"Jamás he obtenido el menor placer de mis piernas. De hecho tengo graves objeciones en contra de la condición bípeda. Cuanto más gordo y más sabio me volvía, más abominaba de la tarea de vérmelas con la largura de calzoncillos, pantalones y pantalón de pijama. Si hubiera sido capaz de soportar el hedor y la pegajosidad de mi cuerpo, habría dormido con toda la ropa puesta, y tendría criados-preferiblemente con cierta experiencia en el adecentamiento indumentario de cadáveres- que me cambiarían, pongamos, una vez a la semana."
"He vuelto a verte, Aurora Lee, a quien, con un deseo sin esperanza, perseguí de jovencito en los bailes de instituto, y a quien he acorralado ahora, cincuenta años más tarde, en una terraza de mi sueño. Tu mohín pintado y tu mirada fría eran, ahora que lo pienso, muy parecidos a los labios y ojos oficiales de Flora, mi díscola esposa, y tu vaporoso vestido de seda negra bien podría haber salido de su guardarropa reciente. Te diste la vuelta, pero no pudiste escapar, atrapada como estabas entre las apretadas columnas de luz de luna, y te levanté el dobladillo del vestido -algo que jamás había hecho en el pasado- y te acaricié, amasé, pellizqué con suavidad suma las nalgas blancas y abultadas..."
"Mojé un último petit-beurre en el té, tragué la dulce masa y me puse resueltamente a trabajar en mi carne mísera."
"El 'yo' del libro es un hombre de letras neurótico e indeciso que destruye a su amante en el acto mismo de retratarla. Desde el punto de vista estático -si cabe expresarlo así-, el retrato es fidedigno. Detalles tales como la argucia de abrir la boca cuando se seca las ingles con la toalla, o de cerrar los ojos cuando huele una rosa sin fragrancia son absolutamente fieles al original."
"Todo en ella se halla condenado a seguir borroso, incluso su nombre, que parece creado expresamente para que algún artista increíblemente afortunado se inspire en él para acuñar otro diferente."
"He vuelto a verte, Aurora Lee, a quien, con un deseo sin esperanza, perseguí de jovencito en los bailes de instituto, y a quien he acorralado ahora, cincuenta años más tarde, en una terraza de mi sueño. Tu mohín pintado y tu mirada fría eran, ahora que lo pienso, muy parecidos a los labios y ojos oficiales de Flora, mi díscola esposa, y tu vaporoso vestido de seda negra bien podría haber salido de su guardarropa reciente. Te diste la vuelta, pero no pudiste escapar, atrapada como estabas entre las apretadas columnas de luz de luna, y te levanté el dobladillo del vestido -algo que jamás había hecho en el pasado- y te acaricié, amasé, pellizqué con suavidad suma las nalgas blancas y abultadas..."
"Mojé un último petit-beurre en el té, tragué la dulce masa y me puse resueltamente a trabajar en mi carne mísera."
"El 'yo' del libro es un hombre de letras neurótico e indeciso que destruye a su amante en el acto mismo de retratarla. Desde el punto de vista estático -si cabe expresarlo así-, el retrato es fidedigno. Detalles tales como la argucia de abrir la boca cuando se seca las ingles con la toalla, o de cerrar los ojos cuando huele una rosa sin fragrancia son absolutamente fieles al original."
"Todo en ella se halla condenado a seguir borroso, incluso su nombre, que parece creado expresamente para que algún artista increíblemente afortunado se inspire en él para acuñar otro diferente."
De El original de Laura (Morir es divertido) (The original of Laura), novela póstuma de Vladimir Nabokov, en traducción de Jesús Zulaika.