo y Delgado Aparaín no fue, precisamente, un canto de alabanza al poder que otorga “conquistar Montevideo” sino la triste constatación de una dicotomía que separa y resta en vez de sumar.
El poeta canario Guillermo Degiovanangelo – auténtico betseller en su ciudad natal al agotar copiosas ediciones de varios de sus libros – se detuvo específicamente en ciertos aspectos que hacen a la conformación geográfica del país y que suelen actuar como notorios impedimentos de la difusión cultural. El departamento de Canelones constituye en sí mismo una limitación de orden físico ya que para trasladarse de un punto al otro, el viajero, en ocasiones, debe llegarse hasta Montevideo para, desde allí, alcanzar su destino original. Es en ese contexto en que se vuelven fundamentales todas las iniciativas llevadas a cabo por diversos organismos – públicos y privados – que se han propuesto acortar las distancias y hacer llegar a los rincones más alejados del país, eventos culturales de variado tipo.
Cuando Mario Delgado Aparaín cuestionó la propia noción de “interior” en confrontación directa con Montevideo, derivó al ejemplo concreto de su obra. El escritor nacido en Florida, pero radicado desde hace muchos años en Montevideo, llamó a no ahogarse en la contemplación pasiva de esa realidad y refirió al azar como un motor vital de difusión literaria. Si bien no es el azar, precisamente, el que funda librerías, moviliza editoriales y organiza eventos culturales, Delgado Aparaín reconoció en la lógica que enfrenta al interior con Montevideo, los peligros que trae consigo el hecho de querer adaptarse a la dinámica que exige el mercado. En ese punto, Delgado Aparaín hizo una cerrada defensa de los principios que deben sustentar la labor de todo escritor (y por extensión, de todo artista) a la hora de escribir sobre lo que siente (“lo que se le canta”) y no por las leyes que rigen las listas de los libros más vendidos.
Hermanado con esa visión de Delgado Aparaín, el escritor maragato Leonardo Cabrera apeló a buscar públicos “dónde los haya” y refirió su temprana aventura editorial al fundar, durante su etapa liceal, una revista de cuentos que alcanzó a superar la veintena de números. Cabrera, autor de la colección de relatos Mecanismos sensibles, que fuera premiado en su momento por la Fundación Lolita Rubial, hizo referencia a una suerte de “generación” (las comillas son mías) de jóvenes autores del interior, casualmente, que poco a poco, ha ido copando espacios dentro del mapa de la literatura uruguaya (Damián González Bertolino, Pedro Peña, Valentín Trujillo).
El encuentro de escritores propiciado por el MEC sirvió, entre otras cosas, para reforzar la evidencia de una realidad literaria compleja, pautada por una serie de elementos que exceden a sus propios terrenos. La ecuación Escritura + Reconocimiento + Éxito Editorial es imposible de resolver, al margen de las condiciones que se desarrollen y, mucho menos, mientras existan limitaciones físicas como la poca presencia de escritores nacionales en las vidrieras de librerías pautadas, al decir de Degiovanangelo, por los títulos y autores que fijan los trust multinacionales.
Cuando la noche ya se había apoderado de la Muy Fiel y Conquistadora y una lluvia punzante se desplazaba desde la costa sobre los edificios de la Ciudad Vieja, Leonardo Cabrera pidió un poco de clemencia para la orbe colonial que, lejanamente dolida, comenzaba a sentirla temblar bajo de sus pies.
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(*) - Publicado originalmente en La ONDA Digital, Nº 455 (29/09/2009).