tag:blogger.com,1999:blog-91581294934998496702024-03-04T20:10:17.933-08:00Asunto LiterarioApuntes de un lector en el desiertoMartín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.comBlogger134125tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-44896669234834518242019-11-04T07:26:00.000-08:002019-11-04T07:26:10.789-08:00Sobre ese asunto de la revolución<br />
<div align="center" class="MsoNoSpacing" style="text-align: center;">
<b style="font-family: "Times New Roman", serif;"><span style="font-size: large;">Reseña de 'La
libertad de ser libres', de Hannah Arendt.</span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">El vasto, cascoteado y mercachifle mundo
editorial depara, dos por tres, alguna sorpresa atendible, de esas que merecen el
interés no solo de los pescadores de perlas sino de todo aquel lector
preocupado por interpretar su tiempo y su circunstancia histórica de la mano –de
la lectura–, de quienes dedicaron no solo varios años sino la vida entera a
comprenderlos. Así, entre <i style="mso-bidi-font-style: normal;">best seller</i>
de estación, autobiografías de líderes del momento y toda la parafernalia
dispuesta para satisfacer el consumo inmediato –futuro papel triturado en los
pisos de las propias editoriales que los alumbraron–, aparecen algunos libros
poderosos. No ocurre muy seguido pero pasa. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La
libertad de ser libres</i>, un ensayo de Hannah Arendt, hasta ahora inédito en
español, es uno de esos casos que, al ser impulsado desde el universo editorial
al llano que ocupan los lectores de a pie, deja patente su doble condición de
(bienvenida) rareza: presenta en esta centuria deslucida el nuevo texto de una
autora fallecida más de cuarenta años atrás y, especialmente, se constituye en
un poderoso escrito que cuestiona, desde su redacción en el pasado, nuestro
presente. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La
inquietud de pensar<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Autora de algunos libros claves del siglo
XX, en ocasiones más citados que leídos –<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los
orígenes del totalitarismo</i> (1951), <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La
condición humana</i> (1958) y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Sobre la
violencia </i>(1970)– Hannah Arendt (nacida en Hannover en 1906, muerta en
Nueva York en 1975), fue mucho más que una filósofa (término que ella prefería
que no se le aplicase) de origen judío, atenta testigo de los vaivenes que la
Segunda Guerra Mundial le impusieron a Europa y al mundo todo, encarcelada,
perseguida y apátrida hasta que se nacionalizó estadounidense en el año 1951.
Esta mujer valiente y pertinaz –su libro <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Eichmann
en Jerusalén</i> (1963), donde acuñó la ya célebre expresión “la banalidad del
mal”, le valió el rechazo de una parte importante de la comunidad judía,
especialmente a raíz de su cuestionamiento al accionar de los consejos judíos
en la Segunda Guerra Mundial– hizo del acto de pensar, y por ende de
reflexionar en forma escrita, la razón central de su existencia. Ante su atenta
mirada, temas como la tensión poder/libertad, el totalitarismo, la religión, la
democracia y el rol del Estado se convirtieron en materia permanente de
análisis que sedimenta el pensamiento filosófico contemporáneo. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Revoluciones<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Para aproximarse a la cuestión de la
libertad del individuo como eje de la existencia personal, en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La libertad de ser libres</i> Arendt hunde
el estilete de su visión en el concepto de “revolución”, entendido como el
quiebre que produce una fuerza ante el poder establecido y sus eventuales
consecuencias. Para ello, enfrenta a la Revolución Francesa, encastrada en la
historia del Viejo Mundo, con la Revolución estadounidense, centrando en las
décadas finales del siglo XVIII el campo de tensión no solo del término sino de
las coordenadas que marcarán las revoluciones por venir en las siguientes
centurias, llegando, desde luego, hasta el presente. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">En el texto, Arendt se abre camino
hachando la frondosidad de los términos abstractos para precisar claros en el
bosque conceptual, pues si de por sí es difícil precisar la noción de libertad,
no menos farragoso es aprehender la idea revolucionaria: “El asunto se torna
más complejo cuando la revolución tiene que ver tanto con la liberación como
con la libertad, y como la liberación es de hecho una condición de la libertad
–aunque la libertad no sea en absoluto una consecuencia necesaria de la
liberación–, resulta difícil ver y determinar dónde acaba el deseo de
liberación, de verse libre de la opresión, y donde empieza el deseo de
libertad, de vivir una vida política”. La precisión de una vida política, de
vivir bajo los parámetros que fijan las instituciones, el derecho, las normas y
todas las estructuras de poder, conforma el cerno –para seguir con las
metáforas madereras– del concepto de revolución, una figura que alienta detrás
de fenómenos tan variados y lejanos como el creciente malestar de las minorías
ninguneadas por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hasta la lucha
que por estos días lleva adelante el doctor Gustavo Salle contra el turbio
negociado del Gobierno uruguayo con la empresa finlandesa UPM (la recurrencia a
la madera en este ejemplo es acá involuntaria).<span style="mso-spacerun: yes;">
</span><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La
edición<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Es una obviedad, a esta altura de los
hechos, señalar la importancia que una editorial como la española Taurus tiene
y ha tenido en la difusión del pensamiento. Nombres como Max Weber, José Ortega
y Gasset, E. M. Cioran, Theodor W. Adorno, Walter Benjamin y Pierre Bourdieu
jalonan un impresionante catálogo, sustentado en libros de cuidada factura
técnica, que suelen incluir pertinentes estudios críticos y, hasta donde este
escriba ha podido inquirir, impecables traducciones. <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La libertad de ser libres</i> es un volumen breve, que no alcanza las
noventa páginas (varias de ellas, al final, en blanco), de las cuales cuarenta
y dos están ocupadas por el ensayo de Hannah Arendt. Un prístino epílogo
firmado por el profesor Thomas Meyer (‘Hannah Arendt o la revolución del
pensamiento’) y una bibliografía de la autora en español complementan el
volumen, de tipografía grande y generoso interlineado. Aun así, a pesar del
loable esfuerzo de los editores para camuflar este ensayo breve en la
estructura de un libro, nadie crea que la corta extensión de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La libertad de ser libres</i> equivale a una
lectura rápida, esquemática: el libro tiene la cada vez menos hallable cualidad
de insertar en el cerebro pensante la inquietud de la duda ante las
convicciones formadas, de seguir barrenando las ideas mucho más allá de dejar
atrás la última página, de ejercer, en definitiva, una de las pocas opciones de
ser libres. <o:p></o:p></span></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Martín
Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La
libertad de ser libres</span></i><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">, de Hannah Arendt. 88 páginas. Traducción de Teófilo
de Lozoya y Juan Rabasseda. Editorial Taurus, Barcelona, 2018. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<span style="font-family: "Times New Roman", serif;"><i><span style="font-size: x-small;">Publicado en La Diaria (29/V/2019).</span></i></span></div>
<br />Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-12102785558855892262019-11-03T08:13:00.000-08:002019-11-03T08:18:18.477-08:00Sobre 'M', de Erich Schierloh<br />
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Vista la literatura como una disposición
de artefactos diversos, de los que cada usuario hace uso con las cualidades
técnicas de que dispone y bajo la dinámica propia de cada objeto, a lo largo
del tiempo la novela ha demostrado ser uno de los más maleables y/o manoseables.
En el artefacto novela parece entrar todo y de las formas más diversas,
subordinando el elemento espacial y el elemento temporal al fluir de la trama
o, ante la inexistencia de esta, a la particularidad de la forma, permitiendo
que entre los compartimentos de su estructura se conforme esa cosa llamada
estilo. Año a año salen al mercado miles y miles de novelas que son compradas,
leídas, en ocasiones reseñadas, en ocasiones premiadas, en ocasiones
reeditadas, y en la mayoría de los casos olvidadas. Todo el mundo escribe
novelas o, al menos, arrastra una idea para novelizar alguna vez, cuando
disponga de tiempo, constancia y algo de talento. El artefacto novela, pues,
masificado en la sociedad del consumo, adquiere la operatividad y el
pragmatismo de una lámpara portátil, un frutero o un rulemán; acompaña la
jornada del lector a través de la degustación en fragmentos, es olvidada en
cualquier parte para ser retomada más tarde, envejece en el interior de una
cartera, es camuflada entre otros libros o incluso, en la máxima practicidad de
su cuerpo enlomado, termina oficiando de soporte de otros objetos en la mesa de
luz. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Para contar en una novela la vida de
Herman Melville, el escritor argentino Erich Schierloh (1981) se vale del
collage. En <i style="mso-bidi-font-style: normal;">M</i>, recientemente editado
por Eterna Cadencia, que constituye el tercer volumen de una serie llamada <i style="mso-bidi-font-style: normal;">El viento en los túneles de la mente</i>, en
la que Schierloh desmonta el mecanismo de la escritura y que se encuentra en
pleno proceso de desarrollo, el collage, lejos de fragmentar el relato lo
unifica en un todo de lectura apasionante. Cartas, ferrotipos, mapas,
manuscritos subrayados y fotos atraviesan el relato lineal de la vida de Herman
Melville, en una cronología que despacha los cuarenta y cuatro años iniciales del
escritor en unas pocas páginas para centrarse, con un despliegue prodigioso de
recursos narrativos, en los veintisiete años finales, desde 1864 a 1891. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">La imposibilidad de narrar una vida,
cualquier vida, es un hecho asumido por todo biógrafo que se precie de tal,
porque por más documentos, testimonios y registros que logre acumular sobre el
biografiado, se le escaparán innumerables momentos decisivos, minucias vitales
para el ojo externo que, sin embargo, fueron claves en la existencia que se
recrea. Schierloh, conocedor de esa limitación estructural del género
biografía, enfrenta el desafío con las innumerables armas de la novela,
logrando en las páginas de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">M</i> presentar
a un Herman Melville más humano, y por ende más cercano, que el que aflora en
las diversas biografías que se le han dedicado. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">En la cronología de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">M</i> están todos los hechos claves de la vida del autor de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Moby Dick</i> –los viajes, el matrimonio, el
nacimiento de sus hijos, las publicaciones, el suicidio de su hijo Malcolm en
1867, el trabajo como inspector de Aduanas, la muerte–, pero rodeados de
infinidad de situaciones anodinas (“M visita la villa de Gansevoort”, “M compra
un libro”, “M le escribe una carta a Julian Hawthorne”, “M regresa de sus
últimas vacaciones a su oficina de la calle 76 y East River”), que contribuyen
a dotar de profundidad no solo al protagonista sino a su cotidianidad, logrando
que el neblinoso siglo diecinueve por el que atraviesa Melville sea tan cercano
como nuestro tiempo. Al seguimiento de los pasos del escritor por los lugares
que habita y al desmenuzamiento del vínculo que establece con las personas de
su entorno, Schierloh le agrega otro nivel de aproximación que profundiza aún
más el relato: los manuscritos de algunos poemas y los subrayados de Melville
lector. En esa recurrencia a citar pasajes subrayados –una forma más cercana al
conocimiento del espíritu crítico y el impulso creativo de quien subraya que,
por ejemplo, eventuales exégesis de sus propios textos– <i style="mso-bidi-font-style: normal;">M</i> encuentra su peso y su espacio definitivos como novela, pues el
mecanismo de la ficción opera a pleno sobre la materia de los datos reales para
definir nuevos sentidos y adensar el misterio que envuelve a cualquier vida. <o:p></o:p></span></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Martín
Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">M</span></i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12pt;">, de Erich
Schierloh. 160 páginas. Editorial Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2019.</span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<span style="font-size: x-small;"><i>Publicado en La Diaria (26/VII/2019).</i></span></div>
<br />Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-45985158765902000222019-11-02T09:30:00.000-07:002019-11-03T08:13:32.659-08:00Retrato del novelista olvidado<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: center;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif;"><b><span style="font-size: large;">Doscientos
años del nacimiento de Herman Melville</span></b><i style="font-size: 12pt;"><o:p></o:p></i></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">En el año 2005, el incansable viajero Cees
Nooteboom y su esposa, la fotógrafa Simone Sassen, tomaron el metro en
Manhattan, la línea Lexington Avenue, rumbo al cementerio de Woodlawn. La
máquina atravesó como un bólido el Bronx y, a medida que avanzaba, el vagón se fue
llenando de gente, la mayoría negros, hasta que en un momento, Nooteboom y
Sassen fueron los únicos blancos a bordo y, unas paradas más tarde, los únicos
que seguían adelante en un viaje que, como anotó el primero, parecía estar
transportándolos hacia el siglo diecinueve. Una solitaria muchacha en una
parada de autobús les indicó cómo llegar al cementerio. Entre columnas griegas,
suntuosos templos funerarios y añosos árboles que se perdían entre las nubes,
los viajeros encontraron la tumba que buscaban. Pobretona y deslucida, envuelta
por una raída bandera norteamericana que le colgara otro visitante, la
sepultura que guarda los despojos de Herman Melville no parecía la de uno de
los escritores más grandes de la lengua inglesa sino la de un anónimo empleado
de aduanas, muerto tras recibir la jubilación. Ante la tumba, Nooteboom intentó
recordar los versos que Hart Crane escribiera delante de aquel mismo túmulo, pero
la memoria se le enredó entre brújulas, quintantes y sombras de marineros
ahogados en altamar. Al final Nooteboom escribió: “Pequeñas estelarias blancas,
una encina majestuosa, viento que hace ondear los blancos pétalos de las
magnolias como una especie singular de nieve; el hijo de treinta y cinco años,
que murió diez años antes que él; en la superficie de la lápida, hiedra tallada
en piedra; y, muy a lo lejos, el estrépito de toda la ciudad, en todas las
bibliotecas y librerías en las que están sus libros”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Escritor
viajero<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Los números redondos suelen imponerle al
sujeto del recuerdo una pátina extra de atención, como si la recurrencia a la
cifra cerrada con algún cero a la derecha le aportara un valor extra a la vida
o a la obra, o a ambas. El próximo jueves se cumplirán doscientos años del
nacimiento del escritor Herman Melville, ocurrido en una casa sita en el número
6 de la calle Pearl, en Nueva York, en una época en la que la Gran Manzana vivía
un intenso crecimiento: unos años antes, DeWitt Clinton, el primer gran jefe
político de la ciudad, instruyó una comisión destinada a planificar el trazado
de las futuras calles de Manhattan y, el mismo año del nacimiento del
novelista, se inauguraron las obras del canal de Erie, que conectó al puerto
sobre el Atlántico con los abundantes mercados agrícolas del interior de
Norteamérica. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">No es una referencia arbitraria la del
canal, porque en su conformación sinuosa y en expansión, que atraviesa y
redefine los territorios a su paso, se refleja la propia juventud de Herman
Melville, quien a los 20 años se hizo a la mar rumbo a Londres, en un barco
mercante cargado de algodón. No habían sido fáciles los años previos del escritor
en ciernes: huérfano de padre a los 12 años (que murió de frío, algunos dicen
que suicidado, hasta la coronilla de deudas), trabajó un tiempo como pinche en
un banco en Albany y como chacarero en la granja de un tío en Pittsfield, fue
maestro de escuela y aprendió los rudimentos de la topografía. A su vuelta de
Europa, retomó la docencia y, al poco tiempo, emprendió con un amigo un viaje
en bote por el canal de Erie y por los lagos Erie y Michigan para llegar a
Chicago, volver a Illinois a caballo, subirse a otro bote para surcar río abajo
el Mississippi y entrar a talón limpio en Pensilvania. En medio de todos
aquellos derroteros, Melville leyó el artículo ‘Mocha Dick: or the White Whale
of the Pacific’, del explorador Jeremiah N. Reynolds (1799-1858), un inquieto
hombre de ciencia cuya hipótesis de la Tierra hueca habría influido en <i>La narración de Arthur Gordon Pym</i>
(1838), de Edgar Allan Poe. El artículo en cuestión reúne una serie de
observaciones que el propio Reynolds hiciera de Mocha Dick, un cachalote macho
albino que recorrió las aguas del Océano Pacífico en los primeros años del siglo
diecinueve, y que recibió ese nombre por ser encontrado en las cercanías de la
Isla Mocha, situada frente a las costas de la provincia de Arauco, en la Región
del Biobío, en Chile, convirtiéndose en inspiración de la novela <i>Moby Dick</i>, que Melville escribiría y publicaría
varios años más tarde. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">El siguiente viaje emprendido por el joven
Melville fue de importancia capital para la conformación de su condición de
escritor, aunque las particularidades del periplo estuvieron a punto de
cancelar no ya su oficio sino su propia vida, lo que desde luego hubiese
redundando en la inexistencia de este artículo, entre otras pérdidas menores: en
la Navidad de 1841, un Herman de 22 años se embarcó en el Acushnet, un
ballenero que partió de New Bedford. Más de un año después, cuando el Acushnet
se detuvo en Nuku Hiva, la mayor de las Islas Marquesas, en la Polinesia
Francesa, Melville no tuvo mejor idea que la de desertar, con la pésima fortuna
de caer en manos de los typee, la tribu caníbal con peor fama de todos los Mares
del Sur. La cuestión es que zafó de convertirse en alimento aborigen, suponemos
que por cierta reticencia del gusto culinario local por la magra carne
neoyorkina, y los typee, que si bien eran caníbales y salvajes también
manejaban ciertos rudimentos económicos, vendieron al pálido grumete a otro
ballenero que pasó por la zona, el Lucy Ann, con el que Melville llegó a
Tahití. Al involucrarse en un intento de motín en las costas de Tahití,
Melville y los otros conjurados fueron recluidos en una remota prisión local,
de la que un mes más tarde logró escapar junto a un compañero por la Isla de
Eimeo. Luego de vagabundear unos meses por aquellas islas apartadas, atiborrado
de pescado crudo y con la piel salina a punto de convertirse en descascarado pellejo,
Melville subió a un tercer ballenero, el Charles and Henri, con el que recorrió
las Islas Marquesas, Valparaíso, Mazatlán, Lima y Río de Janeiro, para
emprender luego el viaje de regreso a Boston, donde desembarcó en octubre de
1844, casi tres años después de la partida. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Aquellos años intensos en alta mar y por
regiones salvajes conformaron los escenarios y alimentaron las peripecias de
las primeras novelas de Herman Melville: <i>Typee
</i>(1845), <i>Omoo </i>(1847), <i>Redburn: His First Voyage</i> (1849) y <i>White-Jacket </i>(1850), en las que el autor
adensó la prosa y consolidó el oficio antes de publicar su obra más famosa, que
muchos citan sin leer y que otros leen una y otra vez, verdadero prodigio de la
ingeniería narrativa y única candidata de ley al eterno (y, desde luego,
inútil) galardón de Gran Novela
Americana.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Ballena
blanca</span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Exuberante en la acumulación de detalles
de la vida marina, que fagocita a lo largo de su estructura los tópicos de la
novela de aventuras y el tratado científico; brillante en el tratamiento de las
aristas bíblicas, de tintes sobrenaturales, que le dan forma al tema de la
venganza (uno de los motivos mayores de la literatura a lo largo de todos los
tiempos); sutil en el trasunto shakesperiano (hay ecos de Macbeth y del Rey
Liar en la argamasa con la que está construido el capitán Ahab, además de las
centenas de referencias al Cisne de Avon que han localizado y desmenuzado
ejércitos de catedráticos) e inacabable en el desborde del lenguaje, que arrasa
a su paso convenciones y tecnicismos mientras despliega una controlada
orfebrería lírica, <i>Moby Dick</i>,
publicada en octubre de 1851, en tres volúmenes, por el editor Richard Bentley,
siempre suena moderna y siempre está de regreso, más allá de darle nombre, en
este presente deslucido y mercachifle, a innumerables tiendas de insumos de
pesca, líneas de productos congelados, barcos, lanchas, botes y chalanas de
mala muerte que surcan las contaminadas aguas de los ríos interiores.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">En una de las primeras críticas de la
novela, aparecida en el mismo año de su publicación en la revista británica
Athenaeum, un anónimo reseñista escribió: “Una mezcla mal compuesta de
imaginación y realidad. Mr. Melville solo tiene que agradecérselo a sí mismo si
el lector aparta conjuntamente sus errores y heroicidades, como ocurre con
tantísima basura perteneciente a la peor literatura de la confusión. Más que
incapaz de aprender, parece desdeñoso con lo que signifique aprendizaje del
arte de escribir”. El comentario, más allá de demostrar que siempre han
existido reseñistas torpes y desinformados, que no son solo fruto de este
tiempo ni de estas páginas, incrusta el arpón en el sustento propio de la
escritura, como si <i>Moby Dick</i> fuera
una extensa y peregrina composición de bachiller y no una de las obras mayores
redactada en lengua inglesa.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">No hay espacio acá, y mucho menos intención,
de glosar la obra principal de Herman Melville, pero a efectos de remarcar la
fuerza de una escritura superior, propongo que nos detengamos en el párrafo
inicial. Cito de la traducción del inconmensurable Enrique Pezzoni: “Pueden
ustedes llamarme Ismael. Hace algunos años –no importa cuántos, exactamente–,
con poco o ningún dinero en mi billetera y nada de particular que me interesara
en tierra, pensé darme al mar y ver la parte líquida del mundo. Es mi manera de
disipar la melancolía y regular la circulación. Cada vez que la boca se me
tuerce en una mueca amarga; cada vez que en mi alma se posa un noviembre húmedo
y lluvioso; cada vez que me sorprendo deteniéndome, a pesar de mí mismo, frente
a las empresas de pompas fúnebres o sumándome al cortejo de un entierro
cualquiera y, sobre todo, cada vez que me siento a tal punto dominado por la
hipocondría que debo acudir a un robusto principio moral para no salir
deliberadamente a la calle y derribar metódicamente los sombreros de la gente,
entonces comprendo que ha llegado la hora de darme al mar lo antes posible”. La
cadencia de las frases exime de mayores comentarios. En la presentación que de
sí mismo hace Ismael se cifra el sino trágico y profundo de toda la novela,
pues si la hemos leído sabemos que al final se erigirá solo él vivo entre
tantos muertos, para constituirse en la voz necesaria que contará la historia.
En el pasaje citado aletea el poeta que supo ser Melville pero también el
viajero impenitente que no deja de maravillarse ante el mundo que lo rodea, el
escritor que a través de la confección no ya de una trama sino de un mundo en
sí mismo, se anticipa al temperamento del tiempo por venir y escapa de los
moldes reduccionistas de críticos miopes y colegas envidiosos. Algunos le
llaman genio, otros prefieren designarlo como clásico. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Escritor
sedentario<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">En 1851, al momento de publicar <i>Moby Dick</i>, Herman Melville tenía 32
años, llevaba cuatro de casado, acababa de nacer su segundo hijo (el primero,
Malcolm, había nacido en 1849) y vivía con su familia en una granja de
Pittsfield, en el condado de Berkshire, Massachusetts. El fracaso que significó
su novela sobre la gran ballena blanca no desalentó al escritor, que al año
siguiente publicó la que para muchos es su mejor obra, <i>Pierre o las ambigüedades</i>, una asombrosa novela que tiende al
desborde y que se sustenta en una poderosísima prosa, atravesada por un humor
cáustico, que alumbra con su mirada (no así en su extensión) el relato <i>Bartebly, el escribiente</i>, aparecido al
año siguiente. Los años inmediatos a la publicación de <i>Moby Dick</i> son pródigos en escritura para Melville, aunque el éxito
de crítica y de público se le muestre esquivo: a los libros antes citados hay
que sumar <i>Las encantadas</i> (1854), <i>Benito Cereno </i>(1855), su última y más
oscura novela, <i>El estafador y sus
disfraces</i> (1857), que preanuncia al mejor Mark Twain, y poesía, muchísima
poesía. Y después, adiós que te cure Lola. Se terminó, se acabó lo que se daba,
colgó la pluma, se llamó a silencio, hizo mutis por el foro, se perdió en la
multitud, se tomó el buque, metafóricamente esta vez. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">En 1866, el mismo año de la publicación de
su primer libro de poemas, <i>Battle-Pieces
and Aspects of the War</i>, Herman Melville, a la sazón de 47 años, comenzó a
trabajar como inspector en la Aduana de Nueva York, un cargo al que rodeaba un
altísimo nivel de corruptibilidad y que le exigía a su titular tal grado de
desidia que, en comparación, muchos jerarcas ministeriales, legisladores y
altos puestos municipales locales, de nuestra pedestre actualidad, parecerían
entregados Hefestos de la laboriosidad. Por cuatro dólares diarios, con los
posteriores ajustes salariales, presentismo y minúsculos ascensos, desde su
oficina en los muelles, en la parte alta de la ciudad, junto a Harlem, Melville
desarrolló su tarea con probada entrega y con una honradez a prueba de balas
durante diecinueve años, sin saber que desde las sombras lo protegía de las
veleidades políticas y los tembladerales administrativos un funcionario de
grado superior, que había leído y admiraba cada palabra publicada por el
escritor devenido inspector y que, unos años más tarde, llegaría a convertirse
en presidente de Estados Unidos: Chester A. Arthur (1829-1886). <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Olvido
y gloria<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Herman Melville murió al mediodía del 28
de setiembre de 1891, a los 72 años, de una falla cardíaca, en la cama, en su
casa en Nueva York. El olvido frente al mundillo literario en el que había
vivido durante gran parte de su vida fue acicateado, al momento de su muerte, por
los infalibles duendes de las imprentas: el oscuro obituarista que lo despidió
desde las páginas de The New York Times lo llamó Henry Melville (lo mismo hizo
el marmolista que talló las letras en su lápida en el cementerio de Woodlawn) y, algunos días más tarde, un artículo un poco
más extenso en el mismo medio, se empeñó en nombrarlo como Hiram Melville. Su
último libro de poemas, <i>Timoleon</i>,
había aparecido en mayo, con una tirada de veinticinco ejemplares, mientras que
su novela <i>Billy Budd, marinero</i>, en la
que trabajó hasta casi el final de sus días, recién sería publicada treinta y
tres años más tarde, en 1924, en Londres, por el profesor Raymond Weaver
(1888-1948), quien se convirtió en su primer biógrafo. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">La justicia del Tiempo, que siempre se
toma su tiempo y opera sobre la suma de las generaciones con inmaculada
probidad, restituyó las partes y rescató desde el ostracismo del presente que
le tocó vivir a la obra de Herman Melville. A doscientos años de su nacimiento,
la fuerza de los libros del hombre que fue carpidor y maestro rural, marinero
amotinado y amigo de los salvajes, poeta de lo cotidiano y padre estricto pero
justo, novelista infatigable y atento servidor público, se ha superpuesto al
estrépito incansable de nuestra contemporaneidad, no para vivir solo en las
librerías y bibliotecas de la ciudad de Nueva York, como presintió ante su
tumba Cees Nooteboom, sino en el mundo todo, en la pisoteada tierra y en el
misterioso mar. <o:p></o:p></span></div>
<div style="text-align: right;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 107%;">Martín Bentancor</span></b></div>
<div style="text-align: right;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt; line-height: 107%;"><br /></span></b></div>
<div style="text-align: right;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; line-height: 107%;"><span style="font-size: x-small;"><i>Publicado en La Diaria (26/VII/2019).</i></span></span></div>
Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-79595016852958745662019-01-18T09:20:00.001-08:002019-01-18T09:20:53.564-08:00El doble regreso de Francis Scott Fitzgerald<br />
<div align="center" class="MsoNoSpacing" style="text-align: center;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 16.0pt;">Una luminosa resaca<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La
buena literatura se empeña siempre en los prodigios y a casi ochenta años de su
temprana muerte, Francis Scott Fitzgerald, el cronista de la llamada “era del
jazz” vuelve al mundo editorial con dos libros: el texto original de su novela
más famosa y un rejunte de cuentos descubiertos recientemente junto a otros
despreciados en su momento por algunos editores. <o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Martín
Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Si bien es verdad que cualquiera de las
cinco novelas que escribió –<b style="mso-bidi-font-weight: normal;">A este lado
del paraíso</b> (1920), <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Hermosos y
malditos</b> (1922), <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El Gran Gatsby</b>
(1925), <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Suave es la noche</b> (1934) y <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El último magnate</b> (inconclusa y
publicada póstumamente en 1941)– le valieron a Francis Scott Fitzgerald
(1896-1940) un espacio destacado en la literatura norteamericana de la primera
mitad del siglo veinte, no menos cierto es que el género donde su pluma brilló
con creces, puliendo un estilo inigualable ante el que chocaron una y mil veces
sus pálidos imitadores, fue el del cuento. Allí están, brillantes e
imperecederos, relatos como ‘Regreso a Babilonia’, ‘El diamante tan grande como
el Ritz’ o cualquiera de las piezas que integran las <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Historias de Pat Hobby</b>.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Desmenuzados como especímenes de
laboratorio, glosados hasta el hartazgo por una legión infatigable de
profesores universitarios, traducidos, fetichizados, desmontados y vueltos a
ensamblar, los cuentos de Scott Fitzgerald parecían haberse cerrado sobre sí
mismos, en un universo tan sólido como perfecto, hasta que un nuevo libro llegó
para desestabilizarlo todo. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgy_FEfIwtzOJGSzctpjM6XzQ7aI4GxWeM3yp7Gk_PWAWTmgUBaRYrvxkPAAQNlXMp0g_1zW4Qjf0-Q0UOcM0YVBAwSJkyhcXZI72vX0GFKi3-GNZshEHnO1sQT7jWFF1T9RXyIc5CBAro/s1600/shutterstock_242295520-554x350.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="350" data-original-width="554" height="252" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgy_FEfIwtzOJGSzctpjM6XzQ7aI4GxWeM3yp7Gk_PWAWTmgUBaRYrvxkPAAQNlXMp0g_1zW4Qjf0-Q0UOcM0YVBAwSJkyhcXZI72vX0GFKi3-GNZshEHnO1sQT7jWFF1T9RXyIc5CBAro/s400/shutterstock_242295520-554x350.jpg" width="400" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Carne
de revista<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La editorial Anagrama acaba de publicar <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Moriría por ti y otros cuentos perdidos</b>,
un volumen generoso que compila dieciocho cuentos de Scott Fitzgerald que nunca
habían visto la luz en formato libro. La tarea de reunir estos textos
dispersos, tras un prolongado trabajo con originales anotados, archivos
mecanografiados y notas de rechazo de revistas, la emprendió la virginiana Anne
Margaret Daniel, una destacada profesora de Literatura que no solo rastreó
manuscritos en diversas bibliotecas sino que, además, cotejó línea por línea
los escritos y negoció con los albaceas de los bienes de Fitzgerald el acceso a
determinados originales. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">El resultado es un libro extraño, que trae
al presente de este siglo chato y deslucido el laboratorio de trabajo de un
escritor genial, preocupado por escurrirle cuanto dólar fuera posible a cada
cuento, al tiempo que se proponía, en sus últimos años de vida, separarse de
los temas y motivos en los que había sido encasillado tempranamente, esto es, las
historias de amor entre muchachos pobres y chicas ricas, las fiestas glamorosas
repletas de alcohol y la superficialidad de las <i style="mso-bidi-font-style: normal;">flappers</i> al ritmo estruendoso del jazz. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La mayor parte de los cuentos incluidos en
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Moriría por ti…</b> fueron escritos en
la segunda parte de la década del treinta, con los efectos de la Depresión
atenazando la economía nacional y la personal, muy separados en cuanto a
temática y sustancia de los relatos publicados en las revistas durante la
década anterior. “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Darles a las revistas
lo que querían: ese fue el manual de Fitzgerald como escritor joven, y
perseveró en esa actitud, muy lucrativa, a lo largo de los años veinte. Vendió
su obra a cambio de dinero con plena conciencia de lo que hacía y de lo mucho,
y rápido, que podía conseguir con los cuentos, en oposición a esperar a
terminar una novela para plantearse su publicación por entregas</i>”, anota la
profesora Daniel en la introducción. Es que el cambio de la década trajo,
además, una problemática nueva a la vida del escritor: la larga permanencia de
su esposa Zelda en diversas clínicas psiquiátricas, un elemento que no solo
alteró la economía familiar sino que le otorgó al escritor nuevos temas,
motivos más sórdidos y una apreciación más cínica y descarnada de las relaciones
humanas. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Ante ese panorama, es comprensible en un
punto que algunos editores que antaño le habían dado para adelante a su
escritor mimado, echaran para atrás ante el nuevo material. Las notas previas a
cada uno de los cuentos del volumen incluyen intercambios entre Scott
Fitzgerald y su agente Harold Ober sobre las perspectivas (difíciles) de
publicación, los cambios sugeridos por los editores y la inflexibilidad del
autor para dar el brazo a torcer. Tomemos, por ejemplo, el cuento ‘Pesadilla’,
escrito en 1932 y situado en una clínica psiquiátrica: fue rechazado por <i style="mso-bidi-font-style: normal;">College Humor</i>, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Cosmopolitan</i>, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Redbook</i> y
el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Saturday Evening Post</i>, revistas
que anteriormente lo habían publicado de forma sistemática. En una carta a
Ober, fechada en abril de 1932, Scott Fitzgerald decía que “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">’Pesadilla’ nunca se venderá por dinero,
nunca</i>” y cuatro años después, le confesaba al agente que había desmembrado
el cuento para utilizar sus mejores frases en la novela <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Suave es la noche</b>.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">El giro en la escritura de Francis Scott
Fitzgerald en la década del treinta, de la que dan prueba los cuentos de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Moriría por ti…</b>, representa también una
manera de revelarse contra el costado más mercantil del sistema editorial de
las revistas. En el año 1929, el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Saturday
Evening Post</i> le pagaba a Fitzgerald 4.000 dólares por cada cuento (unos
55.000 dólares actuales) y aunque es cierto que por la plata baila el mono, el
escritor sabía que el sistema era una trampa para explotar la auténtica
creatividad. En 1925, en una carta al editor H. L. Mencken, escribió: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">La basura que escribo para el </i>Post<i style="mso-bidi-font-style: normal;"> es cada vez peor y cada vez tiene menos
alma. Me resulta raro decir que al principio ponía toda el alma en esa basura
(…) Si hubiera sido rentable escribir mala literatura, lo habría hecho hace
tiempo: lo intenté sin éxito en el cine. La gente no parece darse cuenta de
que, para una persona inteligente, escribir mal es una de las cosas más
difíciles del mundo</i>”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Pero vayamos a los cuentos, rótulo que no
puede aplicársele a la totalidad de las piezas reunidas en <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Moriría por ti y otros cuentos perdidos</b>, en lo que conforma un
sustrato algo engañoso del volumen. Algunos textos son tratamientos para
guiones, como el caso de ‘El amor es un fastidio’, redactado por Fitzgerald en
su último año de vida, mientras corregía guiones de otros autores y cuyo
original escrito a máquina, la profesora Daniel localizó en la Universidad de
Princeton. En otros casos, como en ‘Día libre de amor’, de 1935, nos
encontramos ante un estudio caracterológico en forma de esbozo o boceto de un
relato a desarrollar. Pero en el amasijo imperfecto de materiales tan diversos
relumbran las gemas con la auténtica marca Fitzgerald, como el relato que le da
título al libro, de 1935, que en el ambiente y en la carga existencial y
trágica del protagonista tiene ciertos ecos de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El Gran Gatsby</b>, o como el soberbio ‘Fuera de juego’, de 1937,
ambientado en el mundillo del fútbol universitario. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Hay dos relatos –o un mismo relato
desdoblado en dos versiones con variaciones y finales muy diferentes–,
‘Pulgares arriba’ (1936) y ‘Cita con el dentista’ (1936/37), que se sitúan en
un momento histórico alejado del presente del autor, su habitual escenario
temporal: la Guerra de Secesión. Una tercera versión de la historia fue
publicada con el nombre ‘El fin del odio’ por la revista <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Collier´s</i>, en junio de 1940. En su adolescencia, Scott Fitzgerald
escribió una obra teatral llamada <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">The
Coward</b>, ambientada en la Guerra de Secesión, y en diversas cartas a su
agente y a algunos editores, dejó constancia de que se proponía trabajar en una
novela situada en la Guerra Civil, por lo que las variaciones de estos cuentos
abonan la hipótesis que, de no morir a los cuarenta y cuatro años en 1940, el
proyecto podría haberse concretado. Leer los dos cuentos de forma simultánea,
permite asistir de primera mano al proceso compositivo de Scott Fitzgerald, a
su manera singular de modificar acciones, situaciones y personajes para
alcanzar una emotividad intensa, no quedando exento el humor o cierta forma de
cursilería que nunca desbarranca en la obviedad. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Un apunte final sobre este volumen: cada
cuento está precedido por una nota que contextualiza las circunstancias de su
escritura y, en caso de que se haya concretado en tal, de su publicación,
agregando en ocasiones el facsímil de alguna página, con anotaciones de puño y
letra de Fitzgerald. Pero lo que resulta verdaderamente molesto e incómodo de
leer es el aparato de notas críticas e informativas sobre cada relato, que en
vez de aparecer numerado al final o al pie de página, se acumula en la sección
última del libro, en una superposición caótica de datos que entorpece su
correcta asimilación.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgB_NdALDB7ZpGxj1Hv3Kg7DmJK0IX1kJuRzANPf7VU-2kY-nZD1tAZnZU3i_S8xKhIhQbFO9MAAOZfWq1CKs9peaK8Izf_s2LfNbqY6B7vq7h6W6GCkA5st9Uv9Tog_LD7qcKkCLW1yPY/s1600/1436807926_048867_1436853898_noticia_normal.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="320" data-original-width="300" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgB_NdALDB7ZpGxj1Hv3Kg7DmJK0IX1kJuRzANPf7VU-2kY-nZD1tAZnZU3i_S8xKhIhQbFO9MAAOZfWq1CKs9peaK8Izf_s2LfNbqY6B7vq7h6W6GCkA5st9Uv9Tog_LD7qcKkCLW1yPY/s400/1436807926_048867_1436853898_noticia_normal.jpg" width="375" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><o:p><br /></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><o:p><br /></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Más
de Gatsby<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Junto a Huckleberry Finn, Quentin Compson,
Nick Adams, Harry ‘Conejo’ Angstrom, Holden Caulfield, Ignatius J. Reilly,
Arturo Badini, Harry Bascombe y Henry Chinaski, Jay Gatsby integra ese núcleo
duro de personajes masculinos de la ficción norteamericana del siglo veinte,
que por sus improntas vitales, sus derivas existenciales y por sus propias
acciones, han trascendido los libros en que aparecieron.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Francis Scott Fitzgerald comenzó a
escribir <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El Gran Gatsby</b> en 1923,
cuando tenía veintisiete años, y la publicó dos años más tarde. El libro no
vendió mucho y las críticas fueron variadas, más bien tirando a frías. Deberían
pasar unas cuantas décadas para que, una vez muerto el autor, la novela
adquiriera su actual condición de clásico moderno, se reeditara profusamente,
se convirtiera en carne de análisis en las escuelas secundarias estadounidenses
y recibiera varias adaptaciones cinematográficas. Hace veinte años, en 1998, la
Modern Library eligió a <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El Gran Gatsby</b>
como la mejor novela norteamericana del siglo XX y la segunda mejor novela en
idioma inglés del mismo período.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Scott Fitzgerald comenzó a escribir la que
sería su obra más famosa como una suerte de reflejo de la aparición de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Ulises</b>, en 1922. Encontrándose en
Francia cuando se publicó el libro de James Joyce, Fitzgerald comprendió que
debía escribir un libro que, como el del irlandés para Europa, reflejara, al
mismo tiempo, la grandeza y la miseria de América. A la novela que escribió le
puso por nombre <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Trimalción</b>, por
aquel esclavo que en la Roma de Nerón, según cuenta Petronio, le daba tan
buenos consejos a su amo que recibió como recompensa la libertad. Una vez
libre, Trimalción se dedica a hacer plata y para celebrar su opulencia, ofrece
una fiesta colosal a la que invita a todo el mundo, a los ricachones que conoce
y a otros llegados desde la otra punta del Imperio. Pero en un punto la fiesta
se descontrola, los invitados se entregan a la barbarie y en cuestión de horas
le hacen bolsa el palacete al pobre Trimalción, cuyo cadáver es hallado al otro
día entre la mampostería y los restos de la comilona. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Scott Fitzgerald contó en <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Trimalción</b> la historia de Jay Gatsby,
un misterioso millonario que irrumpe en la vida de un puñado de personajes,
entre los que se encuentra el narrador Nick Carraway, que se caracteriza por
ofrecer unas fastuosas fiestas en su mansión en el ficticio pueblo de West Egg,
en Nueva York. Cuando el legendario editor Maxwell Perkins (descubridor de
autores como Thomas Wolfe y Ernest Hemingway) recibió el manuscrito de
Fitzgerald, asumió que se encontraba ante un gran libro pero que necesitaba de
varios ajustes. En sucesivas cartas, Perkins fue convenciendo a Fitzgerald de
la necesidad de cambiarle el nombre a la novela y de diluir la información que
el lector iba recibiendo de Gatsby. Así, a instancias de Perkins, el personaje
central del libro acrecentó su aura de misterio (las causas de su riqueza, la
profunda soledad en la que vive, su fatal enamoramiento de Daisy Buchanan) y <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Trimalción</b> se convirtió en <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El Gran Gatsby</b>. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La editorial Tusquets, dentro de su
colección <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Rara Avis</i>, que dirige el
escritor argentino Juan Forn, acaba de publicar en español <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Trimalción</b>, la novela original que escribiera Francis Scott
Fitzgerald y que, entre otras cosas, ofrece más detalles de Jay Gatsby que los
que aparecen en <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El Gran Gatsby</b>. La
novela, notablemente traducida por el propio Forn, es Fitzgerald en estado
puro, un prodigio narrativo integrado por situaciones y personajes diseccionados
con maestría, en alas de una prosa poderosa que alcanza cimas descriptivas como
esta: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">A mitad de camino entre West Egg y
Nueva York, la carretera se acerca y corre paralela a las vías del tren durante
un kilómetro, como buscando compañía en esa zona tan desolada. Es un valle de
cenizas, un territorio fantasma donde la ceniza crece como el trigo de la
tierra y forma colinas, hondonadas, grotescos jardines de ceniza con sus casas
y chimeneas humeantes, y en un esfuerzo final y trascendente incluso moldea
hombres de ceniza, que vagan difusos y a punto de deshacerse en el aire
polvoriento. De tanto en tanto un auto se acerca por el camino, baja de
velocidad con un ronco gruñido y se detiene para cargar combustible, y de
inmediato lo rodean hombres de ceniza, con grises trapos en la mano, y la nube
de polvo que producen oculta de nuestra vista lo que hacen</i>”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Nick Carraway, el narrador de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Trimalción</b>/<b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El Gran Gatsby</b> es un muchacho pobre de provincias que, por una serie
de circunstancias, se convierte en vecino de Jay Gatsby, se granjea su amistad
y asiste a su caída. La recurrencia de este narrador que no pertenece al mundo
glamoroso y superficial de los otros personajes, es uno de los grandes
hallazgos de la novela, pues le permite a Scott Fitzgerald reflexionar sobre el
mundo de los ricos, que él también había sabido conocer por dentro y por fuera.
Detrás de todas esas fiestas regadas por litros y litros de champagne, a las
que los invitados llegan transportados en carísimos automóviles y ataviados con
ropajes que no parecen de este mundo, habitan el vacío y la soledad,
cerniéndose sobre todo el cuadro la sombra espectral de la muerte. Nick
Carraway no solo será testigo de toda esa opulencia que se convierte en decadencia,
sino que además, como confidente del protagonista, vehiculizará el destino de
los personajes centrales, porque desde el principio está escrito que la
historia de amor entre Jay Gatsby y Daisy Buchanan, nunca podría terminar bien.
<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Como el derrumbe del liberto Trimalción en
la orgiástica Roma de Nerón, la caída de Gatsby está antecedida por un brillo
fugaz de gloria. “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">A lo largo de aquel
verano fui anotando, en los márgenes de una guía de horario de trenes que
encontré en mi bungalow, los nombres de quienes fueron a la casa de Gatsby.
Parece un objeto de otro tiempo ahora, con las hojas sueltas y amarillentas, y
la pomposa advertencia: ‘Horarios vigentes al 5 de julio de 1921’. Pero aún
pueden leerse esos nombres garabateados en tinta gris, y darán una imagen más
precisa que mis generalidades sobre aquellos que aceptaron la hospitalidad de Gatsby
y le rindieron el sutil tributo de no saber nada de él</i>”, dice en un momento
Nick Carraway, como si para reconstruir la historia de la que él formó parte,
necesitara documentos anexos que le permitan, como no lo logró en vida de
Gatsby, apresar al protagonista de la historia. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Cerremos esta nota con la misma
celebración con que se iniciara, con la de la propia literatura, que a casi un
siglo de la escritura de los textos comentados, y por arte y trabajo de
personas perspicaces, sensibles, ha puesto a disposición de todos nosotros,
lectores de a pie, dos nuevos libros de Francis Scott Fitzgerald, dos obras a
las que nos acercamos con ese encantamiento cuasi infantil, de algo que es y al
mismo tiempo no es, como las figuras que proyecta el inconsciente ante la
realidad, al propiciar el despertar de una luminosa resaca. ¡Qué viva la
literatura!<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj39_M6zfevqwWp5LuhWXLVbdQ9kP-JHkLkSMS2rC9qo1-DTDFs9Af5lO-f5e8Z7j9VKXuUlUiS_EFTqkvxzHlPtQS0sPgOC0QcZG0Kzc7ZvBXQRJiL_TOzs2otLbw2UjG9PgEzQmWaO2A/s1600/270736_portada___201801092109.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="394" data-original-width="252" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj39_M6zfevqwWp5LuhWXLVbdQ9kP-JHkLkSMS2rC9qo1-DTDFs9Af5lO-f5e8Z7j9VKXuUlUiS_EFTqkvxzHlPtQS0sPgOC0QcZG0Kzc7ZvBXQRJiL_TOzs2otLbw2UjG9PgEzQmWaO2A/s400/270736_portada___201801092109.jpg" width="255" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Moriría
por ti y otros cuentos perdidos</span></b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">, de Francis Scott Fitzgerald. 502
páginas. Edición y prólogo de Anne Margaret Daniel. Traducción de Justo
Navarro. Editorial Anagrama. Barcelona, 2018.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Trimalción</span></b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">, de Francis Scott
Fitzgerald. 218 páginas. Traducción de Juan Forn. Editorial Tusquets. Buenos
Aires, 2018.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">______</span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman", serif;"><span style="font-size: x-small;">-Artículo publicado en el semanario <b>Brecha</b> el 17/VIII/2018.</span></span></div>
<br />Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-88177313442019002002018-07-18T14:43:00.000-07:002018-07-18T14:43:40.649-07:00Walter Benjamin por Walter Benjamin<br />
<div align="center" class="MsoNoSpacing" style="text-align: center;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 16.0pt;">Lejos de la palabra ‘yo’<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La
literatura, la fotografía, el lenguaje, la arquitectura de las ciudades, la
mística, el cine, la traducción, el judaísmo y la filosofía de la Historia son
algunos de los intereses que atravesaron la vida y los escritos de Walter
Benjamin (1892-1940). Ante su ojo avizor, ante su prodigiosa sensibilidad crítica,
cada fenómeno mostró aristas nuevas, pliegues descubiertos en la densidad de la
materia observada. Reacio a escribir sobre sí mismo, su propia biografía se
encuentra, sin embargo, dispersa en la amplia gama de textos que dejó tras de
sí.<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Martín
Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Una tarde, a finales de julio de 1932,
poco después de haber cumplido cuarenta años, Walter Benjamin se registró en un
hotel de Niza con el propósito de suicidarse. El canciller alemán Franz von
Papen acababa de dar el golpe de estado en Prusia (propiciando el avance del
nazismo) y Benjamin, casi sin un peso en el bolsillo, veía muy menguadas las
posibilidades de trabajo. Solo en su habitación, antes de tomar la decisión
final, se dedicó a redactar su testamento, en el que designó a su amigo Gershom
Scholem heredero de todos sus manuscritos. Luego escribió algunas cartas de
despedida para las personas más allegadas. A la artista Jula Cohn, una de las
mujeres de su vida, le escribió: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Bien
sabes que te he amado mucho. Y hasta ahora, ante la muerte, mi vida no dispone
de dones más grandes que aquellos que les fueron dados por los momentos en los
que sufrí por ti</i>”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Una vez seca la tinta y sellados los
sobres, algo, sin embargo, lo detuvo en su determinación. Una deidad parecida
al ángel nuevo de Paul Klee, que inspiraría en nuestro protagonista su célebre
teoría del “ángel de la Historia”, metamorfoseada en una polilla de luz que
revoloteaba alrededor de una bombita de escasa claridad en la habitación de aquel
hotel de mala muerte en Niza, lo hizo cejar. Ocho años después, en otro hotel y
en circunstancias parecidas, Walter Benjamin podría, finalmente, ponerle fin a
sus días. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Leer
el pasado<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">En <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Crónica
de Berlín</b>, un libro que comenzó a escribir en 1932, Walter Benjamin se
jacta de una regla que, con puntilloso cuidado, había sabido cumplir durante
veinte años: no utilizar nunca la palabra “yo” en sus escritos, excepto en las
cartas. Sin embargo, no apelar a la primera persona no significa que uno no
pueda hablar de sí mismo, especialmente en el caso de Benjamin, donde
absolutamente todo lo que analizó, caviló y convirtió en centro de interés,
está tamizado por la subjetividad de su ojo crítico. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">En <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Infancia
en Berlín hacia 1900</b>, libro editado póstumamente por Theodor Adorno en
1950, Benjamin aborda las particularidades de una ciudad a través de los
disparadores que representan ciertas palabras, como si los recuerdos
requirieran del estímulo del lenguaje para concretarse, justamente, en
palabras. No se trata de un libro de memorias ni de una reconstrucción precisa
de una ciudad y una época, sino de un relato fragmentado, que va engarzando estampas
sin las aspiración de un todo. La sombra de Marcel Proust y <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">En busca del tiempo</b> <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">perdido</b> acompaña la experiencia, pero
donde en el francés hay introspección y melancolía, en Benjamin hay un profundo
interés por comprender el presente a partir de la reconstrucción del pasado. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Los paseos por el barrio, los regalos
navideños y el despertar sexual son algunos de los temas por los que discurre
el recuerdo con el que Benjamin adulto acompaña al niño que fue. Sin embargo,
el aspecto autobiográfico es un elemento más de todo el cuadro y no un objetivo
en sí mismo, por lo que quien lea <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Infancia…</b>
con el propósito de aprehender la vida del autor, se verá sometido a un trabajo
fatigoso, de desglose y armado, mediante el cual, la presa terminará
escurriéndose. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLPgTu8GRKVEc5tSL4kVhEAOXGNgGy78pbXScy9lYz-OQ9yc2_vPVAZtiDdOa-o5S_0cCsraSQo9vN-U0inj8tH_iK9iGs8NZLZI3BInZT5AShJ-pDHH4g0U1COBOzt7zmrLa_zaTSUnQ/s1600/img_resumen_469.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="397" data-original-width="315" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiLPgTu8GRKVEc5tSL4kVhEAOXGNgGy78pbXScy9lYz-OQ9yc2_vPVAZtiDdOa-o5S_0cCsraSQo9vN-U0inj8tH_iK9iGs8NZLZI3BInZT5AShJ-pDHH4g0U1COBOzt7zmrLa_zaTSUnQ/s400/img_resumen_469.jpg" width="316" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Padre/Hijo<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">En <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Crónica
de Berlín</b>, Walter Benjamin, que nació al sudoeste del Tiergarten, el 15 de
julio de 1892, se define como “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">un hijo de
la burguesía acomodada</i>”. Su padre había sido banquero en París para
metamorfosearse luego en anticuario en Berlín, por lo que la materialidad del
mundo, desde el tintineo del vil metal al trajín con objetos valiosos, se
encontraba en el centro de los intereses de un hombre que siempre tendría una
relación tirante con el mayor de sus hijos. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">El niño Benjamin creció entre
institutrices francesas y largas temporadas de verano en Potsdam, rodeado por
la parafernalia de la acumulación y el consumo, entre ricas porcelanas y fina
platería que, muchos años después, en la pobreza y a través de la
reconstrucción escrita del recuerdo, vería con disgusto pero, también, con el
interés apasionado del coleccionista que siempre supo ser. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Aquel niño rico, que adoraba a su madre
(cuyos cuentos a la hora de dormir están en la base de las variadas reflexiones
sobre la figura del narrador, realizadas luego) no permanecía ajeno a la
injusticia y el mal reparto que imperaba en la sociedad. En el texto ‘Mendigos
y prostitutas’, incluido en <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Infancia en
Berlín hacia 1900</b>, elabora un recuerdo que lo pinta claramente: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Para los niños ricos de mi edad, los pobres
eran solamente los mendigos. Y para mí fue un gran progreso de conocimiento el
momento en que por primera vez la pobreza se me manifestó en la ignominia del
trabajo mal pagado. Esto ocurrió en un breve texto, tal vez el primero que
redacté totalmente para mí mismo. Se trataba de un hombre que distribuía
prospectos y de las humillaciones que sufría por parte de los transeúntes
indiferentes a los prospectos</i>”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">A través de la figura del padre, de la
contemplación de sus actos de dominio y exceso de poder ante sus subordinados,
observados por el niño (en <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Infancia…</b>
hay un pormenorizado análisis del banquero/anticuario pavoneándose con un
objeto nuevo en la casa: el teléfono) se encuentra el férreo rechazo que
durante el resto de su vida Walter Benjamin sentiría por las formas burguesas
de la existencia. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">En las antípodas de ese vínculo tirante y
del que siempre buscó escapar –en el fondo Benjamin sabía que podría
convertirse en un burgués igual de solvente y despreciable que su padre–, se
encuentra la relación que iba a mantener con su propio hijo, Stefan, nacido en
1918, del matrimonio con Dora Sophie Pollack, de quien se divorciaría en 1930.
El exilio y las penurias económicas que caracterizaron la última década de vida
de Walter Benjamin, sumado al hecho de que Stefan vivía con su madre, le
impidieron cumplir plenamente su papel de padre. En las cartas que le fue
remitiendo con los años, espaciadas porque muchas veces no tenía dinero para
pagar los sellos postales, Benjamin se preocupó por mantener no solo el
vínculo, la persistencia en los estudios del joven y la confianza en superar
cualquier adversidad, sino que lo fue poniendo al tanto de sus propios
trabajos. En una carta que le envía desde París a San Remo, donde Stefan se
encontraba vacacionando con su madre, en 1936, le escribe: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Por mi parte, ha aparecido un largo ensayo, <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">La obra de arte en la época de su
reproductibilidad técnica</b>, que se ocupa mayormente del cine. No te lo envío
porque fue publicado en francés. También es muy arduo e incluso para el texto
en alemán te faltarían algunos años</i>”. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Poetas<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Si la vida de cualquier persona se altera,
ilumina, cambia o se hunde a partir del encuentro con otra persona en un
momento determinado, en la existencia de Walter Benjamin fue crucial el vínculo,
en sus épocas de estudiante de filosofía en la Universidad de Friburgo, con el
joven poeta Fritz Heinle. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">En aquel tiempo, Benjamin se estrenaba
como escritor (en una carta a su amigo Herbert Belmore le anuncia que había
escrito su primer texto de ficción, ‘La muerte del padre’) y desplegaba una
amplia actividad en el movimiento de reforma estudiantil. Más preocupado por la
redacción de diversos escritos sobre la necesidad imperiosa de una reforma en
el plano educativo y cultural, Benjamin desatendió en parte su desempeño
académico, encontrando en Heinle y otros pocos estudiantes, a los
interlocutores necesarios para debatir y trabajar por el cambio. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Cuando en 1914 estalló la Primera Guerra
Mundial, ante la inminencia del horror que se aproximaba, Fritz Heinle y su
novia se suicidaron. El hecho conmovió a tal punto a Walter Benjamin que, no
solo se retiró al poco tiempo del Movimiento de la Juventud, sino que escribió
un largo ciclo de sonetos elegíacos, dedicados a la memoria del malogrado
amigo, que nunca publicaría y donde se encuentran versos como estos: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Exímeme del tiempo al que te sustrajiste / y
ábreme tu cercanía desde adentro / cual rosas rojas que en la hora triste / se
liberan del tibio sacramento</i>”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhK9zZe0AWqHVyx8MoyhyphenhyphenZly9l7kxWfD7-uDXp621FO4JrYiMKOhyFuAq9oj_2V9KAV1Qrsth457BgLwJfcO_4zLS7WdujwxQxp8TWb2oPsxslzG6pD6kdKUr5obWPThKsL1JR-QZ3zOwQ/s1600/benjamin_article_crop.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="565" data-original-width="1022" height="220" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhK9zZe0AWqHVyx8MoyhyphenhyphenZly9l7kxWfD7-uDXp621FO4JrYiMKOhyFuAq9oj_2V9KAV1Qrsth457BgLwJfcO_4zLS7WdujwxQxp8TWb2oPsxslzG6pD6kdKUr5obWPThKsL1JR-QZ3zOwQ/s400/benjamin_article_crop.jpg" width="400" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Amor
en Moscú<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">A fines del año 1926, Walter Benjamin
viajó a la Unión Soviética. Lo motivó al periplo, además de la necesidad de
conocer de primera mano el acontecer social y político del régimen en Moscú, la
evasión de un ciclo de profundas depresiones que lo venía aquejando y el
reencuentro con Asja Lacis, actriz y directora teatral letona a quien había
conocido en 1924 y con quien había vivido una intensa relación. En Moscú, Asja
Lacis se encontraba recuperándose, a su vez, de una depresión nerviosa, junto a
su actual compañero, el director teatral Bernard Reich.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">El <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Diario
de Moscú</b>, en el que Benjamin registró sus impresiones de la ciudad durante
los dos meses que permaneció en ella, está atravesado por el vínculo enfermizo
que se establece entre él, Lacis y Reich. Las torpes escenas de celos que
Benjamin monta ante la mujer se contraponen con las humillaciones a que esta lo
somete; el registro detallado de la ciudad caminada, una práctica habitual en
el alemán, se encuentra intervenido por el fantasma del amor que se desvanece,
por la incomprensión del objeto del deseo y por la aplastante convicción del final.
Benjamin asume que con Asja Lacis todo ha terminado: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">En todo caso, la época futura deberá distinguirse de la anterior en el
hecho de que lo erótico ha de ceder el paso</i>”, escribe con cierto patetismo.
Y sobre el final del diario: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Con la gran
valija sobre las rodillas iba en el coche llorando por las calles crepusculares
hacia la estación</i>”. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Juego/Telepatía<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Un aspecto en la biografía de Walter
Benjamin, generalmente relegado del cuadro por la condición de pobreza que
rodeó toda su vida adulta, es su relación con el juego. Si bien supo perder
unos cuantos morlacos en los casinos de la Costa Azul y de Montecarlo,
pernoctar por las salas de juego, entre jugadores empedernidos, sin un peso en
la billetera, agudizó su capacidad de análisis del sistema. Y solo un jugador
avezado en necesaria crisis de abstinencia puede apelar a la telepatía en el
interior de un casino, como lo hace en un texto no publicado en vida, escrito
en 1927: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">El salón de juegos es un
excelente laboratorio de experimentos telepáticos. El jugador afortunado
sostiene –tal cómo aquí se ha de considerar el asunto– un contacto de tipo
telepático, y de hecho considérese más aún que ese contacto se da entre él y la
bola, no con el crupier que la hace rodar. De ser este el caso, la tarea del jugador
sería no permitir que el contacto se vea perturbado por otros</i>”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Cerca
de Poe<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">El 18 de diciembre de 1927, a las tres y
media de la mañana, Walter Benjamin registró una serie de impresiones tras
consumir hachís. Durante años, el interés por ciertas drogas conformó un
capítulo aparte en sus investigaciones, no como gesto escapista o por simple
adicción, sino como una forma de entender los procesos de la mente, aguijoneado
por su pasión por la poesía simbolista del siglo XIX. “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">La sensación de entender mucho mejor a Poe ahora. Los portales a un
mundo de lo grotesco parecen abrirse. Solo que yo no quería ingresar</i>”. Y
unos minutos (y renglones) más adelante: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Se
recorren los mismos caminos del pensamiento que antes. Solo que parecen
sembrados de rosas</i>”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Rechazos<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Toda la vida de Walter Benjamin puede ser
leída como una lucha constante contra la adversidad: poca plata, trabajos mal
pagos, ninguneo, inestabilidad laboral, incomprensión y desprecio. Así como una
estrella particular suele alumbrar a los imbéciles con suerte, otorgándoles
beneficios por los cuales no movieron un dedo, también hay tramas siniestras
que se ciernen sobre las mentes más lúcidas, empecinándose en hundirlas. Ante
esa mala yeta, el desafortunado se entrega y sucumbe o alza la cabeza y
persiste. Esta segunda opción fue la elegida por Benjamin, hasta que las
fuerzas le aguantaron. La recompensa, que él no pudo ver en vida, claro, ha
sido el lugar que hoy ocupa en los diversos ámbitos donde alumbró su presencia.
<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La clave de ese fulgor con que gravita
Benjamin en la actualidad, convirtiéndose en un autor permanentemente
reeditado, analizado, glosado y plagiado, la dio Hanna Arendt en la
introducción a <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Conceptos de filosofía de
la Historia</b>, cuando afirma que “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">la
diosa tan codiciada de la fama tiene muchos aspectos y se presenta de muchas
maneras y en distintas dimensiones, desde la notoriedad pasajera en las
cubiertas de un semanario hasta el esplendor de un nombre duradero. Una de sus
variedades más raras y menos deseadas es la fama póstuma, aunque a menudo es
menos arbitraria y más sólida que sus otras especies, dado que sólo raramente
reposa en la mera mercancía</i>".<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Toda esa fama póstuma, que dejó tras de sí
una serie larga de manuscritos inéditos, está asentada sobre una serie
larguísima de rechazos. Enumerarlos es entristecerse, pero permítaseme, a
efectos de graficar lo dicho, referirme brevemente al proyecto de fundación de
una revista cultural, que se llamaría <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Angelus
Novus</i>, y que con la financiación del editor Richard Weissbach, Benjamin
intentó llevar adelante en 1922, en Berlín. La presentación del proyecto que
redactó Benjamin es no solo un muestrario de sus ideas de lo que debía ser
aquella revista en particular, sino de cómo debía orquestarse la relación de un
medio con sus receptores: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Al igual que
esa revista, todas las revistas tendrían que actuar implacables en lo que
piensan e imperturbables en lo que dicen y con la más completa indiferencia con
respecto al público, cuando corresponda, para así aferrarse a lo que se
configura a lo verdaderamente actual por debajo de la superficie de lo nuevo o
lo novísimo, cuya explotación han de cedérseles a los periódicos</i>”. La nota
que le llegó a vuelta de correo al entonces joven Benjamin, sería una palabra
que se le haría muy familiar con los años: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Rechazado</i>”.
<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Salida<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Sobre la muerte de Walter Benjamin, el 26
de setiembre de 1940, mucho se ha escrito y especulado. En un intento
desesperado por huir de la Francia ocupada por los nazis y de llegar a España
cruzando los Pirineos, y ante la imposibilidad de pasar la frontera por falta
de papeles, se suicidó con una dosis de píldoras de morfina en un hotel de
Portbou. En la nota destinada a Henny Gurland, la mujer que lo acompañaba en la
huida, escribió: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">En una situación sin
salida, no tengo otra alternativa que poner fin. Es en un pueblito de los
Pirineos donde nadie me conoce que mi vida acaba. Le ruego trasmita mis
pensamientos a mi amigo Adorno y le explique la situación en la que me
encontré. No me queda suficiente tiempo para escribir todas las cartas que
hubiera querido escribir</i>”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<br /><br />
<span style="font-size: x-small;">-Publicado en el semanario <b>Brecha</b> el 20/IV/2018. </span>Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-76082660597451233222018-07-17T17:52:00.000-07:002018-07-17T17:52:33.474-07:00Primer libro de Hemingway<br />
<div align="center" class="MsoNoSpacing" style="text-align: center;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 16.0pt;">Papá Cuento<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Sí, sí… todos le dan a Hemingway. Le daban
cuando vivía y le siguieron dando después de muerto, agigantando por vía de la
crítica de sus libros la caricatura impertinente y bastante despreciable que el
hombrón nacido en Illinois, cuando moría el siglo diecinueve, construyó en
vida, con su ristra de relaciones amorosas atormentadas, litros y litros de
alcohol, desplantes, corridas de toros y balazos. “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Yo he hecho todo lo posible para que me guste Hemingway, pero he fracasado</i>”,
dijo Borges alguna vez; “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Lo detesto, pero
estuve bajo su influencia cuando era muy joven, como todos lo estuvimos.
Pensaba que su prosa era perfecta, hasta que leí a Stephen Crane y me di cuenta
de dónde lo había sacado</i>”, apostrofó Gore Vidal; “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">La gente siempre piensa que es fácil de leer debido a que es conciso.
No es cierto. La razón por la que Hemingway es fácil de leer es porque se
repite todo el tiempo</i>”, apuntó el reciente finado Tom Wolfe; y “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">En cuanto a Hemingway, lo leí por primera
vez en los años cuarenta, algo sobre campanas, balas y toros (‘</i>bells, balls
and bulls’, en el original<i style="mso-bidi-font-style: normal;">)… lo aborrecí</i>”,
sentenció en una entrevista Vladimir Nabokov. Sin embargo, los cuentos de
Hemingway siguen estando ahí, imperecederos y únicos, portadores de un estilo
tan personal que hacen de la (aparente) sencillez, andamio, cúspide y
estructura. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La editorial Lumen acaba de publicar, por
primera vez en español, <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">En nuestro
tiempo</b>, el primer libro de cuentos de Ernest Hemingway, originalmente
aparecido en 1925, portador de un puñado de gemas que, de haberse retirado de
la escritura tras la salida de este volumen, ya le habrían valido al autor un
sitial destacado en la literatura moderna. Me refiero a ‘Mi viejo’, ‘El fin de
algo’, ‘El luchador’, ‘Gato bajo la lluvia’ y ‘Río de dos corazones’. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZeCAzKovHHMWSd4xSkBmq9LPVYmJ38N0ztVv7sALv6HH6MQC1s_1sFsoLC6mSGYljULKWToVW_Je82t2OlqE9Gzu2ywd0mXC3I2qWt2ZhbyoemzJqW_G8n-fbw_Y_4KggFw44Os-EebA/s1600/24-25-En-nuestro-tiempo-Ernest-Hemingway-Random-House-.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="600" data-original-width="406" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZeCAzKovHHMWSd4xSkBmq9LPVYmJ38N0ztVv7sALv6HH6MQC1s_1sFsoLC6mSGYljULKWToVW_Je82t2OlqE9Gzu2ywd0mXC3I2qWt2ZhbyoemzJqW_G8n-fbw_Y_4KggFw44Os-EebA/s400/24-25-En-nuestro-tiempo-Ernest-Hemingway-Random-House-.jpg" width="270" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La estructura de este pequeño libro es
magistral: los relatos están intercalados por pequeñas viñetas secuenciadas en
capítulos, que conforman una suerte de novela fragmentada que va relatando
diversos episodios de guerra. Nick Adams, el protagonista de la mayoría de los
cuentos, es en ocasiones testigo, narrador o abstracción insertada en la trama;
a veces es un niño y, en otras, un esposo complaciente o atormentado; a veces
viaja como un vagabundo en un tren de mercancías y en otra es un apacible
turista en Italia. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">El joven Hemingway que escribió este libro
no lo sabía entonces, y no le daría la vida para saberlo después, pero estaba
construyendo la argamasa de la que se valdrían autores como J.D. Salinger,
Raymond Carver y Richard Ford en décadas posteriores, por más que el honorable
señor Wolfe, empeñado en escribir interminables novelas decimonónicas,
enfundando en uno de sus caros trajes claros, dijera que era un autor fácil,
que se repetía todo el tiempo. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La clave central del trabajo de Hemingway
con el lenguaje y la forma de contar en su primer libro, la ofrece Ricardo
Piglia en el prólogo del volumen que acá se comenta, partiendo de una
afirmación realizada por Ezra Pound sobre que el autor de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El viejo y el mar</b> comprendió muy joven que <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Ulises</b>, de Joyce, era un final y no un comienzo: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Joyce había escrito con todas las palabras
de la lengua inglesa y había mostrado un gran virtuosismo, allí es donde
Hemingway tiene una intuición esencial; no había que copiar a Joyce esa gran
capacidad verbal, sino que era necesario empezar de nuevo, con un inglés
coloquial, de palabras concretas, de pocas sílabas y palabras cortas</i>”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Finalmente, unas líneas sobre la técnica
de la omisión en el cuento, una idea que Hemingway heredó de Antón Chéjov y que
llevó en su primer libro hacia límites insospechados. Se trata de eliminar del
relato algún elemento, incluso el final, para hacerle sentir al lector una
sensación extra a la mera comprensión de la historia. La técnica resulta
peligrosa y no es para cualquiera, pues consiste en suprimir algo que ya fue
narrado, o que aparece en el desarrollo del relato de forma aleatoria, a veces
minúscula. En este libro, el mejor ejemplo del mecanismo se encuentra en el
cuento ‘Fuera de temporada’, donde un personaje va a morir, pero en el que solo
se relatan una serie de caminatas. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Hay que celebrar la (incomprensiblemente
tardía) publicación en español del primer libro de cuentos de Ernest Hemingway,
en impecable traducción de Rolando Costa Picazzo y que tiene el plus de incluir
uno de los últimos textos firmados por Ricardo Piglia –el citado prólogo–, escrito
unas semanas antes de su fallecimiento, en los primeros días del año 2017. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Martín
Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<br /><br />
<br />
<span style="font-size: x-small;">-Publicado en el semanario <b>Brecha</b>, 29/VII/2018. </span><br />
<br />Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-35928988622167028202018-04-26T06:19:00.001-07:002018-04-26T06:19:51.975-07:00El misterioso escritor B. Traven<br />
<div align="center" class="MsoNoSpacing" style="text-align: center;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 16.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">Máquina de
escribir en la selva<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">Frente a B. Traven, los
promocionados grandes autores “ocultos” de la ficción del siglo XX, Thomas
Pynchon y J. D. Salinger, son meros bromistas de domingo. Ningún escritor hizo
tanto para borrar las pistas de su contingencia humana como este novelista que
tecleó toda su obra en medio de la selva mexicana. Son muchos los
investigadores que se han lanzado tras la pista de B. Traven, los mismos que al
creer apresarlo en la cómoda parcela de una biografía, han visto cómo,
irremediablemente, se difuminaba.<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">Martín Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">En
el año 1925, Ernst Preczang, editor del <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Büchergilde
Gutenberg</i>, un gremio literario y club del libro para obreros fundado por un
sindicato de impresores de Alemania, quedó maravillado por una serie de relatos
acerca de México, aparecidos en la revista socialista <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Vorwärts</i> y firmados por un tal B. Traven. Localizó al autor
escribiéndole a un número de apartado postal a la ciudad portuaria de Tampico,
en el estado mexicano de Tamaulipas, y le solicitó los derechos para reproducir
los textos en forma de libro. Traven le respondió de inmediato, aceptando la
propuesta y proponiéndole, a su vez, publicar antes una novela que había
escrito en inglés y que él mismo traduciría al alemán. La novela, que se
llamaba <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Das Totenschiff</b> (<b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El barco de la muerte</b>), fue publicada
por Preczang en abril de 1926, convirtiéndose en un suceso inmediato. De
pronto, B. Traven pasó a ser el autor más leído de Alemania, comenzando a
labrar el misterio que permanece abierto hasta la actualidad. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">Feige/Marut<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">Entre
los años 1917 y 1921, un tal Ret Marut publicó en Munich la revista <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Der Ziegelbrenner</i>, definida como una
publicación “anarcopacifista y anarcoindividualista”, inspirada en la
legendaria <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Die Fackel</i> de Karl Kraus<i style="mso-bidi-font-style: normal;"> </i>(1874-1936). En su revista, que redactaba,
editaba y distribuía él mismo, Marut enfrentaba a los charlatanes que escribían
en los diarios y apelaba a que el lector descifrara la verdadera noticia oculta
detrás de la noticia, afirmando que solo el socialismo podría destruir al
Estado y barrer con el sistema capitalista. En su revista, Marut no se andaba
con sutilezas: cuando debía atacar a un político corrupto, directamente lo
llamaba “hijo de puta”, cuando se refería a ciertos industriales, hablaba de
“raza de víboras” y a algunos lectores que, furibundos, le escribían para
quejarse de determinados artículos, los designaba como “inmundicia humana”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">Ret
Marut había nacido, en realidad, bajo el nombre de Otto Feige, desempeñándose
durante años como montador mecánico y como secretario de sindicato, con fuertes
ideas anarquistas. En 1907, a los veinticinco años, Feige decidió convertirse
en Ret Marut y, valiéndose de su predisposición al histrionismo, logró algunos
trabajos como actor en espectáculos populares. Su cambio de nombre vino de la
mano de un cambio de nacionalidad, pues a partir de entonces, comenzó a afirmar
que había nacido en San Francisco, el 25 de febrero de 1882, y que,
lamentablemente, todos sus papeles de nacimiento se habían destruido en el gran
terremoto de 1906 en la ciudad norteamericana. Así, de a poco, el operario
manual anarquista se convirtió en el editor de uno de los medios de prensa más
inquietos de aquella Alemania que salía de la Gran Guerra y comenzaba a
acomodarse en el consiguiente periodo de posguerra. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">En
uno de los últimos artículos que Ret Marut publicó en <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Der Ziegelbrenner</i>, antes de cerrar la revista, se refería a los
escritores norteamericanos más leídos en su propio país. Allí, entre varios
nombres, mencionaba a Upton Sinclair, Jack London, Mark Twain, Theodore Dreiser
y a un tal B. Traven, a quien nadie conocía en Alemania. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">El
siguiente paso de Otto Feige, aquel antiguo operario manual anarquista, fue
desprenderse de la personalidad de Ret Marut, enterrando al incendiario
gacetillero de Munich. En algún momento del año 1924, Otto Feige, alias Ret
Marut, cruzó el Océano Atlántico, desembarcó en México y se convirtió en el
novelista B. Traven. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjrs8c6ndJetibF1qcy_5GhSSiwYrlcP5B3IpVHqwLjSBwL-uMwME15BKxPcJ6wGvB8rJWBX1DnnTGojBR-jQ4hDvnR0vyKD03W4ibhAYr7X_LTQzksEluKbV2OLVkFSWv0SiQDJxhqgHw/s1600/Btraven.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="588" data-original-width="905" height="258" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjrs8c6ndJetibF1qcy_5GhSSiwYrlcP5B3IpVHqwLjSBwL-uMwME15BKxPcJ6wGvB8rJWBX1DnnTGojBR-jQ4hDvnR0vyKD03W4ibhAYr7X_LTQzksEluKbV2OLVkFSWv0SiQDJxhqgHw/s400/Btraven.jpg" width="400" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">El novelista<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">Volvamos
al principio. Cuando en abril de 1926, Ernst Preczang editó en Alemania el
libro de B. Traven <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El barco de la muerte</b>,
convirtiéndose en automático <i style="mso-bidi-font-style: normal;">bestseller</i>,
nadie recordaba el nombre del ignoto novelista que, algunos años atrás, Ret
Marut había señalado como uno de los autores norteamericanos más leídos. El
público, ávido de más Traven, exigió la aparición de nuevas obras de aquel
estadounidense que vivía en México y escribía en alemán. En setiembre de 1926
apareció la novela <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Los pizcadores de
algodón</b>, protagonizada por el mismo narrador de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El barco de la muerte</b>, y en 1927 vería la luz otra novela, <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El tesoro de la Sierra Madre</b>, que a la
postre se convertiría en el libro más famoso de Traven, a raíz de la adaptación
cinematográfica que veinte años después realizara John Huston.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">En
1928, Traven publicó en Alemania dos nuevas obras: la colección de cuentos <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Der Busch</b> y su única obra de no
ficción, la crónica de viaje <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Land des
Frühlings</b>, que incluía 64 páginas de fotografías tomadas por el propio
autor, seguidas en 1929 por las novelas <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Puente
en la selva</b> y <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">La rosa blanca</b>.
Tras la aparición de estos libros, hubo un silencio editorial de dos años y, a
partir de 1931, comenzó la publicación de lo que se llamó “el ciclo de la
caoba”, integrado por las novelas <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">La
carreta</b> (1931), <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Gobierno</b> (1931),
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;">La marcha dentro del reino de la caoba</b>
(1933), <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">La troza</b> (1936), <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">La rebelión de los colgados</b> (1936) y <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El General. Tierra y libertad</b> (1940). <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">Luego
del “ciclo de la caoba”, B. Traven no volvió a publicar durante diez años. En
1950 apareció <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Macario</b>, un largo
cuento fantástico que es, en realidad, un refrito de los relatos ‘El padrino’ y
‘El padrino Muerte’, de los hermanos Grimm, y una década después, en 1960, fue
el turno de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Aslan Norval</b>,
unánimemente considerada una obra menor. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">Es
interesante apuntar que la fama editorial de B. Traven se labró a espaldas de
Estados Unidos, país donde presuntamente había nacido. En <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">B. Traven. Una introducción</b>, Michael L. Baumann cuenta que el
legendario editor Alfred A. Knopf, que sería el primero en publicar a Traven en
inglés, no se enteró de su existencia hasta un viaje que realizó a Alemania en
1932. Cuando dos años después, <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El barco
de la muerte</b> fue editada en Estados Unidos, apenas vendió unos pocos
ejemplares. Una suerte similar corrieron <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Puente
en la selva</b> y <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El tesoro de la Sierra
Madre</b>. Recién cuando la adaptación de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El
tesoro…</b>, realizada por John Huston y protagonizada por Humprey Bogart, Tim
Holt y Walter Huston, fue estrenada en 1948, el público lector estadounidense
comenzó a interesarse por B. Traven. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">Croves/Torsvan<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">Cuando
en 1946, John Huston comenzó a filmar <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El
tesoro de la Sierra Madre</b> en México, el primer día de rodaje apareció en el
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">set</i> un tal Hal Croves, que se
presentó como un traductor residente en Acapulco. Croves le entregó a Huston
una carta escrita de puño y letra por B. Traven, en la que el escritor afirmaba
que el portador conocía al dedillo toda su obra, solicitando que fuera tenido
en cuenta para cualquier consulta técnica, argumental e histórica sobre el
libro. Croves siguió a Huston y a su equipo por los distintos lugares donde se
desarrolló el rodaje, a saber, Michoacán, Tampico y San José Purúa, solo
intercambiando unas pocas palabras con el director, hasta que en algún momento
de la filmación, desapareció.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">Cuando
la película se estrenó, en enero de 1948, un indignado Hal Croves atomizó la
sección de ‘Cartas al director’ de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Life</i>
y <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Time</i> con encendidos ataques al cineasta.
“<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Nunca más tendrá John Huston la
oportunidad de dirigir una película basada en otro de los 14 libros de Traven.
Traven no necesita a Huston</i>”, dice en una de las correspondencias. Y en
otra: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">John Huston nunca será un gran
escritor porque es un mal observado</i>r”. Es verdad que la película no capta
la atmósfera densa de la novela (en la que, a la mitad, el protagonista muere
degollado) y que los personajes mexicanos son presentados de una forma por
demás ridícula, pero Huston logró uno de sus mejores filmes al presentar un
estudio desolador sobre la codicia. Las cartas de Croves a la prensa tenían un
espíritu más propagandístico de la obra de B. Traven que de genuina molestia
por la película de Huston. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">Como
habrá adivinado el sagaz lector que llegó hasta acá, el traductor y furibundo
corresponsal Hal Croves, que se mezcló en el rodaje de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El tesoro…</b> para desaparecer de golpe, como tragado por la propia selva,
no era otro que el mismísimo B. Traven, alias Ret Marut, nacido Otto Feige. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">En
1948, el joven periodista mexicano Luis Spota se propuso averiguar quién se escondía
detrás del misterioso escritor B. Traven. Durante meses, siguió el rastro del
presunto traductor Hal Croves, descubriendo que todas las pistas llevaban a un
mismo lugar: Acapulco. En la ciudad portuaria, el incansable Spota hurgó y
hurgó hasta interceptar una liquidación de regalías que el agente literario
Joseph Wieder le enviaba a Traven desde Suiza. Lo curioso es que el cheque no
iba a nombre de B. Traven ni de Hal Croves, sino de un tal F. Torsvan. Cuando
Spota dio con Torsvan y le enrostró el hecho de que él era el escritor B.
Traven, el imputado, un ingeniero retirado que vivía en un barrio residencial,
lo negó categóricamente, cerrándole la puerta en la cara. Poco tiempo después,
el novelista Upton Sinclair le envió un paquete de libros a B. Traven. Como el
novelista norteamericano no sabía de qué forma contactar a su colega, remitió el
paquete a Ciudad de México, a nombre de Esperanza López Mateos, quien unos años
antes se había convertido en la traductora al español de B. Traven. López
Mateos recibió el paquete y lo despachó hacia Acapulco, a nombre de F. Torsvan.
<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">Puestos
a averiguar quién era F. Torsvan, Spota y otros investigadores se lanzaron a la
búsqueda de los datos biográficos de quien, según las pistas antes señaladas,
no era otro que el mismísimo B. Traven. Hallaron, así, que el nombre de F.
Torsvan apareció oficialmente en México en 1926 (el mismo año que Ernst
Preczang publicaba en Alemania <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El barco
de la muerte</b>, la primera novela de Traven<b style="mso-bidi-font-weight: normal;">)</b>, como el de un ingeniero que acompañó una expedición arqueológica
dirigida por Enrique Juan Palacios por el estado de Chiapas. En un momento del
periplo por la selva, como antes lo hiciera el operario Otto Feige en 1907, Ret
Marut en Munich, en 1924, y, años más tarde, Hal Croves durante el rodaje de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El tesoro de la Sierra Madre</b>, F.
Torsvan había desaparecido abruptamente. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjm9aD2s7aOgvXwgmk9k21QsDyzHMw7a3xysZc80uTDzXz9me2T-cHyWUZIymbF32XWlzzyLOF2qaioSctH4M8s9TfG9_ajOLh3fW0hGuM4yfaStXkairhp1z4zQvM3tjScTjdKzo4u90E/s1600/Traven.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="327" data-original-width="400" height="261" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjm9aD2s7aOgvXwgmk9k21QsDyzHMw7a3xysZc80uTDzXz9me2T-cHyWUZIymbF32XWlzzyLOF2qaioSctH4M8s9TfG9_ajOLh3fW0hGuM4yfaStXkairhp1z4zQvM3tjScTjdKzo4u90E/s320/Traven.jpg" width="320" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 35.4pt; text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">Esperanza<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">Durante
muchos años, la única forma de leer a B. Traven en español fue a través de la
vieja Compañía General de Ediciones S.A., dentro de su colección ‘Ideas, Letras
y Vida’, que publicó gran parte de la obra novelística de Traven. La traductora
Esperanza López Mateos no solo fue la encargada de verter al español la prosa
del esquivo autor, sino que poseyó el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">copyright</i>
de la obra, en un interesante caso de autoría intelectual. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">Esperanza,
hermana de Adolfo López Mateos, quien fuera presidente de México entre 1958 y
1964, y prima del legendario director de fotografía Gabriel Figueroa, es una
pieza clave en la historia de B. Traven y, especialmente, en el mantenimiento
del misterio y el vínculo del escritor con México. Algunas crónicas afirman que
el autor y la traductora se encontraron por primera vez en Michoacán, en 1941. Esperanza
López Mateos es la responsable de haber convertido al español la prosa
profundamente descriptiva de B. Traven, que no se detiene solo en el registro
de paisajes y contingencias geográficas sino que explora al detalle los tipos
humanos, especialmente de los indígenas, no cayendo jamás en el pintoresquismo ni
el retrato de brocha gorda. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">En
un momento de la búsqueda, los investigadores que iban tras los pasos de B.
Traven, constataron que los rastros se diluían al llegar a la traductora. Solo
Esperanza López Mateos se carteaba con el autor; solo ella conocía el proceso
creativo del novelista; solo ella compartía los derechos de la obra del
inalcanzable escritor. Y fue uno de esos investigadores, anclado una medianoche
en alguna cantina del sur mexicano, quien comenzó a preguntarse si en verdad
hubo alguna vez un ingeniero recorriendo Chiapas, un traductor asesorando a un
cineasta, un novelista aporreando una máquina de escribir debajo de un
mosquitero en el trópico. ¿Y si B. Traven no era otro que Esperanza López
Mateos?, se preguntó. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">Cuando
en 1951, Esperanza López Mateos se suicidó, a los cuarenta y cuatro años, no
solo se llevó a la tumba la teoría elaborada por aquel trasnochado rastreador,
sino todo lo que conocía del auténtico B. Traven, con quien se había carteado
durante años. Cuando el 26 de marzo de 1969, murió en Ciudad de México Hal
Croves, hubo cierta coincidencia en la prensa mundial en señalar que el muerto
era B. Traven. La disposición testamentaria indicaba que sus cenizas fueran
esparcidas en el río Jataté, en Chiapas, no solo para permanecer en una zona
que le había sido muy querida al escritor, sino también para no dejar rastros
tras de sí, para que en el futuro nadie tuviera que reducir el cadáver,
estableciendo la conexiones posibles entre Otto Feige, Ret Marut, Hal Croves,
F. Torsvan y B. Traven. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXHj6h6GHHPFr-Bdtn1toJFLHldhjud9fMOSUTB-fNZBwXZwwTWy68G9Vg4nzzAT4VDxFQ2xyZ99-sqFnpBDAG8ufy-FFG62edrPhXhWuW8kRrOhqBNje0X76Fsgno9u7LNSAUAAyujpg/s1600/atipicos-bruno-traven-el-barco-de-la-muerte-anarquismo-1955-D_NQ_NP_13631-MLU20079550967_042014-F.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1200" data-original-width="792" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXHj6h6GHHPFr-Bdtn1toJFLHldhjud9fMOSUTB-fNZBwXZwwTWy68G9Vg4nzzAT4VDxFQ2xyZ99-sqFnpBDAG8ufy-FFG62edrPhXhWuW8kRrOhqBNje0X76Fsgno9u7LNSAUAAyujpg/s400/atipicos-bruno-traven-el-barco-de-la-muerte-anarquismo-1955-D_NQ_NP_13631-MLU20079550967_042014-F.jpg" width="263" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";"><o:p><br /></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">Los libros<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">El barco de la muerte</span></b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">, la primera novela de Traven, presenta los grandes temas
del autor: la confraternidad entre desclasados, las relaciones de poder entre
poderosos y subordinados y una concepción de la vida teñida por la presencia
insoslayable de la muerte. Gerard Gales, narrador que reaparece en <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Los pizcadores de algodón </b>y <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Puente en la selva</b>, se suma a la
tripulación del <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Yorikke</i>, un “barco de
la muerte” integrado por marineros indocumentados que trabajan como esclavos.
Gales dice haber nacido en Nueva Orleans, pero al haber perdido todos sus
papeles de identificación se ve obligado a vagar sin rumbo por los puertos en
busca de un barco que lo acepte, sabiendo que no puede quedarse en ningún país.
<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">Puente en la selva</span></b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";"> reencuentra a Gales varios años después, convertido en
cazador de pieles de cocodrilo en México, en un periplo que lo lleva a
detenerse en un decrépito pueblo en la selva, levantado a la sombra de un
yacimiento de petróleo. El puente del título, una inestable construcción de
madera, sin barandas, sobre unas aguas amarillas y traicioneras por las que desaparece
un niño, se convierte en un personaje más de la trama, a cuyo alrededor Traven
despliega una comedia humana que le da voz a los desposeídos. El libro fue
llevado al cine en 1971 por Pancho Kohner y protagonizado por John Huston,
quien no tuvo esta vez a ningún Hal Croves que desde la prensa cuestionara su
labor actoral.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">Cerremos
este brevísimo repaso por algunas obras de Traven mencionando a <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">La carreta</b>, la primera entrega del
“ciclo de la caoba”, publicada en 1931, un libro que en Alemania fue prohibido
por los nazis. En él, Traven analiza con dotes de antropólogo las relaciones de
poder de los indígenas mexicanos insertos en lo que podría llamarse una
sociedad de consumo. Se trata de uno de los libros más originales del autor,
que mezcla en su historia el rescate de ciertas leyendas con la voz de los
eternos desclasados, como cuando el narrador reflexiona: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Los harapos eran regalados a quienes los mendigaban. En este mundo no
hay pantalón, camisa o par de zapatos lo bastante viejos para que no exista
algún ser humano que al verlos exclame: “Démelos; mire usted como ando. ¡Muchas
gracias, señor!”</i><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";">B.
Traven es un autor que ha sido copiosamente publicado y que goza de una buena
salud editorial. Sus novelas, especialmente las que escribiera en la segunda
mitad de la década del veinte, han sido traducidas a más de cuarenta idiomas.
El 2009 fue considerado el Año Internacional Traven y el año pasado, el Museo
de Arte Moderno de México presentó la exposición más completa jamás montada
sobre el enigmático escritor: cartas, fotos, material fílmico y todas las
ediciones posibles de su obra le dieron forma a una muestra copiosamente
visitada. En Uruguay, hace algunas semanas Ediciones de la Banda Oriental, en
su colección Lectores, publicó una selección de sus <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Cuentos mexicanos</b>, que acerca a los lectores de este suburbio del
mundo una muestra más que representativa de las ideas, el estilo y la impronta
de este gran escritor. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjcKb8A92GxSTnwyjCsnRwL0lbULFvKR_IhJoUgPAMjdTcJOk_T39B-9Tf62ZG85FNFf9jTOibvtaDg0y34qIK7md3iVVpsTtstgd_A1X_PYjpAzzvltAm_iC49d9_wiPScrFBa89aomTE/s1600/el-tesoro-de-sierra-madre.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1480" data-original-width="945" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjcKb8A92GxSTnwyjCsnRwL0lbULFvKR_IhJoUgPAMjdTcJOk_T39B-9Tf62ZG85FNFf9jTOibvtaDg0y34qIK7md3iVVpsTtstgd_A1X_PYjpAzzvltAm_iC49d9_wiPScrFBa89aomTE/s400/el-tesoro-de-sierra-madre.jpg" width="255" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-font-family: "Arial Unicode MS";"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
-<span style="font-size: x-small;">Publicado en el semanario <b>Brecha</b>, el 11/VIII/2017.</span>Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-83914443627583749112018-04-08T09:03:00.000-07:002018-04-08T09:03:33.921-07:00Veinte años de ‘El traductor’, de Salvador Benesdra<br />
<div align="center" class="MsoNoSpacing" style="text-align: center;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 16.0pt;">Historia turbulenta</span><span style="font-family: "Times New Roman", serif;"><span style="font-size: xx-small;">(*)</span><span style="font-size: 16pt;"><o:p></o:p></span></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Aparecida
en 1998, un par de años después de la muerte de su autor, la novela <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El traductor </b>se viene labrando un
particular camino dentro de la literatura argentina, sumando lectores con cada
nueva edición y manteniendo el carácter de ‘libro de culto’ con que fue publicado,
dos décadas atrás. <o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Martín
Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Al principio, los hechos. Salvador
Benesdra, escritor, periodista, docente y psicólogo, se suicidó el 2 de enero
de 1996. Había nacido en Buenos Aires, cuarenta y tres años atrás, en una
familia de origen judío sefaradí, y a pesar de no haber pronunciado una palabra
hasta los tres años, llegó a dominar con soltura siete idiomas. Fue docente de
epistemología genética en la Universidad de Buenos Aires; fue bicho de
redacciones (<i style="mso-bidi-font-style: normal;">La Voz</i>, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">La Razón</i>, integrante del equipo original
de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">Página/12</i>), especializándose en el
tratamiento de temas internacionales, y escribió un curioso manual de autoayuda
llamado <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El camino total</b>, publicado
por la editorial Eterna Cadencia dieciséis años después de su muerte. Pero si
por algo ha entrado Salvador Benesdra en la historia de la literatura argentina
en particular, y en la historia de la literatura a secas, es por su novela <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El traductor</b>, un extrañísimo artefacto
que desacomoda cánones, estilos y cuanta cómoda etiqueta esgrime la crítica
literaria. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi1EIhQhKBsyyxoJrjh9e9NfulgBHkILHJY3KAtS8_KXfWJlVSeJyVWriA3mLfntHa_SOmvBw-DHGxepNlXJXUsE2rTZN_b-LnRccBktladIAxR2oSld8vcay3GakvSo80IbqbIgPuH7C4/s1600/B1l4qz2nme_930x525.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="525" data-original-width="930" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi1EIhQhKBsyyxoJrjh9e9NfulgBHkILHJY3KAtS8_KXfWJlVSeJyVWriA3mLfntHa_SOmvBw-DHGxepNlXJXUsE2rTZN_b-LnRccBktladIAxR2oSld8vcay3GakvSo80IbqbIgPuH7C4/s400/B1l4qz2nme_930x525.jpg" width="400" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><o:p><br /></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><o:p><br /></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">El
libro<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">"<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Me
dije que tal vez era cierto después de todo de que las ideologías están
muertas; me regodeé mirando por la ventana del bar cómo el sol caliente de la
primavera de Buenos Aires comenzaba a fundir todas las convicciones del
invierno. Sospechaba por primera vez que podía haber un placer en el vértigo de
flotar en ese caldo uniforme que se había adueñado hacía tiempo de todos los
espacios del planeta. El sol volcaba su fiesta de distinciones sobre todos los
objetos de esa esquina, pero yo sentía que por todas partes estaba drenando una
noche gris de gatos universalmente pardos, una apoteosis de la indiferenciación
que por primera vez no lograba despertarme miedo</i>". El que habla, el
que escribe, es Ricardo Zevi, único traductor en planta de la editorial izquierdosa
Turba y así comienza <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El traductor</b>.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">El escenario es Buenos Aires, la época:
los primeros años noventa. El Muro de Berlín ha caído algunos años atrás, la
Unión Soviética acaba de disolverse y, en Argentina, la primera presidencia de
Carlos Saúl Menem ya dispersa en el aire la nefasta jedentina que iría adensándose
con el paso de la década. La editorial Turba persiste en su prédica de
izquierda, con la publicación y distribución de materiales de variado tenor
(libros, revistas, folletos) y, al inicio de la novela, sin saber a ciencia
cierta por qué, Ricardo Zevi se encuentra traduciendo a Ludwig Brockner, un filósofo
ultraderechista alemán que en su discurso mastica, con ironía y resentimiento,
a Nietzsche y a Lacan. Con el paso de las páginas y el desglose de la historia,
el lector se irá enterando de que la editorial izquierdosa no lo es tanto (su
funcionamiento fordiano fagocita los acuerdos salariales y las negociaciones
sindicales) y que Ricardo Zevi no tiene las cosas tan claras: ni su posición en
la empresa, ni sus convicciones ideológicas, ni su estabilidad mental ni su
historia de amor con Romina, una salteña adventista que se convierte en el
motor central de toda la novela. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La prosa de Salvador Benesdra es densa
pero atravesada por un humor particular, que comienza por reírse con el
protagonista del propio protagonista, al tiempo que interpela continuamente al
lector y cambia el foco de la historia: a los prolegómenos de un encuentro
amatorio y su concreción, le sigue la descripción detallada de una asamblea
gremial donde aparecen alianzas y rencillas en cada página; a una transcripción
de la farragosa prosa del reaccionario Brockner, continúa una disquisición
personal de Zevi sobre su condición de judío sefaradí, que está en el centro
mismo de su profesión de avezado traductor, por “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">la misma obstinación de aceptar como única cultura útil para ser
tolerada en la ‘buena familia’ los idiomas, ese poliglotismo que en los
Balcanes le podía salvar la vida a cualquiera, porque no había mil metros
cuadrados de superficie donde se hablaran menos de cinco idiomas. Al punto que
uno podía haber conocido en Buenos Aires el eco gigantesco que provocan las paredes
de una casa acomodada sin un miserable libro y haber tenido sin embargo
profesora de inglés y de francés desde los siete años</i>”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Cierta propensión a la locura, al
desborde, pero sin abandonar nunca el realismo, emparenta a Ricardo Zevi con
otros personajes protagónicos de la literatura argentina, como el narrador sin
nombre de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El silenciero</b> (1964), de
Antonio di Benedetto, dedicado a construir estrambóticos sistemas para evadir
el ruido de la ciudad o el Mario Gageac de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El
desierto y su semilla</b> (2001), de Jorge Barón Biza (otro suicida con una
única novela, como Benesdra), que relata el periplo que emprende junto a su
madre para que le reconstruyan a ésta su rostro desfigurado en una clínica
italiana. Y por sobre todos ellos, gravita la presencia fantasmagórica de Remo
Augusto Erdosain, el inolvidable protagonista de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Los siete locos</b> (1929) y <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Los
lanzallamas</b> (1931), de Roberto Arlt, invocado por el propio Zevi en alguna
página de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El traductor</b>. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La novela es, además, una radiografía de
Buenos Aires, de la ciudad nocturna y caminada, un ensamblaje de bares y de
zaguanes, de portones, plazas y depósitos, de almacenes portuarios y calles mal
iluminadas. Uno de los momentos más líricos, y en Benesdra esto siempre es
engañoso, ocurre cuando Zevi se larga a caminar sin rumbo por Barrio Norte
hasta San Telmo, horadando su propia existencia con el filo de los recuerdos de
las épocas estudiantiles: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Dejé que todos
sus rincones me penetraran por los poros para que salieran de mi mente para
siempre. No paseaba, caminaba a paso acelerado, el paso de los locos. No
miraba, no grababa en la retina. Incorporaba a los huesos, a las articulaciones
exigidas por el taconeo recurrente, a los músculos sacudidos por la marcha
enceguecida cada esquina, cada clima, cada mito</i>”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjcf2VENIuQSuGzaj1DUqDWt_y5PeDotIMj1F0shHTwk74ZUgrXcJmOHbAZhca6hnH0IKZfxFqCCQMykHLZtDdYTOgYgkuh9iWDr9rITxg7uN9D-jVSV3ohmmbQDM9riFkI4YXlvXJ3eyE/s1600/9789871673704.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="300" data-original-width="200" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjcf2VENIuQSuGzaj1DUqDWt_y5PeDotIMj1F0shHTwk74ZUgrXcJmOHbAZhca6hnH0IKZfxFqCCQMykHLZtDdYTOgYgkuh9iWDr9rITxg7uN9D-jVSV3ohmmbQDM9riFkI4YXlvXJ3eyE/s400/9789871673704.jpg" width="266" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><o:p><br /></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><o:p><br /></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La
edición<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Hace veinte años, Ediciones de la Flor
publicó la novela <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El traductor</b>. La
edición fue financiada por una beca de la Fundación Antorchas y por la familia
de Salvador Benesdra. En el año 2012, Eterna Cadencia, reeditó el libro con un
prólogo de Elvio E. Gandolfo, convirtiéndose en uno de los títulos más vendidos
del catálogo de la editorial hasta la fecha. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">El propio Gandolfo relata en el prólogo el
derrotero que siguió el manuscrito que Benesdra no llegaría a ver publicado:
presentada al Premio Planeta Argentina en 1995, certamen donde Gandolfo formaba
parte del jurado de preselección, la novela quedó entre las diez finalistas (<b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Sucesos argentinos</b>, de Vicente
Battista, sería el libro ganador). <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Cuando la noticia trascendió en la prensa,
Benesdra contactó a Gandolfo para que lo asesorara sobre qué pasos seguir para
lograr la publicación. Gandolfo, que había acarreado el pesado manuscrito
durante algunos viajes entre Buenos Aires y Montevideo y que, desde el
principio, consideraría que aquella novela era por demás “premiable”, le
sugirió a Benesdra probar con Ediciones de la Flor, al tiempo que recomendó el
libro a la beca de la Fundación Antorchas. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Todo esto ocurrió en los meses finales de
1995, con los tiempos propios que suelen desplegar los diversos actores del
mundo editorial, por los que Salvador Benesdra no estaba dispuesto a aguardar.
Aquellas fiestas navideñas, el escritor las pasó en un balneario de la costa
rochense, redactando su segunda novela; luego volvió a Buenos Aires y, el
segundo día del año 1996, saltó del décimo piso del edificio donde vivía. Luego,
lo que se sabe: la beca fue aceptada, el libro fue publicado póstumamente y el
nombre de Salvador Benesdra comenzó a circular por el mundillo de las
redacciones y los suplementos culturales. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Es verdad que es muy difícil para un
libro, y por descontado para su autor, máxime si está muerto, escapar del
rótulo de “obra de culto”, que no deja de tener una connotación de cerrado, de
algo gravado como un impuesto y grabado como un sello, para lo que parecen
estar exentas las consideraciones críticas, positivas o negativas. En veinte
años, <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El traductor</b> ha sabido abrirse
camino en la frondosa selva de la literatura argentina con paso firme y seguro,
multiplicando lectores y resignificando sentidos dispersos en la trama. La
invitación queda planteada. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><o:p><br /></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="text-align: center;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;"><span style="font-size: xx-small;">(*) -</span><span style="font-size: x-small;">Publicado en el semanario BRECHA el 28/III/2018.</span></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="text-align: center;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;"><span style="font-size: x-small;"><br /></span></span></b></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgs2tErKhOHEJaSplR0rJUHZRB9YG70y4HZEPqrTNseT5yGqWCbDSFPSEXRqXVjhRNhAdla39iGXZeh9MRGdz4FPNOaVInmAEEth_64aiAa3GYfg_wc3842TPcXdLGDo5eNHYfvd4Iolpo/s1600/pescante-1.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="619" data-original-width="900" height="275" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgs2tErKhOHEJaSplR0rJUHZRB9YG70y4HZEPqrTNseT5yGqWCbDSFPSEXRqXVjhRNhAdla39iGXZeh9MRGdz4FPNOaVInmAEEth_64aiAa3GYfg_wc3842TPcXdLGDo5eNHYfvd4Iolpo/s400/pescante-1.jpg" width="400" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="text-align: center;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;"><span style="font-size: x-small;"><br /></span></span></b></div>
<br />Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-80058120755529239702018-03-02T06:02:00.000-08:002018-03-02T06:02:12.758-08:00‘La selección natural’, de Charles Darwin, ilustrada<br />
<div class="MsoNoSpacing">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNoSpacing" style="text-align: center;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 16.0pt;">El gran árbol de la vida </span><span style="font-family: "Times New Roman", serif;"><span style="font-size: x-small;">(*)</span><span style="font-size: 16pt;"><o:p></o:p></span></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Una
flamante edición de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">La selección natural</b>
es la excusa para volver a Charles Darwin, ante cuyas ideas no solo la ciencia
sino el avance de la humanidad toda –en sus millones de contingencias– no están
ajenas con el inefable discurrir de los años. Más de un siglo y medio después
de haber sido expuestas, argumentadas y fijadas en papel, las bases de la
selección natural de las especies tienen mucho para seguir aportando. <o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Martín
Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La clave está en entender el secreto orden
que aletea a través del caos del mundo. Pero para comprender ese orden preciso,
casi divino, hay que tener en cuenta los millones de mecanismos de destrucción,
lucha y supervivencia que ocurren segundo tras segundo, a nuestro alrededor. La
clave la fijó Darwin en el primer párrafo de su tratado: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Contemplamos la imagen radiante de la Naturaleza y, a menudo, vemos
abundancia de alimento. No vemos, u olvidamos, que los pájaros que cantan
ociosos a nuestro alrededor se alimentan en su mayoría de insectos y semillas,
y que de esta forma destruyen vida continuamente. Olvidamos que buena parte de
estos cantores, o sus huevos y nidos, son destruidos por aves de presa y otros
depredadores. No siempre consideramos que, aunque en un momento dado haya
abundancia de alimento, no ocurre así en todas las épocas del año que pasa</i>”.
<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">El
naturalista<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Sabemos que nada en el mundo le era ajeno.
Y aunque hemos fijado en nuestra percepción la imagen de ese hombre viejo, calvo
y de copiosa barba blanca, que con gravedad nos devuelve la mirada desde
daguerrotipos reproducidos en enciclopedias y solapas, Charles Robert Darwin
también fue un joven inquieto alguna vez. Nacido en la ciudad inglesa de Shrewsbury,
en el condado de Shropshire, ubicado en las Midlands del Oeste, en el año 1809,
rápidamente dejó atrás sus estudios de Medicina para dedicarse a analizar, con
enfermiza precisión para algunos de sus condiscípulos, la composición,
estructura y ciclo vital de los invertebrados marinos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Geología, botánica, zoología. Todo se
potencia y se redimensiona ante la mirada de Darwin, ante la visión analítica
de un mundo complejo, en permanente cambio, y ante la postura crítica de los
férreos postulados heredados. Podemos verlo, así, a bordo del imponente buque
HMS Beagle, en una travesía de cinco años (1831-1836): joven, temerario e
inquieto, con la potestad de moverse en tierra firme mientras espera el regreso
de la nave al puerto. De aquel largo periplo, Darwin solo estuvo en alta mar dieciocho
meses, mientras que durante tres años y tres meses metió talón por sitios tan
diversos como las costas chilenas y la profunda Patagonia, viajando desde el
Puerto de Valparaíso hasta Mendoza a través de la Cordillera de los Andes,
entre otros maratónicos recorridos. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">El 24 de setiembre de 1832, en las
cercanías de Bahía Blanca, por los barrancos costeros de Monte Hermoso, Charles
Darwin localizó una colina de fósiles de mamíferos gigantescos esparcidos junto
a los restos modernos de bivalvos (que se habían extinguido en épocas más
recientes y de forma natural). Un diente encontrado en las excavaciones le
permitió identificar al megaterio, constituyéndose en la primera muestra fósil
que le permitiría cavilar sobre la mutabilidad de las especies, piedra angular
de su archiconocida teoría. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Es curioso ver como este joven investigador
–entonces tenía 23 años– no obnubiló su visión ante el mero hallazgo científico
en sí, ya que sus diversas recorridas no están ajenas a la observación de
diversos problemas políticos y sociales. En ese sentido, la lectura de su
famoso diario <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">El viaje del Beagle</b>
(1839), originalmente llamado <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">Diario y
observaciones</b>, constituye un muestrario de intereses diversos, articulados
por la visión privilegiada de una mente única, que no deja pasar nada: desde
Río de Janeiro a Bahía Blanca, desde Maldonado a la Isla de Chiloé, desde Cabo
Verde a Tahití, todo en Darwin se vuelve materia de estudio y de reflexión,
infatigable magma de conocimiento discurriendo en el tamiz de una mente ávida
por saber. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtyINTJtqyhmA2CAgJGbEmpsfayCLBCxFsXEJ4zQWL18xmSflzpvEWgevWD2Jssv_Jwx5vB2onTwep2c7KyLexV_InxJBzxkpDKgCru1aZCalzN-EX_WUyhfLESyz5YKLF1vhca-Cs_F0/s1600/20-21-darwin-caballo-3.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="551" data-original-width="800" height="275" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjtyINTJtqyhmA2CAgJGbEmpsfayCLBCxFsXEJ4zQWL18xmSflzpvEWgevWD2Jssv_Jwx5vB2onTwep2c7KyLexV_InxJBzxkpDKgCru1aZCalzN-EX_WUyhfLESyz5YKLF1vhca-Cs_F0/s400/20-21-darwin-caballo-3.jpg" width="400" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La
guerra del mundo<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La editorial madrileña Nórdica Libros ha
publicado una versión bastante tijereteada de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">La selección natural</b>, con impecable traducción de Íñigo Jáuregui e
ilustraciones de Ester García. El libro, un cuidado objeto que engalana por su
porte cualquier biblioteca, impreso con una letra grande y con profusión de
dibujos, constituye una nueva versión del clásico texto de Charles Darwin. Los
mencionados dibujos, de impecable factura en blanco y negro, humanizan a
algunos de los animales mencionados en el texto (un gato y un ratón jugando en
subibaja, unos ciervos practicando esgrima, etc.), sin mayores aportes en
cuanto al conjunto que conforma con el texto en sí, donde se encuentra,
imperturbable, el auténtico valor de esta edición. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">En una prosa precisa, exenta de galimatías
científicos y sin notas al pie, en <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">La
selección natural</b> Charles Darwin le da vueltas a una teoría que se conforma
en convencimiento, partiendo del análisis de una gran cantidad de ejemplos,
contraponiéndolos y enumerando, sobre el final del texto, los eventuales
problemas que acarrea el planteo realizado. Para abordar la noción de selección
natural, dice, “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">es bueno tratar de
plantearnos cómo podríamos dar alguna ventaja a una especie sobre otra.
Probablemente en ningún caso sabríamos qué hacer para conseguirlo. Eso nos
convencerá de nuestra ignorancia sobre las relaciones entre los seres vivos,
una convicción tan necesaria como aparentemente difícil de adquirir. Todo lo
que podemos hacer es tener bien presente que todos los seres vivos luchan por
aumentar su número en proporción geométrica; que todos, en algún periodo de su
vida, en alguna época del año, en cada generación o a intervalos, deben luchar
por su vida y sufrir una gran destrucción. Cuando reflexionamos sobre esa
lucha, podemos consolarnos con la convicción de que la guerra en la Naturaleza
no es incesante, que no se siente ningún miedo, que la muerte suele ser rápida
y que los fuertes, sanos y felices sobreviven y se multiplican</i>”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Desterrada, pues, la idea de una guerra
violenta entre especies, en el interior de cada una y entre ellas con el
entorno en que se mueven, es posible comenzar la comprensión de la gran
variedad de mecanismos (término tan poco natural pero preciso aquí) con que la
Naturaleza, en su magnífica sabiduría pragmática, contribuye a la vida y no a
la extinsión. Los ejemplos analizados por Darwin, en ese sentido, son notables,
y de todos ellos quiero detenerme unas líneas en los que tienen que ver con el
color de ciertos animales: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Cuando vemos
que los insectos que comen hojas son verdes y los que se alimentan de corteza
tienen motas grises, que la perdiz alpina es blanca en invierno, el lagópodo
escocés tiene el color del brezo y el gallo lira es pardo como la tierra
pantanosa, podemos pensar que esos tonos sirven a estas aves e insectos para
escapar del peligro. Los lagópodos, de no ser destruidos en algún periodo de su
vida, aumentarían hasta resultar incontables (…) Así pues, no veo ninguna razón
para dudar que la selección natural pudo ser muy eficaz dando el color adecuado
a cada tipo de lagópodo y manteniendo ese color neto y constante una vez
adquirido</i>”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Dentro el ámbito abierto por el análisis
de la selección natural, Darwin introduce el estudio de la selección sexual,
para comprender cómo los machos de determinadas especies fueron dotados para
perpetuar la descendencia y contribuir, así, a la continuidad de la especie. Y
si bien es cierto que la selección natural dotó de medios especiales de defensa
a ciertos animales, como la melena del león, la paletilla almohadillada del
jabalí y la mandíbula ganchuda del salmón macho, en muchos casos el mecanismo
defensivo es la conclusión de un largo proceso ocurrido durante la evolución.
Un ejemplo claro de este punto es la cola de la jirafa, que semeja un funcional
espantamoscas de fabricación artificial anexado a las extremidades del animal,
pero que es, en realidad, fruto de un larguísimo devenir que se pierde en la
noche de los tiempos: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Viendo la
importancia de la cola como órgano locomotor en la mayoría de los animales
acuáticos, su presencia general y su utilidad para muchos fines en tantos
animales terrestres, cuyos pulmones y vejigas natatorias revelan su origen
acuático, quizás puedan explicarse de este modo. Una cola bien desarrollada que
se hubiera formado en un animal acuático, podría moldearse posteriormente para
todo tipo de fines, como espantamoscas, órgano prensil, o para ayudar a darse
la vuelta, como ocurre con el perro, aunque esta ayuda debe ser pequeña, porque
la liebre, que apenas tiene cola, puede girarse muy rápidamente</i>”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Es interesante observar, como refleja el
fragmento anteriormente citado, la forma en que Darwin avanza en la exposición
de su teoría, evadiendo a la generalidad sin desatender la anomalía o aquello que
escapa de lo común, sabedor de que la Naturaleza en sí y que cada especie
animal, cada tipo de planta, cada roca incrustada en las capas geológicas
proceden de un misterio superior, un misterio que es posible cercar para
proyectar sobre él un rayo de luz, pero que nunca puede ser revelado en su
totalidad. Y saltando del reino animal al vegetal podemos tomar, por ejemplo,
el caso de un bambú rastrero que el naturalista encontró en el archipiélago
malayo. Dicho bambú trepa por los troncos de los árboles más altos auxiliado
por una serie de ganchos delicadamente construidos y agrupados alrededor de los
extremos de las ramas, convirtiéndose en un mecanismo de suma utilidad para la
planta. Pero como los mismos tipos de ganchos, apunta Darwin, se encuentran en otras
plantas que no son trepadoras, los ganchos del bambú pudieron haber surgido por
leyes de crecimiento desconocidas y después haber sido aprovechadas por la
planta que experimentó una nueva transformación, convirtiéndose en trepadora. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">De la observación de cientos de ejemplos
que Darwin encontró a lo largo de sus viajes e investigaciones, arribó a la
conclusión de que la selección natural nunca produce en un ser nada que le sea
perjudicial, porque actúa únicamente por y para el bien de todos ellos. De lo
anterior se establece que si se alcanza un equilibrio entre el bien y el mal
causado por cada parte, se ve que en conjunto todas son ventajosas y que,
pasado el tiempo, en condiciones de vida diferentes, si una parte se vuelve
perjudicial será modificada, y si no, el ser se extinguirá como se han
extinguido miles de criaturas. Tan increíble y sencillo como eso. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="mso-bidi-font-weight: normal;"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Libro
abierto<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Una de las imágenes más poderosas para
comprender el verdadero alcance de la selección natural es aportada por Charles
Darwin sobre el final de su tratado, y consiste en ver las afinidades entre los
seres vivos de la misma clase mediante la imagen de un gran árbol. El gran
árbol de la vida. Escribe Darwin: “<i style="mso-bidi-font-style: normal;">Las
ramitas verdes e incipientes pueden representar las especies existentes, y las
engendradas durante cada año anterior representarán la larga sucesión de
especies extinguidas. En cada etapa del crecimiento, los vástagos intentan
ramificarse por doquier, y dominar y matar a los vástagos y ramas circundantes,
igual que las especies y grupos de especies tratan de doblegar a otras especies
en la gran batalla por la vida. Las ramas principales, que se dividen en ramas
grandes, las cuales se dividen en otras cada vez menores, fueron anteriormente,
cuando el árbol era pequeño, vástagos incipientes, y esta conexión entre los
brotes anteriores y los actuales por la ramificación puede representar bien la
clasificación de todas las especies extintas y vivas en grupos subordinados a
otros grupos. De los muchos vástagos que florecieron cuando el árbol era un
simple arbusto, sólo dos o tres, convertidos ahora en grandes ramas, sobreviven
todavía y soportan a todos los demás. Del mismo modo, muy pocas de las especies
que vivían en periodos geológicos remotos tienen actualmente descendientes
vivos y modificados. Desde el primer crecimiento del árbol, muchas ramas se han
podrido y caído, y esas ramas desaparecidas de diferente tamaño representan
todos esos órdenes, familias y géneros que actualmente no tienen descendientes
vivos y que solo conocemos por haberlos encontrado en estado fósil</i>”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La lectura de <b style="mso-bidi-font-weight: normal;">La selección natural</b> nunca pierde vigencia. El libro parece estar llamado
a reconvertir el alcance de sus postulados con cada generación de lectores,
picaneando a la comunidad científica –la misma que demoró casi cien años en
considerar a la selección natural como sustento inicial de la evolución de las
especies– a no desatender cada uno de los fenómenos apuntados y expuestos en el
tratado. Finalmente, la lectura de este libro para cualquier lector de a pie,
aporta novedosos elementos para comprender mejor el mundo en el que vivimos,
especialmente en una época donde la industrialización exacerbada, al servicio
de los grandes capitales y con el hiperconsumismo como máxima guía, se encarga
de fagocitar y destruir los recursos naturales del planeta con una impunidad
pasmosa. Desde la cubierta del HMS Beagle, imperturbable a las mareas del
tiempo y de los hombres, el joven naturalista británico, con los cabellos
revueltos bajo los aires del Atlántico, otea la costa cercana, ávido de poner
pie en tierra firme y avanzar hacia lo desconocido, donde lo espera el rastro
de una ignota especie, una huella reciente sobre el limo de un río, un árbol
repleto de frutos creciendo entre las espinas, un mundo misterioso para ser
explorado. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><span style="mso-spacerun: yes;"> </span><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
-<span style="text-align: center;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;"><span style="font-size: x-small;"><b>(*) </b>Publicado en el semanario BRECHA, el 01/XII/2017.</span></span></span>Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-82675647906803599252018-02-15T08:12:00.001-08:002018-02-15T08:12:30.798-08:00Cuentos completos de Horacio Quiroga<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNoSpacing" style="text-align: center;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 16.0pt;">El largo trabajo del cuentista<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La publicación
de los <b>Cuentos completos</b> de Horacio
Quiroga, que acaba de aparecer de la mano de la editorial Seix Barral, constituye,
además de una celebración de la literatura a secas, el legado que un escritor
superior dejó a una legión nunca diezmada de lectores, que se renueva
generación tras generación; un bloque de inestimable valor de una obra única,
cargada de matices, giros y paisajes y, en ocasiones, injustamente relegada a
un puñado de relatos. <o:p></o:p></span></i></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Martín
Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">El tiempo pasa y Quiroga permanece.
Encasillado por críticos miopes, mal glosado por docentes de Literatura, imitado
por innúmeros escritorzuelos y reducido a un puñado de sucesos biográficos
lúgubres, Horacio Silvestre Quiroga revive el prodigio de su escritura
torrencial en las numerosas rediciones de sus libros más conocidos –<b>Cuentos de amor de locura y de muerte</b>
(1917) y <b>Cuentos de la selva para los
niños</b> (1918)–, al tiempo que desafía la impronta de estilos, vanguardias y
modas literarias con sus historias protagonizadas por personajes enfrentados a
la Adversidad, tan vivos (o muertos) que en sus páginas, la noción de realismo
parece estar siempre, inquietantemente, puesta en duda.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La lectura cronológica de los relatos de
los once libros que conforman los <b>Cuentos
completos</b>, y de una variedad de textos dispersos en diarios y revistas,
permite calibrar varias claves del proyecto literario de Horacio Quiroga: la
tensión de la geografía y el clima, el vínculo entre el hombre y la naturaleza,
la grieta entre el estamento científico y lo sobrenatural, las variadas
aproximaciones al reino animal y, por supuesto, la omnipresencia de la muerte
que mide y ejecuta el destino de los personajes. La lectura del volumen
siguiendo el orden de publicación de los libros, ofrece pautas sobre la unidad
de una obra conformada con materiales heterogéneos, que demuestra un
planificado esmero por volver sobre ciertas tramas, potenciándolas. Dos
ejemplos: el relato ‘Anaconda’, que abre el libro homónimo publicado en 1921, y
que narra el enfrentamiento de varias víboras y serpientes contra los hombres
que se han establecido en la zona para cazarlas y apoderarse de su veneno, por
ejemplo, tiene su continuidad y cierre cinco años después, cuando Quiroga
incluye en <b>Los desterrados</b> a ‘El
regreso de Anaconda’, donde el personaje del título establece, a través de su
propio sacrificio, una suerte de reconciliación con el hombre; la publicación
seriada de los cuentos que terminaron conformando el libro póstumo <b>Cartas de un cazador</b>, originalmente
publicados en la revista <i>Billiken</i> en
1924, reescriben desde una nueva óptica, más realista y mucho más descarnada,
varias de las tramas, personajes y observaciones de los <b>Cuentos de la selva</b>. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Obra
y vida<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">En literatura, un verdadero clásico (vocablo
tan manoseado como preciso) es aquel que dialoga con cada nueva generación de
lectores sin perder ni un ápice de sustancia, bifurcando sentidos y
configurando nuevas recepciones, impávido ante el paso del tiempo. En este
presente licuado por la corriente del pensamiento políticamente correcto e
inclusivo, que habilita la presencia de policías morales para cada acto
creativo, y que ha llevado, en el colmo de la aberración ante la libertad del
arte, a que cantautores reescriban versos de viejas canciones, escritores
renieguen de algunos de sus libros y museos retiren obras de exposición porque
atentan contra las nuevas formas de ver el vínculo entre seres humanos, la obra
cuentística de Horacio Quiroga es una contundente patada a los lugares comunes
de la comunidad biempensante. En sus historias, en su propio estilo, el mundo
es presentado en su cruda y amarga consistencia, a través del tamiz del arte
pero con la ominosa cercanía de lo <i>real</i>,
en un movimiento que muchos críticos y reseñistas se empeñan en ver como una
limitación o una carencia. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">En un texto publicado en el diario <i>La </i>Nación, en 1977, Jorge Luis Borges,
evidenciando una doble ceguera, afirmó que “<i>Horacio
Quiroga es en realidad una superstición uruguaya. La invención de sus cuentos
es mala, la emoción nula y la ejecución de una incomparable torpeza</i>”. Si
bien es verdad que muchos relatos del salteño pecan de ser excesivamente
efectistas o de cierta tosquedad en su ejecución, cuesta cerrar filas con
Borges ante la lectura de ‘Los destiladores de naranja’, ‘Miss Dorothy
Phillips, mi esposa’, ‘Tacuara-Mansión’, ‘Nuestro primer cigarro’, La
meningitis y su sombra’, ‘La tortuga gigante’ o ‘Los mensú’, por nombrar solo
un puñado de cuentos indestructibles. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Es interesante observar, además, como a lo
largo de su extensa trayectoria como cuentista, Horacio Quiroga fue explorando
el género al que se dedicó prácticamente en exclusiva, desde la decantación
inmediata de las lecturas de Guy de Maupassant y Edgar Allan Poe –el primer
relato de estos <b>Cuentos completos</b>,
que abre a su vez su primer libro de cuentos, <b>Los arrecifes de coral</b> (1901), se titula ‘El tonel de amontillado’
y, además de una secuela o reescritura del cuento homónimo de Poe, la palabra
con la que comienza es el propio apellido del escritor bostoniano–, a la
complejidad estructural de relatos posteriores, como el ensamblado de historias
interconectadas de los cuentos de <b>Los
desterrados</b> (1926), donde las peripecias de un puñado de personajes en
Misiones (Juan Brown, el doctor Else, el químico Rivet) son comentadas de un
relato a otro, conformando una interesante unidad espacial y temporal que no
afecta la lectura por separado de cada relato. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La propia biografía de Quiroga, un hombre
inquieto, un auténtico buscavidas (niño salteño, estudiante en Montevideo,
joven viajero en París, apasionado por el naciente cinematógrafo, empedernido
ciclista, poeta frustrado, involuntario homicida, fundido agricultor de algodón
en el Chaco y chacarero en Misiones, entre otros hitos), despunta como ambiente
y sustento de su literatura, reconvirtiéndose en tramas, escenarios y
personajes, en un interesante movimiento de vida y obra que representa, al
mismo tiempo, un distanciamiento del yo y un aprovechamiento de la peripecia
vital, esparcido a lo largo de sus cuentos. Es por eso que al concluir la
lectura de la totalidad de los cuentos de Horacio Quiroga, uno termina
enfrentado a la estructura de una obra única, construida a través de varias
décadas y, también, conociendo mejor al demiurgo de esos universos propios,
tangibles y ominosos, que han merecido la designación de quiroguianos. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj-0hHRCPWBz9x_y9bEBcc4ZBH7SRDGYoCc25fWKfu5OyflLLu1bO04gurZl1hSkfBC4X93gNXG8jczhwabKhTTaADvbdH1pVOT7ENM2H2yhUoSQgD3C20NKPfplMRRyT2CewsasQq1EOI/s1600/264480_portada_cuentos-completos_horacio-quiroga_201709261718.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1600" data-original-width="1045" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj-0hHRCPWBz9x_y9bEBcc4ZBH7SRDGYoCc25fWKfu5OyflLLu1bO04gurZl1hSkfBC4X93gNXG8jczhwabKhTTaADvbdH1pVOT7ENM2H2yhUoSQgD3C20NKPfplMRRyT2CewsasQq1EOI/s400/264480_portada_cuentos-completos_horacio-quiroga_201709261718.jpg" width="261" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Casi
completos<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Para finalizar, algunos apuntes sobre esta
edición de los <b>Cuentos completos</b> de
Horacio Quiroga. Entre los aciertos de los editores hay que destacar la
inclusión del cuento ‘Los perseguidos’, que acompañó la primera edición de la
novela <b>Historia de un amor turbio</b>
(1908) y que, por su extensión, muchos críticos consideran una <i>nouvelle</i>. Además, los libros <b>Cuentos de amor de locura y de muerte</b> y
<b>Anaconda</b>, se incluyen en el volumen
con el orden y la cantidad de relatos de las ediciones originales (en sucesivas
ediciones, Quiroga eliminaría tres relatos del primero y nueve del segundo).
Finalmente, la extensa sección ‘Otros cuentos’ reúne los relatos que Quiroga
publicó en medios de prensa uruguayos y argentinos entre 1899 y 1935,
constituyendo un verdadero semillero de tramas y experimentos formales, de
factura despareja, pero que le permitían a su autor, entre otras cosas, comer
con aceite. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">En la ‘Nota del editor’, se informa que
para la confección de estos <b>Cuentos
completos</b> se tuvo en cuenta los tomos IV y V de las <b>Obras inéditas y desconocidas </b>(Arca, 1967), <b>Todos los cuentos</b> (ALLCCA XX, 1966) y los <b>Cuentos completos</b> que editara, también para Seix Barral, Carlos
Dámaso Martínez en 1997. Sin embargo, llama la atención la ausencia en el tomo
del breve y sutil relato ‘Frangipane’ o del contundente ‘La tragedia de los
ananás’, así como de los textos que integran el libro <b>Suelo natal</b> (1931). Tales omisiones desmerecen la completitud que
el título del volumen, bellamente editado, pretende transmitir. El otro
elemento que ensombrece en un punto el libro es el insustancial prólogo firmado
por el escritor Sergio Olguín, un encadenamiento de lugares comunes sobre
Quiroga compactado en tres páginas, que comienza con el relato de cómo el
prologuista conoció las historias del salteño y concluye con un llamado a
productores televisivos para que creen una suerte de <b>Black Mirror</b> criollo, con un cuento por capítulo. Saltando esas
omisiones y la innecesaria introducción, el resto es materia quiroguiana pura y
viva, que refuerza las palabras con que se iniciara este modesto articulillo. El
tiempo pasa y Quiroga permanece.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman", serif;"><span style="font-size: x-small;"> -Publicado en el semanario <b>Brecha</b> el 09/I/2018.</span></span></div>
<br />
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-79441521814507705262017-05-20T11:29:00.002-07:002017-05-20T11:29:36.691-07:00Historia del rock progresivo<div class="MsoNoSpacing">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNoSpacing" style="text-align: center;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 16.0pt;">Un solo de teclado ahí<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Si cada género o corriente musical puede
resumirse a un puñado de ideas comunes, de clichés para el trasiego de
periodistas y encargados del marketing de sellos discográficos, el rock
progresivo, ese subgénero del rock que nació entre mediados y finales de la
década del sesenta en el Reino Unido, derramándose luego por otras partes del
mundo, genera no pocos problemas. Resumir el <i>prog </i>a las obras de tres bandas emblemáticas del género como Yes,
Genesis o Emerson Lake and Palmer es tan peligroso como evocar, ante su mera
mención, la idea de álbumes conceptuales o virtuosos y extensos, muy extensos,
solos de teclado. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">En el primer tomo de <b>Vendiendo Inglaterra por una libra. Una historia social del rock progresivo
británico</b>, Norberto Cambiasso adensa la trama del género con un apabullante
estudio sobre las condiciones sociales, políticas, económicas y culturales en
la que el <i>prog</i> comenzó a leudar para
luego crecer, manifestarse en toda su plenitud y, claro está, decaer. En el
primer tomo de su magistral estudio, Cambiasso no deja frente sin cubrir; el
soporte documental es impresionante: parece ser que leyó cuanto libro,
artículo, reseña y pasquín barrial se escribió sobre el tema; rescata del más
ignominioso olvido la voz de periodistas y editores que se refirieron al asunto
en su momento y arroja nueva luz sobre bandas tan olvidadas en el presente que
su simple pronunciación desafía al melómano más constante (Rainbow Ffolly,
Deviants, Sunforest, entre muchísimas otras).<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Conocedor y degustador del género,
Cambiasso nunca cae en la obsecuencia o en la adulación –el eterno problema de
los biógrafos de estrellas musicales–, no dudando en enfrentar a hachazo limpio
a, por ejemplo, Paul Hegarty y Martin Halliwel, autores del imprescindible <b>Beyond and Before: Progressive Rock since
1960s</b>, quienes ensalzan, con justeza según la humilde opinión de este
escriba, el carácter pionero de ese maravilloso álbum conceptual de The Moody
Blues, editado en el mes de noviembre del luminoso año del Señor de 1967: <b>Days of Future Passed</b>: “<i>El relato canónico procura demostrar que esa
combinación un tanto forzada de poesía ampulosa, armonías vocales, un pop de
bajas calorías, arreglos orquestales dignos de un film de Doris Day y un mínimo
esqueleto conceptual determinaría los pasos futuros del rock sinfónico</i>”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Este primer volumen de la historia del
rock progresivo que emprende Norberto Cambiasso arranca con el análisis
detallado de dos discos claves en la transición de la psicodelia a lo que luego
pasaría a definirse como <i>prog</i>: el <b>Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band</b>,
de The Beatles, aparecido en junio de 1967, y el <b>The Piper at the Gates of Dawn</b>, de Pink Floyd, que viera la luz dos
meses más tarde. Si la figura –la obra, la impronta, la genialidad– del
malogrado Syd Barrett se constituye en protagonista del inicio mismo de la
historia del rock progresivo que emprende Cambiasso, su presencia (o ausencia)
se torna elemento determinante para comprender el derrotero de Pink Floyd a
partir de <b>A Saucerful of Secrets</b>
(1968), álbum editado un par de meses después que el autor de la maravillosa ‘Astronomy
Domine’ se viera obligado a abandonar el grupo. ‘Hanging on in quiet
desperation: Pink Floyd y la vía inglesa al declinismo’, el capítulo sexto de <b>Vendiendo Inglaterra…</b> conforma un
verdadero tratado sobre la conversión que emprendió la banda artífice de <b>The Wall</b> tras la salida de Barret, o de
cómo Roger Waters y compañía comenzaron a elaborar “<i>cuidadísimas catedrales de sonidos que abarcaban álbumes completos y
los situaban en las antípodas de aquella irreverencia e improvisación de sus
inicios, cuando por una breve temporada supieron convertirse en los adalides
sónicos de la ‘sociedad alternativa</i>’”. Otros dos sendos capítulos, también
abrumadores en soporte argumental y capacidad argumentativa, le dedica
Cambiasso a Yes y Emerson, Lake and Palmer. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">De consulta obligatoria para amantes del
rock a secas, pródigo en anécdotas y datos precisos para cultores del <i>prog</i> y de lectura amena para cualquier interesado
en los fenómenos culturales del siglo XX, esta primera entrega del estudio
emprendido por Norberto Cambiasso sobre el rock progresivo se lee con deleite,
impulsado por una prosa precisa y cuidada, no exenta de humor y de una cuota
justa de irreverencia. <o:p></o:p></span></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Martín
Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXcB9tUqohoPTsHfSz5Cdnn8As4mjUOowEdvoE1XCGk9y_VaiQ-ubbJI8TGJaPrB8fXp0yQhhI0wNUxB4LjtrPrT3HVKSs_s2KUflbKp_QOlVTx2J911Twg_a98CVb9Za6evPz0pBly4g/s1600/32-Vendiendo-Inglaterra-por-una-libra-Cambiasso-Escaramuza.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXcB9tUqohoPTsHfSz5Cdnn8As4mjUOowEdvoE1XCGk9y_VaiQ-ubbJI8TGJaPrB8fXp0yQhhI0wNUxB4LjtrPrT3HVKSs_s2KUflbKp_QOlVTx2J911Twg_a98CVb9Za6evPz0pBly4g/s400/32-Vendiendo-Inglaterra-por-una-libra-Cambiasso-Escaramuza.jpg" width="266" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing">
<br /></div>
<div style="border: solid windowtext 1.0pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-element: para-border-div; padding: 1.0pt 4.0pt 1.0pt 4.0pt;">
<div class="MsoNoSpacing" style="border: none; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-padding-alt: 1.0pt 4.0pt 1.0pt 4.0pt; padding: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">‘<b>Vendiendo Inglaterra por una libra. Una
historia social del rock progresivo británico. Tomo 1’</b>, de Norberto
Cambiasso. 396 páginas. Gourmet Musical, Buenos Aires, 2014. <o:p></o:p></span></div>
</div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Times New Roman, serif; font-size: x-small;">-Publicado en semanario Brecha el 19/V/2017.</span></div>
<br />
<div class="MsoNoSpacing">
<br /></div>
Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-59865870993559282772017-05-20T11:23:00.000-07:002017-05-20T11:24:34.380-07:00Nietzsche en Uruguay<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNoSpacing" style="text-align: center;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 16.0pt;">Lecturas fermentales<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Hubo una época en la que Uruguay –esta
construcción política, geográfica y cultural que por convención y comodidad
llamamos país– supo tener un verdadero bastión en sus intelectuales, término
tan ambiguo y manoseado por la inteliguentsia cultural, que tiende a unificar
en el mismo espacio a diversos pensadores de la realidad social en cualquiera
de sus formas. Alrededor de cien años atrás, nombres como José Enrique Rodó y
Carlos Vaz Ferreira, por nombrar solo a dos de los más encumbrados, se hacían
sentir desde la academia, la prensa, los debates públicos o las páginas de sus
propios libros, con un ojo siempre atento a lo que ocurría allá afuera (Europa,
Estados Unidos) pero sin perder de vista la realidad local. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Nietzsche
en Uruguay, 1900-1920. José Enrique Rodó, Carlos Reyles y Carlos Vaz Ferreira</span></b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">, el flamante
libro del doctor en Filosofía Pablo Drews (1979) se propone y cumple con creces
el cometido expresado en el título: identificar, analizar y comprender cómo las
ideas del autor de <b>Así habló Zaratustra </b>llegaron,
influyeron y permearon las obras de los tres intelectuales uruguayos. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Hay, para empezar, una interesante
decisión sobre el terreno de estudio, pues Drews opta por centrarse en las
ideas de tres intelectuales muy diferentes entre sí, que pasaron a la
posteridad con improntas muy particulares: José Enrique Rodó, un hombre culto y
refinado, apegado a la tradición grecolatina, autor de <b>Ariel</b>, un texto cada vez menos citado y mucho menos leído en este
corroído presente de líquida materialidad; Carlos Reyles, el escritor
estanciero, siempre atento a la técnica y a la modernización, que escribía sus
novelones mientras embarcaba las vaquillonas y que se coloca en las antípodas
de Rodó; y Carlos Vaz Ferreira, esa figura inclasificable dentro de cualquier
sistema de pensamiento, interesado e informado de todo, cuyo fantasma suele
rondar el lúgubre edificio de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación, entre la calles Uruguay y Paysandú, preguntándose por qué todo
terminó así. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Rodó, Reyles y Vaz Ferreira, nos dice
Drews, leyeron a Friedrich Nietzsche a su manera, en el original o traducido,
subrayando las ideas más innovadoras o revulsivas que el germano fue elaborando
a lo largo de su prolífica obra hasta el tristemente célebre momento en que salió
a defender a un caballo castigado por un cochero en la Piazza Carlo Alberto de
Turín y, desde allí, solo le quedó la pared acolchada. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Para comprender cómo, por ejemplo, Rodó y
Reyles leyeron a Nietzsche, Drews comienza por contextualizar cuáles eran los
debates instaurados en aquel fin de siglo diecinueve e inicios del veinte, como
la cuestión de la raza, la identidad y la tensión establecida entre el elemento
anglosajón y el elemento latino en el mundo occidental. Para llegar a la
interpretación que los intelectuales uruguayos realizaron de Nietzsche, el
autor hurga en la serie de lecturas que todos ellos compartieron, desde la
intensa producción científica, literaria y filosófica del fin de siglo francés (de
Hippolyte Taine a Gustave Flaubert, de Paul Bourget a Pierre Loti) al preciso
libro <b>En qué consiste la superioridad de
los anglo-sajones</b> (1897), de Edmond Demolnis, que encontraría a un
importante lector y defensor en Carlos Reyles, ante las convulsiones que el
mismo texto debe haber generado en José Enrique Rodó y la construcción de su
paradigma cultural humanista. Sobre toda esta tensión latente en el pensamiento
intelectual de aquellos años, se alza el aura inevitable de Nietzsche, que los
autores locales fueron absorbiendo, analizando y, en el acierto o el error,
asimilando a su propio sistema de pensamiento. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Un caso más complejo es el de las lecturas
del filósofo alemán que realizara Carlos Vaz Ferreira, a quien Drews le dedica
más páginas en su libro. Es interesante el apunte de que ya en el año 1908, un
entonces joven profesor Vaz Ferreira recomendaba a sus alumnos, como libros
‘fermentales’, <b>La gaya ciencia</b>
(1882) y <b>El viajero y su sombra</b>
(1880). En Vaz Ferreira, Nietzsche llega para quedarse y, como señala Drews, “<i>la primera influencia nietzscheana en el
filósofo uruguayo es, sobre todo, la enseñanza de un modo de pensar, que unido
a la belleza de la forma constituye, por así decirlo, la genialidad de su
pensamiento y su sentido crítico</i>”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">De lectura amena, con un impresionante
soporte documental y con una prosa límpida y precisa, siempre al servicio de la
argumentación, <b>Nietzsche en Uruguay,
1900-1920…</b> no se limita al corte histórico señalado en su propio título,
sino que irradia, por obra y arte de sus autores y del siempre vivo pensamiento
nietzscheano, una profunda fuente de luz que alcanza a este deslavado presente
que habitamos. <o:p></o:p></span></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Martín
Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgRr_Ekh8YQuW24LAE1e9rPfX-l2xL7cxqVd76HwRBsCat2OY3ZJN7EM8s_NOB1ncLhsYKPTm7-UGHOWJZPs2RsO-HYvgLgloRJl7s8lbDDYczrZZPcem9rt2gxl7kaDYC-OO2uTCdJOvk/s1600/26-27-Nietzsche-en-Uruguay-Universitaria-.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgRr_Ekh8YQuW24LAE1e9rPfX-l2xL7cxqVd76HwRBsCat2OY3ZJN7EM8s_NOB1ncLhsYKPTm7-UGHOWJZPs2RsO-HYvgLgloRJl7s8lbDDYczrZZPcem9rt2gxl7kaDYC-OO2uTCdJOvk/s400/26-27-Nietzsche-en-Uruguay-Universitaria-.jpg" width="278" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNoSpacing">
<br /></div>
<div style="border: solid windowtext 1.0pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-element: para-border-div; padding: 1.0pt 4.0pt 1.0pt 4.0pt;">
<div class="MsoNoSpacing" style="border: none; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-padding-alt: 1.0pt 4.0pt 1.0pt 4.0pt; padding: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">‘<b>Nietzsche en Uruguay, 1900-1920. José
Enrique Rodó, Carlos Reyles y Carlos Vaz Ferreira</b>’, de Pablo Drews. 128
páginas. Ediciones Universitarias, Montevideo, 2016. <o:p></o:p></span></div>
</div>
<br />
<br />
-Publicado en semanario Brecha el 28/IV/2017.<br />
<div>
<br /></div>
Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-89033186565458048212017-02-20T05:53:00.000-08:002017-02-20T05:53:43.343-08:00‘Escritores norteamericanos’, de Ricardo Piglia<div align="center" class="MsoNoSpacing" style="text-align: center;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 16.0pt;">Dándole duro a esos gringos<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Doce
perfiles de escritores estadounidenses y el breve ensayo ‘Cuentos policiales
norteamericanos’ integran el último libro que Ricardo Piglia publicara en vida,
un cuidado volumen editado por Tenemos las Máquinas. El libro trasciende la
mera acumulación de estampas y se constituye en toda una forma y una postura de
leer la literatura de un país. <o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Martín
Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">En alguna conferencia dedicada a la novela
y la traducción, Ricardo Piglia supo contar, con su estilo discursivo único,
cargado de pausas y puntualizaciones, la visita que en algún momento del
agitado siglo diecinueve, el general Lucio Mansilla le realizara al general
Bartolomé Mitre. El dueño de casa hizo esperar unos minutos al visitante y,
cuando finalmente lo atendió, le ofreció las disculpas del caso, diciéndole que
se encontraba traduciendo <b>La Divina
Comedia. </b>“Muy bien”, fue la respuesta de Mansilla, “hay que darle duro a
esos gringos”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La anécdota, más allá del remate alentador
del autor de <b>Una excursión a los indios
ranqueles</b>, permite ilustrar algunos aspectos no solo de la figura del
traductor sino de la relación que se genera entre los hablantes de un idioma y
la literatura que, escrita en otra lengua, es volcada a la lengua nativa. En el
caso de la literatura norteamericana, todo se problematiza un poco más debido a
que el corpus de textos proviene de las entrañas mismas del monstruo-sistema
capitalista (insertar aquí el símbolo que se desee), a saber, de un país que
siempre representará, para una parte de la población de estas desoladas
colonias, una suerte de enemigo pero, también, una central que produce,
empaqueta y distribuye un porcentaje importante de la cultura que consumen los
propios colonizados.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Si hay que buscar un posible nacimiento de
la literatura norteamericana en las obras poderosas de escritores como Herman
Melville, Nathaniel Hawthorne, Bret Harte y Mark Twain, por nombrar a los de
manual digamos, mucho más compleja es la tarea de establecer la línea de los
continuadores y los rupturistas del siglo siguiente, la prodigiosa centuria en
la que el país dominado ahora por un bufón demente que en los hechos está
demostrando ser más lo segundo que lo primero, se llenó de creadores originales
que, de diversas maneras y con los más variados estilos, se dedicaron a contar
esa compleja Norteamérica que, entre otras cosas, ya engendraba en las entrañas
el germen de su actual decadencia. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La pequeñez física del libro <b>Escritores norteamericanos</b>, que
apareció en librerías un par de semanas antes de la muerte de Ricardo Piglia,
ocurrida el pasado 6 de enero en Buenos Aires, llama al engaño del lector
apresurado, pues sus setenta y ocho páginas alcanzan para trazar un mapa lúcido
y preciso de la gran literatura norteamericana del siglo veinte, con lo que se
revela otra prueba de la maestría de su autor, quien en conferencias, ensayos y
en sus propias ficciones, trabajó como pocos la noción de fragmento, de idea
escapada del malón de pensamientos, brotes nunca aforísticos de análisis e
inspiración para leer y comprender determinados fenómenos literarios. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9DuqBSCkZL1KzfwxRVrhQSV6RkUUOcLkJ8BkBhCw7mWTQmfwa3jJS4BZfYp5v0FRYdBfT5mslUWD8g4L6CUV5UGCDxkOdysQqkmXC76ds3VBiEluyCeg68Ln6PRyKaEkvVEWybQha8kA/s1600/TAPA+LIBRO+PIGLIA.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj9DuqBSCkZL1KzfwxRVrhQSV6RkUUOcLkJ8BkBhCw7mWTQmfwa3jJS4BZfYp5v0FRYdBfT5mslUWD8g4L6CUV5UGCDxkOdysQqkmXC76ds3VBiEluyCeg68Ln6PRyKaEkvVEWybQha8kA/s400/TAPA+LIBRO+PIGLIA.jpg" width="250" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Doce
autores<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Escritores
norteamericanos</span></b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">
fue escrito, en realidad, cincuenta años atrás, como una serie de
presentaciones breves de los autores de los cuentos que integraron el libro <b>Crónicas de Norteamérica, </b>publicado por
la Editorial Jorge Álvarez en 1967, a saber: ‘Jugando al bridge’, de Ring
Lardner; ‘Manos’, de Sherwood Anderson; ‘Solo los muertos conocen Brooklyn’, de
Thomas Wolfe; ‘Dos soldados’, de William Faulkner; ‘Domingo loco’, de Francis
Scott Fitzgerald; ‘Una carrera de persecución’, de Ernest Hemingway; ‘Pasión de
pleno verano’, de Erskine Caldwell; ‘La cara contra el suelo’, de Nelson
Algreen; ‘Una guitarra de diamante’, de Truman Capote; ‘¿Por qué no pueden
decirte el porqué?’; ‘El indio’, de John Updike y ‘Esta mañana, esta tarde, tan
pronto’, de James Baldwin. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Lejos de escribir las deslavadas
presentaciones de autores que suelen aparecer en muchas antologías que salen
año tras año al mercado (fecha de nacimiento y muerte, acumulación de títulos
publicados y la mención a algún premio), Ricardo Piglia opta por elaborar un
particular perfil del autor, ramificando el estilo en cada caso para no caer en
una fórmula básica y elemental. En sus semblanzas se encuentran muchos de los
datos que aparecen en cualquier biografía del autor en cuestión pero, también,
Piglia propone, elabora y desarrolla elementos nuevos para enfrentar las obras,
sin caer nunca en el lugar común, lo que es especialmente destacable en alguien
que, al momento de escribir los textos no había cumplido aún veintiséis años,
chapoteaba con la publicación de su primer libro y, tal como cuenta en <b>Los diarios de Emilio Renzi. Años de
formación</b>, hacía malabares con los pocos pesos que le entraban por trabajos
variados y puntuales, alejados de cualquier tipo de estabilidad económica.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">En la presentación del relato de Francis
Scott Fitzgerald, por ejemplo, Piglia capta en un párrafo la esencia trágica
que conforma el sustento humano del autor de <b>Al este del paraíso:</b> <i>"Magullado
por volar tan arriba, por revolotear hasta las lámparas y golpearse contra
ellas, Scott Fitzgerald nos trajo algo de aquella luz que había tocado. 'The
Great Gatsby', algunos cuentos, 'Tender is the Night' y su extraordinaria 'The
Crack-Up' son una prueba de la colosal vitalidad de su ilusión. Todos son,
también, una premonición de su destino. El fracaso (viene a decirnos
Fitzgerald) está en el corazón de la esperanza, en lo más ahincado del amor se
agazapan la pérdida y el olvido: toda vida es un proceso de demolición</i>".
O en el impresionante texto sobre Sherwood Anderson, presentado como un relato
en sí mismo, Piglia hurga en las razones que llevaron al exitoso gerente de una
compañía a largar todo para dedicarse a la escritura: “<i>Prototipo del </i>self-made writer<i>,
Anderson (Nacido en Ohio en 1876) abandonaba las respetables seguridades que él
mismo se había construido y se lanzaba, de un modo incierto y atropellado, a la
aventura de la literatura: establecido en Chicago, a partir de 1914 empieza a publicar
cuentos en diarios y revistas. Esta huida, este abandono del ‘orden burgués’
(que define su vida) será el tema central de su obra”.</i> Y por último, cito
acá un párrafo de la semblanza que Piglia le dedica a Thomas Wolfe, tal vez el más
grande de todos los escritores presentes en la antología, y que tiene en su
capacidad de concreción mucha más fibra y espíritu que la película pueril que
Hollywood le dedicara al vínculo del autor de <b>Del tiempo y el río</b> con el editor Maxwell Perkins (<b>Genius</b>, Michael Grandage, 2016): “<i>Fausto moderno, intentaba lo imposible:
hacer entrar el mundo entero en esas grandes sábanas de papel, convertir la
masa amorfa de sus temas en una valoración cualitativa de toda la vida
norteamericana. La muerte lo paró a mitad de camino, pero sus libros son los
más ambiciosos, los más voluminosos, los más insolentes, originales y retóricos
de la historia de la literatura norteamericana</i>”.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">El
autor de las notas<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">En los meses durante los cuales trabajó en
las notas para el libro <b>Crónicas de
Norteamérica</b>, Ricardo Piglia leyó muchísimo sobre los autores en cuestión.
Rastreó biografías y entrevistas, buscó antiguas traducciones para compararlas
con las que emprendieron los traductores de los cuentos del volumen, elucubró
sobre las motivaciones y los entornos en que fueron escritos los relatos, se
quedó desvelado varias noches pensando en la influencia de William Faulkner en
un montón de autores argentinos y siguió pensando en alguno de los doce
mientras esperaba a Julia, su pareja de entonces, de la vuelta de la casa de
empeños, sitio al que había ido a cambiar por unos pesos los discos de Brahms.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">En el primer tomo de <b>Los diarios de Emilio Renzi</b> se asiste de primera mano a las idas y
vueltas del proceso de la escritura de las notas, así como a la aparición de <b>La invasión</b>, el primer libro de Piglia.
Es interesante apreciar, además, como este lector omnívoro y pertinaz,
acostumbrado a no quedarse nunca con las verdades de manual, incansable
fatigador de subrayados y relecturas, nutre sus propia escritura de las
elucubraciones que le va generando el texto impreso, al tiempo que continúa
pensando en ciertos asuntos. En una entrada de su diario, fechada el sábado 2
de mayo de 2015, mientras trabajaba en la edición de <b>Escritores norteamericanos</b>, e incluida en el prólogo de este
volumen, Piglia escribe: “<i>He agregado al
conjunto de retratos de escritores norteamericanos el prólogo a una antología
de cuentos de la serie negra. Lo escribí unos meses después para la colección
de libros policiales que empecé a dirigir al año siguiente en la editorial
Tiempo Contemporáneo. Siempre he visto a los escritores del género como parte
de la tradición de la literatura norteamericana</i>”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Sobre el final, quiero destacar la
exquisita decisión editorial de Tenemos las Máquinas de incluir en el volumen
tres fotografías de Walker Evans (1903-1975), siguiendo un pedido especial del
propio Piglia. Insertadas en diferentes partes del libro, las fotos, de un
blanco y negro estremecedor, le aportan al conjunto una pátina perturbadora del
Estados Unidos profundo, más oscuro y siniestro en estos días infames, que
siempre puede ser releído a través de las obras de sus grandes escritores. <o:p></o:p></span></div>
<br />
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman", serif; font-size: x-small;">-Publicado en semanario Brecha el 10/II/2017.</span></div>
Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-61052291328760385772017-02-20T05:37:00.000-08:002017-02-20T05:37:19.123-08:00Con el académico rumano Matei Chihaia: lectores, personajes y efectos de lectura<div align="center" class="MsoNoSpacing" style="text-align: center;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 16.0pt;">¿El personaje sale o el espectador entra?<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Matei
Chihaia abandonó por unos días su cátedra europea para viajar a la ciudad argentina
de La Plata, en cuya Universidad Nacional dictó, junto a la profesora Raquel
Macciuci, el seminario ‘Alegorías y experiencias de la lectura en el siglo XX’.
Previo a su llegada a Argentina, Chihaia recaló en Montevideo, donde dialogó
con <b>Brecha</b> sobre la conversión del
lector en personaje, la autorreferencialidad en la literatura de finales del
siglo XX, la cuestión del autor como protagonista en las obras de algunos
escritores del Río de la Plata y sobre el llamado “efecto Golem”, el asunto
central de su más reciente libro. <o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Martín
Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La lectura nunca es un hecho ingenuo ni,
mucho menos, aislado. Desde la práctica para y por unos pocos lectores en los
monasterios del Medioevo, a la lectura transversal que proponen los actuales
artilugios virtuales, siempre está presente una tensión entre el sujeto que lee
y el material que es leído. Sobre estos asuntos ha venido pensando y
escribiendo Matei Chihaia (Bucarest, 1973), doctor en Letras que trabaja en la
Universidad de Wuppertal (Alemania) y reside en la ciudad francesa de Lyon,
allí donde confluyen los ríos Ródano y Saona.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><i><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">A primera vista, parece un tema
inabarcable el de las experiencias de lectura, especialmente si se las toma
como viajes personales, propios de cada lector…<o:p></o:p></span></i></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Existe un vínculo entre el tema del
seminario de La Plata y el de mi libro (<b>Der
Golem-Effekt. Orientierung und phantastische Immersion im Zeitalter des Kinos</b>,
sin traducción al español) que es la situación del lector que se ve propulsado
y convertido en un actor de la ficción que está leyendo, cruzando el umbral que
separa a la realidad de la ficción. Se trata de un tema con el que me topé
leyendo a Cortázar, especialmente los cuentos ‘Continuidad de los parques’,
‘Instrucciones para John Howell’ y ‘Las babas del diablo’. Luego descubrí que
no se trataba de una invención de Cortázar sino que estaba inspirado en Horacio
Quiroga. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Tanto en el seminario como en el libro,
trato de diferenciarme de esa larga tradición de los años noventa que habla de
literatura en clave de autorreferencialidad. Parece ser que en los años noventa
toda literatura hablaba de literatura, del autor, del lector y de la propia
obra. Esa obsesión de la autorreferencialidad impedía la mirada más allá del
libro y del asunto literario, dejando fuera toda referencia política, por
ejemplo. Incluso la propia lectura, si se la concibe desde un costado
autorreferencial, deja fuera todos los aspectos materiales y sociales. Si usted
abre un libro, se encuentra ante una situación muy real: está frente a un
objeto. Y si una obra literaria cuenta esa experiencia de lectura, conlleva
unos estratos mucho más profundos que la clave de la autorreferencialidad. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><i><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">El lector sigue siendo la clave…<o:p></o:p></span></i></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Es que a mí lo que me interesa es la
educación del lector, que se realiza a través del propio libro. Un lector que,
al leer un libro, se encuentra con una imagen de la lectura, no puede quedar
indiferente. No digo que cada libro crea a su lector pero, en cierto sentido,
cada libro nos remite a una imagen de la lectura, como si nos colocáramos
frente a un espejo y nos reconociéramos, o no, en lo que vemos. Y en esa
identificación o diferencia, se va gestionando toda una evolución del lector,
un cambio. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><i><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Aunque usted se centre en los años noventa
como sintomáticos de la literatura autorreferencial, el proceso no comenzó ahí.
¿Cuándo ubicaría el inicio del fenómeno?<o:p></o:p></span></i></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Los noventa son un momento de auge de esa
literatura que, en realidad, comienza en el tiempo del posestructuralismo o
estructuralismo tardío, en los años setenta. Allí empieza a hablarse del
proceso de interpretación infinito, la dimensión especular de la literatura y
la puesta en abismo, a través de una gran cantidad de novelas donde sus
personajes son escritores o lectores. Es interesante ver el fenómeno en el
contexto político de aquella época, cuando había mucha crítica comprometida y
primaba la dimensión política y, ante ese panorama, la autorreferencialidad
era, en cierto sentido, una vía de escape hacia una experiencia estética que
fuera libre de la carga ideológica. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSMudyAd4UKQ2KN3bdeu9PnYvVYBHK4QXvWdCp0_PO8ct137uImFb6zdHwDGFOH00LxoSXV9_3PIOtlS_zAO3FHxH68HpFYF0Tc7c4EcLIm8WO1tHW4RjWn8uglVWYvOevuZujzqss8no/s1600/Matei+Chihaia.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjSMudyAd4UKQ2KN3bdeu9PnYvVYBHK4QXvWdCp0_PO8ct137uImFb6zdHwDGFOH00LxoSXV9_3PIOtlS_zAO3FHxH68HpFYF0Tc7c4EcLIm8WO1tHW4RjWn8uglVWYvOevuZujzqss8no/s400/Matei+Chihaia.jpg" width="400" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 13.0pt;">El
factor Quiroga<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><i><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Quiero volver a su lectura de algunos
cuentos de Cortázar a partir del trabajo previo con el autor/narrador en la
obra de Horacio Quiroga. ¿En qué obras del escritor salteño encontró el
sustento para avanzar hacia su tesis de lectura?<o:p></o:p></span></i></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">En la obra de Quiroga es posible encontrar
la identificación del narrador con el autor. Pienso, por ejemplo, en el cuento
‘Miss Dorothy Phillips, mi esposa’, en el que el narrador lleva el nombre de
Guillermo Grant y en el que, luego de
narrar su aventura amorosa, con un final bastante alegre, típicamente
hollywoodense, toma la palabra el autor y es Horacio Quiroga el que habla. Así,
se nos revela que todo fue un sueño del autor, remarcándose que el cuento está
firmado con la propia firma de Quiroga, en lo que es la forma más fuerte de
conferir autoridad al relato. En la edición original del cuento, el efecto está
reforzado por el hecho de que en la primera página aparece la foto de Quiroga
y, al final, su propia firma de forma facsimilar. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><i><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Alguien podría decir que se trata de un
efecto muy cortazariano…<o:p></o:p></span></i></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Sí. En ‘Miss Dorothy Phillips, mi esposa’
hay un nivel que va a retomar Julio Cortázar: la identificación del narrador
con el autor, que le insufló vida a muchos de sus cuentos –pienso en ‘Botella
al mar’ y, especialmente, en ‘Queremos tanto a Glenda’, donde la experiencia
con el cine, a través de la afición por Glenda Jackson es, en realidad, la de
Julio Cortázar–. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><i><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Algo similar ocurre con otros relatos de
Quiroga, como ‘El espectro’ y ‘El vampiro’…<o:p></o:p></span></i></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">En esos dos cuentos, el umbral entre
ficción y realidad, entre autor y narrador, se quiebra de forma mucho más
traumática, produciendo un choque que amenaza la vida de los protagonistas. El
protagonista de ‘El espectro’, por ejemplo, que también se llama Guillermo
Grant, no termina bien, ya que muere cuando una sombra, desde la pantalla, le
devuelve el disparo de su propia arma. Lo mismo ocurre en ‘El vampiro’, donde
el encuentro del mundo de la realidad con el de la ficción no termina bien. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><i><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">En ese cruce de narrador/autor y
realidad/ficción, parece inevitable no pensar en Borges. <o:p></o:p></span></i></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Quizás la diferencia de Quiroga y Cortázar
con Borges es la de que éste le deja más espacio al lector real, proponiendo
otro tipo de apertura. Y aunque en Cortázar está la idea del lector cómplice
–en ‘Rayuela’, por ejemplo– y en Quiroga está la tarea de escribir para
lectores que comparten su experiencia, Borges es un escritor que mira esa
complicidad con más recelo. En Borges, la relación entre lector/narrador/autor
siempre es más conflictiva. Por eso debe ser que hay tanta gente que odia a
Borges. Nadie odia a Cortázar o a Quiroga, pero sí hay gente que odia a Borges.
Y eso forma parte del propio juego de la narración borgeana. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 13.0pt;">El
efecto Golem <o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><i><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Los llamados “efectos de lectura” han sido
copiosamente estudiados por la academia, siempre a través del eje
autor-libro-lector. ¿Cómo se posiciona en ese panorama lo que usted ha definido
como “el efecto Golem”?<o:p></o:p></span></i></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Antes de referirme al “efecto Golem”, hay
que precisar la existencia de dos efectos de lectura previos. Uno de ellos
ocurre cuando el lector se proyecta en la obra, como hace Don Quijote,
tomándose a sí mismo como un personaje de la ficción y comenzando a interactuar
en un universo ficticio. El otro efecto, más antiguo quizás, es el que define
Ovidio en el mito de Pigmalión y que consiste en la capacidad del artista de
hacer salir del cuadro a la obra y hacerla infiltrar la realidad. Ahora bien,
en el siglo XIX aparecen dos figuras claves: Víctor Frankenstein y Madame
Bovary. Entre estos dos personajes no hay ningún tipo de camino que los una,
porque Frankenstein es el Pigmalión moderno y Madame Bovary es el Don Quijote
moderno. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><i><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Supongo que todo se complica en el siglo
XX…<o:p></o:p></span></i></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Así es. En el siglo XX, esos dos efectos
tan diferentes comienzan a mezclarse, al punto de que uno ya no sabe con
certeza si el marco principal es el de la ficción o el de la realidad, si nos
encontramos en una situación quijotesca o pigmalionesca; si podemos fundar una
familia con esa mujer que acabamos de convertir de escultura en realidad o no.
Esa incertidumbre es característica de una gran cantidad de textos escritos en
el siglo XX, siendo el más famoso <b>El
Golem </b>(1915), de Gustav Meyrink, de donde proviene el nombre del “efecto”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><i><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">¿Es la constatación de esa incertidumbre
lo que define al “efecto Golem”?<o:p></o:p></span></i></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Es que uno no sabe si los personajes salen
del marco de la pantalla o si son los espectadores los que entran en ese marco.
Todo ocurre cuando las referencias del umbral que separa a la realidad de la
ficción comienzan a desdibujarse. Y cuando eso sucede, uno ya no puede determinar
si los personajes salen o los espectadores entran. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Times New Roman, serif; font-size: x-small;"> -Publicado en semanario Brecha el 16/XII/2016.</span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Times New Roman, serif; font-size: x-small;">-Foto: © Alejandro Ferrari</span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<br />
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-70317098861645792192017-01-07T10:52:00.002-08:002017-01-07T10:52:56.964-08:00‘Historia alternativa del siglo XX’, de John Higgs<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNoSpacing" style="text-align: center;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 16.0pt;">Una historia transversal<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">“En
marzo de 1917, el pintor modernista George Biddle, que vivía en Filadelfia,
contrató a una alemana de cuarenta y dos años para hacer de modelo. Ella se
presentó en su estudio y Biddle le dijo que quería verla desnuda. La modelo se
abrió la gabardina escarlata. Debajo, estaba desnuda salvo por un sujetador
hecho con dos latas de tomate y una cuerda verde, y una pequeña jaula para
pájaros que contenía un canario con aspecto apenado y que llevaba colgada del
cuello. Además d<span class="textexposedshow">e esto, sus únicas prendas de
vestir eran unas anillas para cortinas, recientemente robadas de los grandes
almacenes Wanamaker´s, que le cubrían un brazo, y un sombrero decorado con
zanahorias, remolachas y otras hortalizas.<o:p></o:p></span></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><i><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Pobre George Biddle, Ahí estaba, pensando que él era
el artista y que la mujer que tenía delante, la baronesa Elsa von
Freytag-Loringhoven, era su modelo. Pero con un único gesto la baronesa le
anunció que la artista era ella y que él no era más que su público”.<o:p></o:p></span></i></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">El pasaje citado,
proveniente del segundo capítulo de <b>Historia
alternativa del siglo XX</b>, del periodista, guionista televisivo y ensayista
inglés John Higgs, ofrece la clave de este libro particular, a medio camino
entre la divulgación y la compilación anecdótica, donde de forma rápida se
emprende un repaso a lo largo de una centuria especialmente convulsionada. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Para contar su
historia alternativa del siglo pasado, Higgs apela a una travesía que, si bien
está atada a una línea cronológica, no se ciñe enteramente a una linealidad de
manual, sino que avanza por terrenos poco transitados por la historiografía
oficial. Así, los nombres, los trabajos y la impronta que sobre el siglo
fijaron personalidades como Albert Einstein, Salvador Dalí, Alfred Hitler y Dwight
D. Eisenhower, se vinculan con personajes tan disímiles como el anarquista
francés Martial Bourdin, quien en febrero de 1894 se propuso volar por los
aires el Observatorio Real de Londres, explotando con su bomba casera unos
metros antes de llegar al blanco (el episodio inspiró la novela <b>El agente secreto</b>, de Joseph Conrad);
el matemático estadounidense John Nash y su trabajo sobre la ‘teoría de los
juegos’ (que explica, ente otras cosas, porque ante el eventual incendio
declarado en un teatro, se salvaría más gente de morir calcinada si todos
salieran de la forma más ordenada posible y no, como ocurre siempre, si prima
el egoísmo y todos pujan por salir primero) y el ingeniero soviético Sergei
Koroliov, figura clave en la llamada carrera espacial, que en 1938 cayó víctima
de la Gran Purga de Stalin, y tras pasar largos años en un campo de
concentración, donde le arrancaron los dientes a cadenazos, logró recuperar su
puesto en el andamiaje científico, convirtiéndose en diseñador de cohetes y en el
responsable de haber puesto el primer objeto en órbita, a saber, una bola de
metal de 58 centímetros de diámetro con cuatro largas antenas de radio,
denominado Sputnik I. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiA7JWQ5Kg00zR02WAAdTzkjB-m8I5tGVnpYjKrgK_BRdMqSbXgJaujgCfy2DhbKE5QUAOwB0zNh2I4l-22J5D_GpZ5AwAzhCl3QvoTrgVUhFRoU5eXxkundMVCsGQ8mC_xb27qslD-sPo/s1600/9789877370201.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiA7JWQ5Kg00zR02WAAdTzkjB-m8I5tGVnpYjKrgK_BRdMqSbXgJaujgCfy2DhbKE5QUAOwB0zNh2I4l-22J5D_GpZ5AwAzhCl3QvoTrgVUhFRoU5eXxkundMVCsGQ8mC_xb27qslD-sPo/s400/9789877370201.png" width="268" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">En su repaso
histórico, cargado de anécdotas y de datos curiosos, contados con un humor
socarrón, que en ocasiones se burla de determinadas ideas surgidas en una época
a la luz de cómo el tiempo las trató luego, John Higgs aspira a cierta
totalidad referencial que, en ocasiones, le juega en contra. Así, cae en
reduccionismos y verdades peregrinas, como cuando afirma que la práctica de
acudir a la Iglesia, a lo largo del siglo XX, en Estados Unidos, se convirtió
en una rutina de ancianos (en el capítulo llamado ‘El individualismo’) o como
cuando le cae con todo al posmodernismo, metiendo en una misma bolsa a la
arquitectura, la escultura y los videos musicales producidos en determinados
años. Sobre el particular, es una pena que el autor derrape cuando, al inicio
del mismo capítulo, propone y analiza la estructura del videojuego <b>Super Mario Bros</b> como una interesante
forma de entender el posmodernismo. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Iconoclasta en su
forma e irreverente ante las verdades de manual que ofrece la Historia Oficial,
ese relato que se va armando entre la academia y la prensa, constituyéndose en
agenda y en registro único de la verdad de la humanidad, permeado en las
últimas décadas por la aparición y el dominio de <i>la red</i>, <b>Historia alternativa
del siglo XX</b> es una obra más que atendible para comprender nuestro
descerebrado presente y para tomar recaudo del alarmante futuro que nos espera.
</span></span><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt; mso-fareast-language: ES-UY;"><o:p></o:p></span></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Martín
Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="border: solid windowtext 1.0pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-element: para-border-div; padding: 1.0pt 4.0pt 1.0pt 4.0pt;">
<div class="MsoNoSpacing" style="border: none; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-padding-alt: 1.0pt 4.0pt 1.0pt 4.0pt; padding: 0cm; text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">‘Historia alternativa del siglo XX’</span></b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">, de John Higgs.
Traducción: Mariano Peyrou. 353 páginas. Taurus. Buenos Aires, 2016.<o:p></o:p></span></div>
</div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"> <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman", serif;"><span style="font-size: x-small;"> -Publicado en semanario Brecha el 30/XII/2016.</span><span style="font-size: 12pt;"><o:p></o:p></span></span></div>
<br />
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-39688416914029875862017-01-07T10:46:00.000-08:002017-01-07T10:47:26.489-08:00El adiós al escritor Alberto Laiseca<div class="MsoNoSpacing">
<br /></div>
<div align="center" class="MsoNoSpacing" style="text-align: center;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 16.0pt;">Canto fúnebre en Tecnocracia<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Única e iconoclasta, la obra del escritor
argentino Alberto Laiseca, que falleció en Buenos Aires el pasado 22 de
diciembre, desafía por su estilo, asunto e impronta a todas las corrientes,
clasificaciones y encasillamientos que suele desplegar la crítica literaria
para enfrentar a un autor. Ante Laiseca no valen géneros, modas ni paradigmas,
pues en su veintena de libros edificó algo que no tiene que ver con nada y que
trasciendo todo lo otro. El ‘realismo delirante’ fue la forma que desarrolló en
cuentos, novelas, poemas y ensayos para enfrentar el tema más cercano y, al
mismo tiempo, inaprensible: la realidad.
<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Martín
Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Por estos días mucho se ha escrito acerca
de la obra y la vida de Alberto Laiseca; de la primera, especialmente sobre la
novela <b>Los sorias </b>(el adjetivo
‘monumental’ aparece en cuanta crónica, obituario, reseña o semblanza viene
circulando sobre él); de la segunda, sobre todo desde la visibilidad que obtuvo
a partir de los <b>Cuentos de terror</b>,
el mítico ciclo realizado para el canal de cable I-SAT, el no menos legendario
taller literario que dirigía y su tardía vinculación con el cine. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Tanta reacción unánime y sentida, tanta
devoción expresada al calor de la admiración por un artista superior, que supo
entrever entre el humo de sus cuantiosos cigarrillos y el espejo deformante de
este mundo deforme, la verdadera y terrible condición del ser humano, me ha
hecho entender que no éramos tan pocos, como creía, los lectores de Laiseca y
que, con los años, su obra se irá expandiendo para alcanzar un público mayor,
que la ubique en su justo lugar, no ya en la literatura argentina (ese cómodo,
reduccionista y alambrado rótulo de las literaturas nacionales) sino en la gran
literatura a secas. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">En un pasaje de la novela <span class="textexposedshow"><b>'Beber en rojo
(Drácula)'</b>, la reescritura de la historia de Bram Stoker que el Monstruo
publicara en 2011, encontré una clave posible para acercarse al Universo
Laiseca: <i>“</i></span><i>En las historias horripilantes chinas puede suceder algo como esto:
cinco amigos toman vino, alegremente, junto a un fuego y arrimados a la pared.
De pronto, y sin previo anuncio, del muro sale un horrible dragón y se come a
uno de los presentes de un solo bocado. Luego de su hazaña el monstruo se
resume nuevamente en los ladrillos. Los cuatro amigos que restan siguen tomando
vino y haciendo bromas como antes. Esto, a un occidental le choca. Sin embargo,
honorable lector, ¿cuántas veces le ha pasado a usted mismo, en la vida, que
tomando cerveza o ginebra con sus conocidos, uno de los presentes intente beber
de su vaso, pero el vaso lo bebe a él y desaparece allí adentro y nunca más
supo? ¿Cuántas? Innumerables. ¿Debo yo consignar, como escritor, la caída de
cada hoja de cada árbol? Sería imposible terminar cualquier novela. Por eso el
artista chino recorta sucesos. Elige. A algunos los consigna, pero a otros, no.
Los bárbaros e ilógicos occidentales son los que han puesto de moda la
supersticiosa manía de anotarlo todo”.</i><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Hay por lo menos
cuatro elementos que los lectores habituales de Alberto Laiseca encontrarán en
el pasaje citado: 1) el ambiente realista abruptamente intervenido por lo
sobrenatural; 2) el cuestionamiento constante al propio concepto de relato; 3)
el alcohol como elemento unificador, que propicia el intercambio entre
semejantes y 4) China. A estos rasgos se le pueden sumar, también observables
en el pasaje: 5) la apelación directa al lector y, por supuesto, 6) el humor. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Todo intento de
resumir la obra de Alberto Laiseca a un puñado de ideas, temas o consignas –como
la que torpemente he ensayado– está destinado al fracaso, porque al margen de
cómo se analicen sus obras y se desmonten los mecanismos del relato construidos
en cada libro, la verdadera fuerza de este escritor inclasificable se sostiene
sobre dos pilares que sustentan a la propia literatura desde que apareció en el
mundo: el Lenguaje y el Mal. Al primero Laiseca lo intervino a su antojo, con
un fraseo particular identificable de un libro al otro, y al segundo,
convirtiéndolo en personaje omnisciente de todas las historias, tal como lo
describe el personaje narrador del escritor Alberto Laiseca al principio de la
película <b>Querida, voy a comprar
cigarrillos y vuelvo </b>(Mariano Cohn y Gastón Duprat, 2011): <i>“La historia que vamos a contar se supone
que es ficción, pero no. Nunca hubo diferencia entre ficción y realidad, porque
este es un mundo mágico y no se puede analizar lo que no existe. Cuando cayó la
Unión Soviética, como decía un amigo mío, hubo Te Deus, júbilo… ¡Ha muerto el
Mal! Pero no sabe la gente que el Mal no muere… se traslada”. </i><o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><i><br /></i></span></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDqNQgN8SnAcK6-hjAFnj7OtH9XEI0p2T_HjyefIf-jSkKrdnkAe4G3C9jCExA9XtyUwRUGhokYkxVD2WDMBqo6ZPVl1bmkBV2h_6oUVS2tWNHFDzqH4qIyAOjkhWHTxWtZtneGNbss-s/s1600/Alberto-Laiseca.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="265" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgDqNQgN8SnAcK6-hjAFnj7OtH9XEI0p2T_HjyefIf-jSkKrdnkAe4G3C9jCExA9XtyUwRUGhokYkxVD2WDMBqo6ZPVl1bmkBV2h_6oUVS2tWNHFDzqH4qIyAOjkhWHTxWtZtneGNbss-s/s400/Alberto-Laiseca.jpg" width="400" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><i><br /></i></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">¡Tecnocracia, Monitor, Triunfo!<o:p></o:p></span></b></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">De todos los
personajes que recorren las páginas de los libros de Alberto Laiseca, muchos de
los cuales llevan como nombres variaciones del suyo propio –Personaje Iseka,
Lai Chú–, ninguno es tan poderoso como el Monitor, un dictador erudito y
contradictorio, de una maldad inconcebible, que gobierna el mundo desde sus
dominios en el pueblo Camilo Aldao, una variación geográfica, cósmica y marcial
del mismo lugar de Córdoba donde el autor pasó su infancia y adolescencia, tras
nacer en Rosario el 11 de febrero de 1941. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">El Monitor es el
personaje alrededor del cual se desarrolla el millar de historias contenidas en
<b>Los Sorias</b>, la saga que relata el
enfrentamiento entre tres dictaduras –Soria, Unión Soviética y Tecnocracia–,
donde se narra, entre una variedad de asuntos, cómo un gobernante sádico y
despótico, que experimenta con sus víctimas las más variadas formas de tortura
y muerte, comienza a humanizarse. Laiseca, que era un lector apasionado de
historia, estrategia militar y, por supuesto, filosofía, construyó al Monitor
con todos los vicios, excesos y contradicciones de individuos como Mao Zedong,
Benito Mussolini y Juan Domingo Perón. La expresión “¡Tecnocracia, Monitor,
Triunfo!”, con la que los lugartenientes y demás acólitos del sátrapa lo
saludan es, en sí misma, una variación del saludo al poder, entendido éste como
fuerza de dominio ante el débil y como habilitación para practicar las más
variadas crueldades ante los semejantes. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">En el año 1993, un
lustro antes de publicar <b>Los sorias</b>
(escrita y reescrita durante añares y rechazada por varios editores, que se
atoraron ante sus mil trescientas páginas, y que contó con dos escuderos de ley
en los escritores Ricardo Piglia y Osvaldo Soriano), Alberto Laiseca editó <b>El jardín de las máquinas parlantes</b>, la
obra que este escriba recomienda como la mejor forma de abordar por primera vez
el universo del Monstruo y en la que se establecen el mapa, la cosmología y
especialmente la ontología que regirá el núcleo duro de su obra, a saber, las
novelas <b>El gusano máximo de la vida
misma</b> (1999), <b>Las aventuras del
profesor Eusebio Filigranati</b> (2003) y <b>Sí,
soy mala poeta pero…</b> (2006), además de la ya recontramencionada <b>Los sorias</b>. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Apuntar que <b>El jardín…</b> inaugura el espacio central
de la ficción laisequeana, de ninguna manera puede desmerecer la atención a la
obra previa a ese libro, a saber, la primera novela <b>Su turno para morir</b> (publicada en 1976 y originalmente llamada <b>Su turno</b>, nombre que recuperó la
reedición de la editorial Mansalva, en 2010); <b>Aventuras de un novelista atonal</b> (1982), de marcada impronta
autobiográfica y que presenta, en su primera parte, la sórdida vida del
protagonista en una pensión de mala muerte, tal como ocurrirá luego con el
inicio de <b>Los sorias</b>; y las dos
novelas “históricas”: <b>La hija de Kheops</b>
(1989) y <b>La mujer en la muralla</b>
(1990). <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">La lectura de cada
libro de Alberto Laiseca suma nuevos elementos para definir a una obra
autónoma, interrelacionada y pensada hasta el más mínimo detalle, donde el
concepto de “realismo delirante” no es un rótulo arbitrario, para ser
considerado a la ligera, sino que conforma el sustento central de todo ese
universo. Lo que un lector desprevenido podría rechazar por demasiado
delirante, como, por ejemplo, el inicio de <b>El
gusano máximo de la vida misma</b>, donde una opulenta mujer se salva de ser
violada por tres negros del Bronx para llegar a su apartamento, donde la
aguarda el gusano máximo de la vida misma para sodomizarla, haciéndola morir
por la conjunción de catorce orgasmos simultáneos, se convierte con el correr
de las páginas en la constatación de un mundo demasiado “real”, donde las
criaturas astrales y mágicas que lo intervienen se incorporan a la caótica
fuerza del cosmos por las que los torpes mortales nos movemos con demasiados
aires de suficiencia. Es oportuno, se me ocurre, haber citado <b>El gusano…</b>, pues en su párrafo inicial
se encuentra una buena muestra de la prosa del Monstruo: “<i>Ella era gordita, petisa, tetona y vivía en Nueva York. Además era
terriblemente distraída. Noten esto porque es importante para la historia.
Hacía un calor espantoso y húmedo. La petisa trotaba por las calles sin
bombacha. Pero no por puta sino por acalorada. Olvidé decir que tenía un culo
de ésos. Sus glúteos, sin el vínculo férreo, sin el dique del calzón, anadeaban
que era un gusto. Ver un culo así, de lo más respingón y que no es de uno,
causa desazón en el espíritu. Era como el culo movedizo del Tandil</i>”.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Adolfo Hitler corta el pasto<o:p></o:p></span></b></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Alberto Laiseca
fue, antes de convertirse en escritor o, mejor dicho, mientras recorría el camino
que lo llevaría a volverse tal, un hombre de diversos oficios: peón en las
acequias y cosechador de naranjas, estibador y zafral en los lavaderos de zanahoria,
empleado telefónico y corrector de pruebas en el diario <i>La Razón</i>. Trajinar por todos esos oficios mal pagos y extenuantes
le otorgaron gran parte del sustento humano para sus futuras obras, por lo que
resulta interesante leer los libros a la luz del conocimiento de sus peripecias
personales, contadas por él mismo en diversos reportajes. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">En una entrevista
con el Canal Encuentro, Laiseca celebra el momento en que dejó atrás su vida de
pensión. “<i>Me liberé de las vituallas de
los campos de concentración que ofrecen en las pensiones. En las pensiones
argentinas se come tanto como en los aviones. Con eso te digo todo</i>”,
afirmó. Y sin salir del claustrofóbico y deprimente espacio de un cuarto de
mala muerte de alguna pensión en la que le tocó vivir, Laiseca diría en <b>Deliciosas perversiones polimorfas</b>, el
documental de Eduardo Montes-Bradley, del año 2004, que lo tiene como
protagonista: “<i>Después que me fui de mi
pueblo empecé a vivir en pensiones, y como no tenía suficiente dinero para
vivir solo en una pieza, tenía que compartir habitación con otros muchachos.
Ahí se daba el problema de la cultura, porque yo era un muchacho culto y ellos
no, y como se sentían inferiores, para sentirse superiores me daban consejos
operativos de la vida y me hinchaban mucho las pelotas. ‘Vos tenés que hacer
esto, Laiseca. Tenés que ir con nosotros a vender medias a Villa Caraza. Ahí
está la plata, en Villa Caraza’</i>”. Y más adelante: “<i>Parece que los demás siempre saben mejor que uno todo lo que uno tiene
que hacer para ser feliz. ‘Dejá de escribir esas boludeces… ¿Pa qué te
sirven?... Y de leer’. Toda mi vida he estado rodeado de altruistas, por
desgracia, que no se ocupaban de sí mismos sino de mí. Si me hubiera encontrado
con menos gente de la que intentó hacerme feliz, me hubiese ido bastante mejor
en la vida</i>”. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhTlXwbP6xWTYJOhCskIHY5u6bSrDPit9kR7YM8mfTz3ZFxomknv8fXSqTnFImgjFho5DQcF3Mg-k11sYGZNYJOIxojDaNIAQPboDB7Pijjv1D7aPkMuVHt6M_114lEZlBj2ZvwaAl31jo/s1600/Laiseca-5.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="265" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhTlXwbP6xWTYJOhCskIHY5u6bSrDPit9kR7YM8mfTz3ZFxomknv8fXSqTnFImgjFho5DQcF3Mg-k11sYGZNYJOIxojDaNIAQPboDB7Pijjv1D7aPkMuVHt6M_114lEZlBj2ZvwaAl31jo/s400/Laiseca-5.jpg" width="400" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Y si los dadores de consejos conforman una
suerte de legión antagónica de Laiseca y de sus diversos protagonistas, no
menos ominosa y letal fue la relación del escritor con su propio padre. En la
mencionada película <b>Querida, voy a
comprar cigarrillos y vuelvo</b>, basada en su cuento homónimo, al protagonista
se le otorga la posibilidad de volver al pasado para contemplar el momento
exacto en que muere su padre. La secuencia es mínima y brutal: un sujeto mal
encarado, en camiseta y tiradores, corta el pasto en el jardín ante la mirada
de su hijo. De pronto, se larga a llover y la cortadora de césped se detiene.
El sujeto se inclina a repararla y cuando la vuelve a encender, una descarga
eléctrica lo electrocuta. “Chau, papá”, dice el niño, que un rato antes lo presentó
como Adolfo Hitler. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">El vínculo padre-hijo y el consiguiente
sentimiento parricida marcó a fuego la existencia de Alberto Laiseca, quien
vivió una complicada relación con su padre, un respetado médico que quería que
su vástago se convirtiera en ingeniero químico. Al final, tuvo la posibilidad
de destrabar el conflicto a través de la ficción, como cuando en un pasaje de <b>Los sorias</b> escribe: “<i>É<span class="textexposedshow">l se había
dicho: 'Después de que mi viejo se muera, la humanidad va a ser más joven'.
Pero, cuando esto finalmente ocurrió, no supo perdonar ni enterrar el cadáver y
dejar de sabotearse a sí mismo. Continuó con la historia de su odio inacabable,
haciendo vivir al muerto sin darse cuenta, permitiendo que su padre continuara
formándolo y controlando su vida desde el sepulcro. No comprendió que a los
padres hay que perdonarlos porque sí. Sin razones, excusas ni motivos. No hay
nada que analizar, nada que descubrir, ni entendimiento que lograr. El nudo
Gordiano tiene las inencontrables puntas hacia dentro; por eso, la única forma
de cortarlo es mediante la espada del perdón. Perdono ahora, a partir de este
momento, más allá del bien, del mal y del derecho, porque sí. Un perdón
nietzcheano</span></i><span class="textexposedshow">”.<o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Una coda de Lai<o:p></o:p></span></b></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">La denostada y
necesaria web permite encontrar, de forma muy fácil, las diferentes entregas de
los <b>Cuentos de Terror</b>, que Alberto
Laiseca seleccionara, adaptara, contara y actuara para el ciclo televisivo del
canal I-SAT. Allí están sus versiones de clásicos del género como ‘El gato
negro’, de Edgar Allan Poe y ‘La gallina degollada’, de Horacio Quiroga, pero
también textos menos afines al terror como ‘Algo muy grave va a suceder en este
pueblo’, de Gabriel García Márquez o ‘La galera’, uno de los relatos que
integran ese gran libro que es <b>Misteriosa
Buenos Aires</b>, de Manuel Mujica Laínez. <o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">También en la web
es posible hallar algunas entregas de ‘El consultorio de Lai’, otro ciclo
televisivo que Laiseca realizara para el programa ‘Cupido’, creado por Gastón
Duprat y Mariano Cohn para Much Music. Allí, con una escenografía mínima y con
un único plano, Lai lee las cartas que los televidentes le envían con diversas
consultas amorosas y, a continuación, ofrece una respuesta que nunca constituye
un lugar común sino una lectura seria del dilema. Por ejemplo, un televidente
le escribe: “<i>Tengo fantasías con mi
cuñada. El tema es que mi mujer está enferma, postrada, y me da culpa. Pero si
no hago algo, voy a explotar. ¿Qué hago?</i>”; y Lai le responde: “<i>Hay varios temas aquí. En primer lugar, ¿la
postración de tu mujer es temporal o definitiva? Porque si es definitiva, hay
que vivir. Por lo demás, ¿tu cuñada qué opina?... si es que opina algo, porque
por ahí no está ni enterada y pone el grito en el cielo. Ahora, si ya puestos
de acuerdo lo van a hacer, vívanlo sin culpa</i>”. </span></span><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Ahora que la Muerte, sobre la que escribió,
temió y también supo mofarse en sus libros, atrapó pa´siempre al Monstruo, la
noticia que circuló algunas semanas atrás sobre que en 2017 Random House
publicará un nuevo libro suyo, atempera en cierto modo el golpe y no permite
parafrasear al director Billy Wilder, cuando en el funeral de su maestro Ernst
Lubitsch y como respuesta a la expresión de dolor de William Wyler -“Se acabó
Lubitsch”-, dijo: “Peor aún: se acabaron las películas de Lubitsch”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Dejemos que ahora se manifieste el
porvenir y no abandonemos nunca la relectura del Lai. <o:p></o:p></span></div>
<br />
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">¡Tecnocracia,
Monitor, Triunfo!</span></span><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span class="textexposedshow"><span style="font-family: "times new roman" , serif;"><span style="font-size: x-small;">-Publicado en semanario Brecha el 30/XII/2016.</span></span></span></div>
Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-27044768333988976982017-01-07T10:41:00.000-08:002017-01-07T10:51:55.099-08:00‘Iluminaciones sobre ciudades en Benjamin y otros ensayos’, de Peter Szondi<div align="center" class="MsoNoSpacing" style="text-align: center;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 16.0pt;">Problemas del genio creador<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Como un asteroide que explota en su
periplo por la galaxia, incrustando con millones de esquirlas a otros elementos
del cosmos, puede leerse el paso de Walter Benjamin (1892-1940) por la cultura
occidental del siglo XX y lo que va del XXI. Forzando un poco más la tosca
metáfora espacial, puede decirse que, a diferencia de la aridez propia del
sideral cuerpo rocoso, el fenómeno Benjamin ha sabido insuflar vida a su paso,
bajo la forma de innumerables ideas, corrientes, fenómenos de disciplinas
diversas y obras enteras que se han dedicado a glosarlo, analizarlo,
cuestionarlo. Un ejemplo muy cercano, temporal y geográficamente, es el libro <b>Las tres vanguardias</b>, del escritor
argentino Ricardo Piglia, que dedicado al estudio de las obras de Juan José
Saer, Manuel Puig y Rodolfo Walsh, encuentra su motor secreto (y no tanto) en
una serie de ideas de Walter Benjamin. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Iluminaciones
sobre ciudades en Benjamin y otros ensayos</span></b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">, del filólogo alemán Peter Szondi
(1929-1971) es otro libro de la galaxia dominada por el autor de <b>La obra de arte en la época de su
reproductibilidad técnica</b>, y aunque el volumen incluye trabajos dedicados a
William Shakespeare, Friedrich Schiller
y Bertolt Brecht, entre otros, la lectura de Walter Benjamin lo atraviesa de
punta a punta. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">El libro, editado póstumamente en 1973,
recopila ensayos de diverso tenor, publicados en varios lugares y con el tono
de cierta arbitrariedad que suelen tener todas las recopilaciones en las que el
propio autor no metió mano. (¿Aunque no es, en realidad, arbitraria cualquier
recopilación de textos realizada incluso por el propio autor, sujeta siempre a
gustos o disposiciones del momento que se emprende?). Si se apurara aquí un
tema común a los textos reunidos en <b>Iluminaciones…</b>,
habría que optar por el de los problemas que acucian al genio creador, pero no
al creador en tanto individuo que se planta ante la obra en curso sino al
repertorio de ideas recibidas y propias con las que el genio debe luchar para
plasmar una creación personal y única, que lo haga trascender sobre sus
semejantes. Más Benjamin, imposible. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjDwD7mMBr5EJ1CcrQaQ0Uk0C12nzZMXGOiF23EUm3vrAhjjFacqfmwfuRxiehkbKaovT7wCh1iFQ_c7pjHns9ieXBP8VrDnhtz_zHJsm-XKaWRhOA6D4cudVBA7LBSVbrMBg4OGtOWLIE/s1600/Benjamin-sm.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjDwD7mMBr5EJ1CcrQaQ0Uk0C12nzZMXGOiF23EUm3vrAhjjFacqfmwfuRxiehkbKaovT7wCh1iFQ_c7pjHns9ieXBP8VrDnhtz_zHJsm-XKaWRhOA6D4cudVBA7LBSVbrMBg4OGtOWLIE/s400/Benjamin-sm.jpg" width="266" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Hay dos ensayos que sobresalen en el
volumen, no solo por el desarrollo argumental de Szondi sino por la nueva luz
que aportan sobre temas bastante estudiados por la academia. En ‘Tableu y coup
de théâtre. Para una psicología social de la tragedia burguesa en Diderot. Con
un excurso sobre Lessing’, el autor parte de la aparición de la burguesía en
las obras teatrales de Denis Diderot para definir toda una forma de <i>leer</i> a las clases sociales en la
convulsionada Europa del Siglo de las Luces. Szondi presenta a un Diderot no
solo comprometido con su obra –con el genio creador– sino con la lucha al
máximo poder en su tiempo, a saber, la monarquía absoluta. No es raro ver cómo
el padre de la fundamental <b>L'Encyclopédie</b>
comienza a quedarse solo en su prédica por la libertad del pueblo y del
individuo, pues había que ser muy valiente para proclamar, luego de la terminación
de la guerra de Independencia norteamericana: “<i>Que la Revolución que ha tenido lugar al otro lado del mar, después de
siglos de opresión, al ofrecer a todos los habitantes de Europa un refugio
contra el fanatismo y la tiranía, instruya a los gobernantes sobre el empleo
legítimo de su autoridad</i>”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">El otro ensayo a destacar es el que le da
nombre al volumen, un cautivante texto que compendia la descripción de diversas
ciudades europeas en la pluma de Walter Benjamin a partir de la clave del
distanciamiento de la tierra natal y el descubrimiento de un espacio nuevo, en
un mecanismo personal –entre lo sensorial y la memoria– a través del cual,
Proust mediante, el viajero contempla todo con los ojos de un niño. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Al igual que Walter Benjamin, Peter Szondi
optó por suicidarse, en 1971, cuando era un respetado profesor y un muy leído
ensayista, que había publicado a los veintisiete años su <b>Teoría del drama moderno (1880-1950)</b>, un verdadero clásico en la
materia. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Al final, unas palabras sobre la
traducción del libro. La tarea fue emprendida por Héctor A. Murena (1923-1975),
el gran ensayista argentino al que le debemos textos como <b>El pecado original de América</b>, quien supo volcar al español, en una
prosa precisa y cuidada, las encadenadas argumentaciones de Szondi para develar
los misterios de la creación intelectual. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Martín
Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="border: solid windowtext 1.0pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-element: para-border-div; padding: 1.0pt 4.0pt 1.0pt 4.0pt;">
<div class="MsoNoSpacing" style="border: none; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-padding-alt: 1.0pt 4.0pt 1.0pt 4.0pt; padding: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">‘<b>Iluminaciones sobre ciudades en Benjamin y
otros ensayos</b>’, de Peter Szondi. Traducción: H. A. Murena. 188 páginas. El
Cuenco de Plata. Buenos Aires, 2016. <o:p></o:p></span></div>
</div>
<br />
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<o:p><span style="font-size: x-small;">-Publicado en semanario Breca, el 05/I/2017.</span></o:p></div>
Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-57225253769014315452016-12-09T06:20:00.001-08:002016-12-09T06:21:43.003-08:00Las Brujas, junio de 1979<div align="center" class="MsoNoSpacing" style="text-align: center;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">Al atravesar el patio
que lo lleva desde la casa al galpón, siente el crudo viento de invierno que viene
desde el suroeste. Llega desde las hondonadas de Las Brujas, desde la arenosa
costa del Río Santa Lucía, más allá de los campos dormidos en la oscuridad de
la noche, dejando atrás a un cielo sin estrellas y al ganado inquieto en los
potreros. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">El hombre atraviesa
el portón guiándose por la débil llama del farol, de continuo atacada por los
golpes de viento que se filtran entre las chapas. Allá, en el fondo, su padre
ordeña la última vaca. La posición del cuerpo sobre el banco de madera y el
movimiento de las manos alrededor del balde revelan el dominio absoluto de la
labor. El hombre avanza hacia su padre y lo ayuda con el tarro de leche.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">¿Cómo está?, pregunta
el más viejo. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">Ahora se durmió.
Parece que está más tranquila, responde.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">Mejor así.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">Entre los dos llevan
el tarro hacia la salida del galpón. Al cobijo de una vieja pared de bloques
está el caballo con el carro prendido y con otro tarro de leche encima. El más
joven sube al carro, acomoda y ata la carga en un único movimiento. Luego, toma
las riendas y se sienta sobre los mismos tarros antes de hacer avanzar al
caballo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">Andá despacio, le dice
su padre, mirá que se larga a llover en cualquier momento.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">El hombre sobre el
carro asiente, contempla por unos segundos el manto de nubes que avanza desde
la costa y apura al caballo. Atraviesa el patio, pasa junto a la casa y sale al
camino. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">Está abriendo la
portera cuando caen las primeras gotas. Pausadas, con desgano al principio,
pronto se convierten en un chaparrón cerrado que hiende el aire por sobre el
ruido del viento. El hombre golpea con las riendas el lomo del caballo y
emprende el viaje carretera arriba. La lluvia, al darle de costado en el
rostro, lo hace volverse hacia la izquierda. Como todas las noches, ve la luz
de un candil en el rancho de Santos Pontón. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">El caballo ahoga un
bufido cuando atraviesa el puente sobre el arroyo. Las pesadas gotas del
chaparrón provocan un ruido seco, cortante, al dar de lleno sobre el agua
estancada. Sobre el carro, el hombre se acomoda encima de los tarros y, sin
soltar las riendas, se arregla el abrigo. La lluvia inicial le ha dado paso a
un aguacero persistente que el viento de la costa barre con fuerza. Allá
adelante, en la curva del camino, el faro de una moto comienza a agrandarse
hasta que máquina y conductor son visibles entre la cortina de lluvia. El de la
moto saluda con la mano al pasar junto al carro y el hombre devuelve el gesto alzando
las riendas por encima de la cabeza. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">Como todas las
noches, los perros de Baccino le ladran al paso del carro. El viento y la
lluvia no los doblega y sus ladridos, que bajo el ruido del agua parecen querer
ahogarse, sobresalen por momentos hasta que de golpe se apagan.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">El hombre sobre el
carro siente cómo el agua moja el frente del pantalón y se desliza por las
piernas hasta detenerse en las ligazones que le provocan las botas. Es tanto lo
que se ha mojado en sus treinta y dos años –tropeando ganado, rejuntando a las
vacas para ordeñarlas, realizando este mismo viaje nocturno en el carro tirado
por el caballo– que ya no lo sorprende esta dura lluvia que cae. Lo inquieta,
sí, lo que pasará en los días próximos, mañana o esta misma noche. Al tomar la
primera curva de la carretera piensa en ella y al imaginarse al que está por
venir, sonríe. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">Ahora la lluvia le da
en la espalda y se desliza por el rotoso <i>pilot</i>
que parece una capa. Las gotas producen pequeños estampidos sobre los tarros de
leche. El hombre cede un poco la presión de las riendas y el caballo afloja
apenas la marcha, levantando la cabeza. Algunos días atrás ha descubierto a la
yegua tostada que recorre con andar lento el potrero de Aníbal Cernada. El
hombre vuelve a sonreír. Al tomar la segunda curva, se aclara la voz y canta.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">Es
de noche, pasa<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">rezongando
el viento<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">que
duebla los sauces<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">cuasi
contra el suelo.<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">Y
en el fondo oscuro<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">de
mi rancho viejo<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">tirao
sobre el catre<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">de
lecho de tientos<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">aguanto
las horas<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">que
han de tráirme el sueño.<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">Y
las horas pasan, <o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">y
yo no me duermo,<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">ni
duerme en la costa<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">del
bañao el tero,<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">que
ocasiones grita<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">no
sé qué lamento<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">que
el chajá repite<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">dende
allá muy lejos…<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">¡Pucha
que son largas<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">las
noches de invierno!<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">Deja de cantar cuando
los perros de doña Ana, en un desparejo coro emanado de la lluvia y de las
sombras, elevan hacia el aire sus ladridos, mezcla de recelo y tristeza. El
hombre les gritaría un “fuira”, como hizo las primeras veces, pero siente que sería
un acto sin sentido. Los perros parecen entender su pensamiento porque se
callan de golpe. Pese a la lluvia que cae de frente, el hombre atisba hacia la
silueta ominosa que conforman la casa y los árboles que la rodean. Que triste es
una casa sin gurises, piensa, y vuelve a sonreír al imaginarse al que está por
llegar. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">Está enderezando el
caballo sobre el terraplén al final de la carretera, cuando el camión lechero
toma la curva de lo Peissino. El chofer baja las luces que, atravesando la
lluvia que cae de frente, alumbran al caballo detenido en su sitio como una
estatua y al hombre parado junto a los dos tarros.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">Se largó con todo, saluda
el camionero mientras trepa por la baranda con una agilidad aprendida a fuerza
de costumbre. Cuando el del camión le alcanza los dos vacíos, el hombre bajo la
lluvia eleva el primer tarro lleno. El camionero lo acomoda con los demás y se
vuelve para recibir el otro. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">Vaya nomás, hombre. Me
parece que va a estar así todo el día, dice.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">El hombre sobre el
carro y bajo la lluvia sonríe. El camionero salta y avanza hacia la cabina.
Antes de subir, pregunta:<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">¿Novedades?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">Capaz que viene hoy.
Pero no pasa de esta noche, me parece.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">¿Nervioso?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">¿Qué te parece?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">El camionero levanta
la mano derecha a modo de despedida, abre la puerta y se cuela en la cabina.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">El hombre bajo la
lluvia hace girar al caballo y emprende el camino de regreso. Una luz
blanquecina, como de leche aguada, comienza a extenderse por detrás de los
durazneros y los montes de eucaliptos; una luz pálida que se filtra entre las
nubes como pidiendo permiso; una luz de junio invernal y fría como son todas
las luces a esta altura del año, es lo que ve el hombre bajo la lluvia cuando
regresa en el carro hacia la casa.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">Cuando llega ve cómo
las vacas que su padre ha soltado tras el ordeñe se refugian de la lluvia en el
monte de talas junto al arroyo. Desprende el carro, suelta al caballo junto al
ombú y camina hacia la casa.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">Se detiene bajo el
porche para quitarse las botas y la ropa mojada. Entra. El dormitorio permanece
silencioso. La respiración pausada de su esposa le indica que todo está bien.
Avanza en puntas de pie, levanta las frazadas y se acuesta. Antes de dormirse,
deja que sus manos acaricien la piel que oculta a la criatura que está por
venir. Allí dentro, adormecido por la profundidad y el misterio de la vida y
sintiendo el calor de las manos de mi padre, yo me aprontaba para salir al
mundo. <o:p></o:p></span></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b><span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">Martín
Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "times" , "times new roman" , serif; font-size: 11.0pt;">NOTA 1: Las estrofas
que aparecen en el texto pertenecen al poema ‘Insomnio’, de José Alonso y
Trelles, El Viejo Pancho. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-size: 11.0pt;"><span style="font-family: "times" , "times new roman" , serif;">NOTA 2: Vaya este
texto como homenaje a Lauro Bentancor (1947-2009), quien supo ser tambero,
alambrador, tractorista, chacarero y una variedad de oficios, y de quien se cumplen hoy siete años de su fallecimiento. </span><span style="font-family: "calibri" , sans-serif;"><o:p></o:p></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "calibri" , sans-serif; font-size: 11.0pt;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjafllWOYc6tDfZ2KqUxSUYXRrrwJkbPGqLXJmS-6taTRmLr1atdQ0jdexs5im_jhUGB2plnoiPKPfrmxa8ezKki2UTh_Rc6lqcpc4dWG7RMG9aFIUvDu-B1IzRAmqQ8JZYojuO1aXxcHY/s1600/104_0744+-+copia.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="300" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjafllWOYc6tDfZ2KqUxSUYXRrrwJkbPGqLXJmS-6taTRmLr1atdQ0jdexs5im_jhUGB2plnoiPKPfrmxa8ezKki2UTh_Rc6lqcpc4dWG7RMG9aFIUvDu-B1IzRAmqQ8JZYojuO1aXxcHY/s400/104_0744+-+copia.JPG" width="400" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span lang="ES-TRAD" style="font-family: "calibri" , sans-serif; font-size: 11.0pt;"><br /></span></div>
<br />
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-42997334181883792042016-09-23T14:32:00.001-07:002017-01-07T10:47:49.205-08:00‘Lo íntimo. Lejos del ruidoso Amor’, de François Jullien<div align="center" class="MsoNoSpacing" style="text-align: center;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 16.0pt;">El Afuera y el Otro<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">¿Se acuerda, lector, cuándo acarició a
alguien por primera vez? ¿Y cuándo fue acariciado por alguien, por primera vez?
¿Puede reconstruir, acaso, la sensación que recorrió a sus terminaciones
nerviosas el momento que unos dedos se deslizaron por su mejilla, por entre sus
propios dedos o por sus llamadas ‘partes íntimas’? <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">La semiótica de los gestos, que nos ha
provisto de un arsenal de opciones para demostrarle a los demás cólera, alegría
o tristeza, e incluso para fingir cólera, alegría o tristeza, nos ha dejado
desarmados para enfrentar el gesto íntimo, la construcción gestual y sensorial
mediante la cual le trasmitimos al otro una información que trasciende las
palabras, aunque hay frases íntimas, claro, como las que se pronuncian durante
el llamado acto sexual. Sin embargo, esas palabras que brotan durante los
prolegómenos, la concreción y el apaciguamiento del coito, forjadas en una
retórica propia que pautan las circunstancias de la acción y la intensidad del
relacionamiento con el otro, necesitan para desplegar su significado de una
materialidad corporal que las resignifique, las haga creíbles, precisas como
una sentencia. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">La existencia de lo íntimo requiere, para
ser tal, de la visualización de un Afuera y de la interacción con el Otro. De
esa forma, al disponer a la individualidad en relación con otras
individualidades, en el marco de un vínculo que acerca a los dos seres, es que
la intimidad adquiere consistencia y se legitima. Se trata, sin dudas, de un
tema difícil de aprehender, sobre el que la filosofía ha dado muchas vueltas,
intentando cercarlo para avanzar en el conocimiento del ser humano o para
explicar otros fenómenos como el amor, la sexualidad y la muerte. La empresa de
describir y desglosar lo íntimo es tan compleja que en un momento inicial de su
libro, François Jullien se pregunta si no hubiese sido una mejor idea escribir
una novela sobre el tema. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">‘Lo
íntimo. Lejos del ruidoso Amor’</span></b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">, el nuevo libro de Jullien –versátil y
reconocido filósofo y sinólogo francés, con una amplia obra mayoritariamente
traducida al español– emprende la tarea de cercar y contar lo íntimo a través
de la literatura. Para ello se convierte en una suerte de detective que sigue
una serie de pistas a través de un puñado de obras de diversos autores y
épocas, intentando comprender cómo el concepto de lo íntimo se fue forjando en
la literatura europea, aunque las pesquisas no son excluyentes de aquel
continente. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhnctyx53OZ2dKXvdgtO8nOZws1sQ0udT6JkNNisfH-xSyUBhjbpKztyTJxBsWKvkSkNEh2n8X1-iwiAt9iaqcJINhxTDgoZsGHZY5SRpSRTIs1ofU12gUg1AM0fCAa1tZmZibQUMIAm4I/s1600/initimo.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhnctyx53OZ2dKXvdgtO8nOZws1sQ0udT6JkNNisfH-xSyUBhjbpKztyTJxBsWKvkSkNEh2n8X1-iwiAt9iaqcJINhxTDgoZsGHZY5SRpSRTIs1ofU12gUg1AM0fCAa1tZmZibQUMIAm4I/s400/initimo.jpg" width="273" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Ni Shakespeare, ni Sade ni D. H. Lawrence;
al momento de comenzar el viaje para inquirir la conformación y el relato de lo
íntimo, Jullien opta por una novela publicada en 1961 por Georges Simenon, el
prolífico escritor belga, padre del comisario Maigret: <b>El tren</b>. El momento inicial para enfrentar lo íntimo se ubica el 10
de mayo de 1940, cuando los alemanes invaden Francia y los vagones de un tren
de pasajeros se desenganchan. Una familia que viaja en el tren se ve separada
por el accidente: de un lado quedan la madre-esposa y los hijos y, del otro, el
padre-esposo. Este personaje conocerá en el vagón atestado a una mujer que
acaba de salir de prisión. El tren que Simenon hace avanzar entonces, y al que
se sube como atento polizón François Jullien, es el del conocimiento de la
intimidad, el avance en el contacto hacia el interior de la pareja, la
definición de un Afuera común pautado por el conocimiento y el deseo del Otro.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">La investigación de Jullien se dispara a
partir de ese punto y son varios los textos y los autores a los que recurre en
procura de la marca y el sustento de lo íntimo: de las <b>Confesiones</b> de Jean-Jacques Rousseau a <b>La princesa de Cléves</b>, de Madame de La Fayette; de los <b>Seis relatos de la vida flotante</b>, de
Shen Fu a <b>Rojo y negro</b> y la
inconclusa <b>Lucien Leuwen</b>, de Stendhal.
Por el camino hay un viaje intenso tras lo íntimo hacia Homero y, aunque el
autor subraya la fuerza demoledora del Canto VI de la <b>Ilíada</b>, con el encuentro de Héctor y Andrómaca en las murallas de
Troya y la captación del juego necesario de las expectativas y las reacciones
en una pareja, concluye que no existió lo íntimo griego. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Digresivo, iconoclasta y ameno, en su
libro sobre lo íntimo, François Jullien arma un discurso que no se cansa de
apilar respuestas para preguntas tan amplias como anodinas, o tan profundas y
efímeras como un juramento de amor. <o:p></o:p></span></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Martín
Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="border: solid windowtext 1.0pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-element: para-border-div; padding: 1.0pt 4.0pt 1.0pt 4.0pt;">
<div class="MsoNoSpacing" style="border: none; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-padding-alt: 1.0pt 4.0pt 1.0pt 4.0pt; padding: 0cm; text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">‘Lo íntimo. Lejos del ruidoso Amor’</span></b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">, de François
Jullien. Traducción: Silvio Mattoni. 189 páginas. Editorial El Cuenco de Plata.
Buenos Aires, 2016.<o:p></o:p></span></div>
</div>
<br />
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: x-small;">Publicado en el semanario Brecha el 09/IX/2016.</span></div>
Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-21448673184831813462016-09-23T14:28:00.001-07:002017-01-07T10:48:30.989-08:00‘El ruido del tiempo’, de Julian Barnes<div align="center" class="MsoNoSpacing" style="text-align: center;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 16.0pt;">¿A quién pertenece el arte?<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">“¿Para qué sirve el arte? Famosa pregunta
pelotudísima: ¿Para qué sirve el arte? Te lo voy a decir: el arte sirve para
que funcione todo lo otro. Para eso sirve el arte. Sencillamente”, dijo de
forma categórica, algunos años atrás, el escritor argentino Alberto Laiseca durante
una entrevista para el Canal Encuentro. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">El tema de la utilidad del arte –desde el
cuadro de un consagrado Maestro colgado en un museo a la efímera performance de
un clown en una ignota plazoleta barrial– ha generado millares de papers,
coloquios y hasta carreras universitarias enteras, no pudiendo desligarse de
otra pregunta tanto o más pertinente: ¿A quién pertenece el arte?<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">El problema tiende a complicarse cuando el
artista se ve obligado a crear bajo una presión extrema, entendiéndose por tal
no las acuciantes problemáticas de llegar con el estómago lleno a fin de mes o
de contar con un plazo de entrega, sino la de vivir bajo un régimen
totalitario, donde sobre el arte campea la censura y el sentido unidireccional
de lo que se expresa. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, o Iósif
Stalin, como lo registra la terrible historia del siglo veinte, fue uno de los
tiranos que más leña hizo del asunto del arte bajo un régimen autoritario, como
el que encabezó a través de largos y dolorosos años. Allí están, para
corroborarlo, las penurias y los destinos de creadores como el poeta Ósip
Mandelshtam, que murió enfermo tras su deportación a Kolymá, en 1938, o del
escritor Isaak Bábel, fusilado en 1940, entre muchísimos otros. Pero también
estuvieron los artistas que, manteniéndose bajo el régimen, siguieron creando con
las consignas del Partido, para no caer en desgracia, alentando un arte servil
y con un mensaje claro, que les permitía llevar la comida a la mesa familiar y,
al mismo tiempo, permitir que los que se sentaban a esa mesa siguiesen
viviendo. Hay un caso emblemático en esta coyuntura, por la propia relación que
entabló con Stalin: el del escritor y dramaturgo Mijaíl Bulgákov, el autor de
una de las grandes novelas del siglo pasado, como es <b>El Maestro y Margarita</b>, que escribía con el NKVD (el tristemente
célebre Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos) respirándole en la nuca y
que, aun así, se las ingenió para dispararle acerados dardos al tirano y su
devastador séquito de aduladores y matones. Otro caso de artista creando bajo
el tufo de Stalin es el del compositor Dmitri Shostakóvich (1906-1975),
protagonista de la nueva novela del inglés Julian Barnes, <b>El ruido del tiempo</b>.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Toda la obra de Dmitri Shostakóvich, así
como su peripecia vital, sus amores, sus viajes y sus reconocimientos deben ser
leídos –porque en los hechos fueron intervenidos– por la égida del régimen
soviético, para el que fue un creador de renombre y, de acuerdo a sus
posibilidades y posturas, también un disidente. Julian Barnes elige algunos
episodios representativos de la biografía del compositor –la representación de
su <b>Lady Macbeth de Mtsensk</b>, el 26 de
enero de 1936, en el Bolshói de Moscú, a la que asiste el mismísimo Stalin; su
viaje a Nueva York, en 1949, para participar en la Conferencia Cultural y
Científica por la Paz Mundial, y algunos otros– para elaborar un retrato
complejo de su protagonista, matizado con variadas reflexiones sobre el paso
del tiempo, la libertad del acto creativo y la lucha de la individualidad con
la opresión del aparato colectivo a manos de un estado policiaco. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiBW_RGcdxDpmglyjJMMdtkS2W4bbowCYL2Bj468ZLYeMCAxrpoz7vkOC8RawwZeTFwJVHu4cuBkyVaK0usA6sHwxww92E97fyFzvRK0N0exnsw2GGMO31wVU_9QrlLtZvTD9LMQiD9YSo/s1600/28-29-El-ruido-del-tiempo-Julian-Barnes-GUSSI.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiBW_RGcdxDpmglyjJMMdtkS2W4bbowCYL2Bj468ZLYeMCAxrpoz7vkOC8RawwZeTFwJVHu4cuBkyVaK0usA6sHwxww92E97fyFzvRK0N0exnsw2GGMO31wVU_9QrlLtZvTD9LMQiD9YSo/s400/28-29-El-ruido-del-tiempo-Julian-Barnes-GUSSI.jpg" width="261" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">A diferencia de <b>El loro de Flaubert </b>(1984), aquella tercera novela del premiado escritor
británico, con la que comenzó a ser conocido por estas tolderías, en la que
desplegaba una serie de interesantes recursos técnicos, desmontando la vida del
autor de la frase “Madame Bovary soy yo”, en <b>El ruido del tiempo</b>, al momento de ficcionalizar sobre
las complejidades de otro gran creador, Barnes opta por una construcción más
clásica, entendiéndose por esto un encadenamiento de episodios biográficos,
pertinentemente documentados, pero poco intervenidos por la zarpa de la
ficción. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Sobre el final, hay que destacar la labor
del traductor Jaime Zulaika, responsable de verter al español libros de Ian
McEwan y Raymond Carver, entre otros, que además de no incluir ninguno de los
clásicos españolismos que tanto alteran a los lectores latinoamericanos, logra
mantener el pulso introspectivo y lírico de la prosa de Julian Barnes, prosa por
la que es considerado uno de los grandes autores de la lengua inglesa. <o:p></o:p></span></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Martín
Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="border: solid windowtext 1.0pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-element: para-border-div; padding: 1.0pt 4.0pt 1.0pt 4.0pt;">
<div class="MsoNoSpacing" style="border: none; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-padding-alt: 1.0pt 4.0pt 1.0pt 4.0pt; padding: 0cm; text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">‘El ruido del tiempo’</span></b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">, de Julian
Barnes. Traducción: Jaime Zulaika. 199 páginas. Editorial Anagrama. Barcelona,
2016.<o:p></o:p></span></div>
</div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"> <o:p></o:p></span></div>
<br />
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"> <o:p></o:p></span><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: x-small;"> </span><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: x-small;">Publicado en el semanario Brecha el 02/IX/2016.</span></div>
Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-51946617132501271722016-09-23T14:25:00.001-07:002016-09-23T14:25:44.945-07:00La obra del escritor argentino Juan Filloy<div align="center" class="MsoNoSpacing" style="text-align: center;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 16.0pt;">Cómo hacer cosas con palabras<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Enclaustrada
por largo tiempo en la torre de las rarezas de la literatura argentina, la obra
de Juan Filloy (1894-2000) ha logrado romper los barrotes impuestos por cierta
crítica miope y reduccionista, sumando lectores con el paso de los años, las
ediciones y las reediciones. Los libros de Filloy son verdaderos prodigios del
idioma, particulares construcciones de la forma y el lenguaje que llevan al
castellano a sitios donde pocos autores llegaron. La tarea es más que loable
para alguien que se propuso, en su escritura, emprender “una revancha contra
tantos siglos de analfabetismo familiar”.
<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Martín
Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">En algún momento de la década del treinta
del pasado siglo, el escritor cordobés Juan Filloy le envió por correo a su
colega Jorge Luis Borges, un ejemplar de su primera novela, <b>¡Estafen!</b>, publicada en 1931. En la
primera página de aquella edición de autor, Filloy escribió “Con afecto” y su
nombre. Muchos años después, en una de las pocas ocasiones que salió de Río
Cuarto –la ciudad donde vivió durante sesenta y cuatro años–, debió trasladarse
a Buenos Aires por unos días y aprovechó la ocasión para visitar las librerías
de la calle Corrientes. Entre una montaña de libros de segunda mano encontró un
ejemplar de su primera novela, lo que no dejó de llamarle la atención: sus
libros eran ediciones limitadas, que solo circulaban entre amigos. Cuando abrió
el volumen, descubrió que se trataba del mismo ejemplar que le había obsequiado
al autor de <b>Historia universal de la
infamia</b>. Compró el ejemplar por unos pocos pesos y cuando regresó a Córdoba,
lo ensobró y volvió a enviárselo a Borges. Esta vez, debajo de la primera
dedicatoria, escribió: “Con renovado afecto, Juan Filloy”.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La anécdota, referida por un muy anciano
Filloy al periodista Hernán Casciari, ilustra algunos rasgos de la obra y la
vida de este jurista devenido escritor ante la creación: su especial sentido
del humor (una corriente que atraviesa todos sus libros), su persistencia ante
el material impreso y su propia posición en el mapa de la literatura argentina,
en el que por muchas décadas permaneció ignorado, como un accidente que los
cartógrafos observan pero no registran en el trazado. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhf6KRreb-zTblGzmbmpx5XU4wmdTmTWjyyo1_ZJ72CD-Yaw8BWHshMfWj9TtKlvrYJO0RDkgByW6fddPXCe4lFRWcDOu4_KKTMsDtvB-PrIu8HeKYJghgH87a-DbkzM-_bsIVrd-8re_8/s1600/22-Juan-Filloy-Foto-Gentileza-Museo-Hist%25C3%25B3rico-Municipalidad-de-R%25C3%25ADo-Cuarto-C%25C3%25B3rdoba.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="372" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhf6KRreb-zTblGzmbmpx5XU4wmdTmTWjyyo1_ZJ72CD-Yaw8BWHshMfWj9TtKlvrYJO0RDkgByW6fddPXCe4lFRWcDOu4_KKTMsDtvB-PrIu8HeKYJghgH87a-DbkzM-_bsIVrd-8re_8/s400/22-Juan-Filloy-Foto-Gentileza-Museo-Hist%25C3%25B3rico-Municipalidad-de-R%25C3%25ADo-Cuarto-C%25C3%25B3rdoba.jpg" width="400" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">El
Balzac argentino<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Cuando Juan Filloy falleció, el 15 de
julio del año 2000, a los 105 años de edad, la mayoría de los obituarios dieron
cuenta de su longevidad como un valor en sí mismo, repitiendo la inexactitud de
que era uno de los pocos seres humanos que había pasado por tres siglos. Y
aunque las notas necrológicas le hincaron al diente a la obra del cordobés,
muchas también redujeron la impronta de su literatura al costado más lúdico,
repitiendo hasta el hartazgo la particularidad de que todos sus libros tienen
títulos de siete letras (<b>Ignitus</b>, <b>Gentuza</b>, <b>Caterva</b>, <b>La potra</b>, <b>Balumba</b>, <b>Tal Cual</b> y unos setenta volúmenes más, varios de ellos inéditos) y
que están atravesados por la destreza de Filloy para el arte de la palindromía.
Y si bien las dos cosas son ciertas, no están ni por asomo en el centro del
proyecto literario de este escritor que fue una referencia explícita para <b>Rayuela</b> de Julio Cortázar, y que llegó
a cartearse con el mismísimo Sigmund Freud.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Los libros de Juan Filloy son ejemplares
únicos, que desarrollan un estilo que no tiene antecedentes en el idioma
castellano y que, por su particularidad de composición, sintaxis y orfebrería
en el uso de las palabras, es imposible de imitar. Quizás por su ubicación
geográfica o por la propia extrañeza de su materia literaria (extrañeza pautada
por el mercado, la crítica y el sistema de difusión de los libros), su obra
demoró en llegar al gran público, adquiriendo cierta visibilidad su nombre en
los años finales, cuando comenzaron a llegar las entrevistas, las monografías y
los homenajes. Esa tardanza no deja de sonar injusta en el contexto de la
literatura argentina, tal como en su momento expresó el escritor Mempo
Giardinelli: “<i>Uno de los crímenes más
inexplicables de la cultura fue ignorar a este hombre al que podríamos llamar
el Balzac argentino</i>”.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Cuando en el año 1931 publicó su primera
novela, <b>¡Estafen!</b>,<b> </b>en una cuidada edición pagada de su
bolsillo, el abogado Juan Filloy era un activo ciudadano de Río Cuarto, una
apacible ciudad ubicada al sur de Córdoba, vinculado a diversas organizaciones
sociales y deportivas, colaborador del periódico local y entusiasta lector que
gustaba, además, de la conversación y el buen comer. En el año 1930 había
emprendido un viaje de dos meses por la costa del Mar Mediterráneo, que
convertiría en el material de su primer libro, <b>Periplo</b>, una crónica de viaje donde ya despunta la erudición al
servicio del relato y una finísima capacidad de observación. Sin embargo, es
por <b>¡Estafen!</b> la obra por la que los
estudiosos de Filloy prefieren comenzar el viaje por su extensa bibliografía. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La primera novela de Juan Filloy relata
las peripecias de El Estafador, un delincuente recluido por cinco meses en una
cárcel provincial que decide compartir con los compañeros de penurias, sus
amplios conocimientos en el mundo de la estafa. El Estafador, del que nunca
conocemos el nombre y que interactúa con otros personajes presentados por su
función en el lugar (El Comisario, El Auxiliar, El Magistrado), evidencia las
mejores cualidades del ser humano ante una circunstancia adversa: solidaridad,
sentido de la justicia y apoyo al más débil. Soy consciente de que reducir de
esta forma el argumento del libro va contra el propio asunto de la obra, pues
la maestría de Filloy no se queda en la anécdota, en el relato de las acciones
de los personajes, sino que cuenta la historia a través de una tercera persona
que, continuamente, interrumpe el relato y reflexiona sobre asuntos tan
variados como la vida en reclusión, las creencias religiosas, las artimañas de
los leguleyos y las particularidades del sistema democrático. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Además de fundar los cimientos de la torre
novelística y cuentística que, en las siguientes décadas, elaboraría libro tras
libro, <b>¡Estafen!</b> incorpora una de
las preocupaciones idiomáticas a las que el autor le dedicó mucho tiempo: la
construcción de palíndromos. El escritor cordobés siempre se jactaba de haber
batido el record en creación de frases que se leen con el mismo sentido en
cualquier orden, superando a su antecesor, el emperador León Vl de Bizancio,
que llegó a publicar 27. Filloy, en cambio, escribió más de diez mil. En <b>¡Estafen!</b>, presenta algunos ejemplos en
la voz (o la escritura) de su protagonista:<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">AMIGO NO GIMA<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">A TU ACOSO, CAUTA<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">EL DA MAS; AMADLE<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">LA DIVA AMA A VIDAL<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">NO LO CASES A COLON<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">¡SOÑAD SOLO LOS DAÑOS!<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">A LA MANIA, COCAINA MALA<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">SE BRUTAL O NO LA TURBES<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">ACUDE EL AVE Y EVA LA EDUCA<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">A TI NOTARON, ELENOR, ATONITA<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">ALLI SALE DON ELENO DE LA SILLA<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">YO SOLO, DIRA MI MARIDO, LO SOY<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">LA MANEJA, ALUMNO CON MULA AJENA, MAL<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">SACO PESADO TE DOY YO, DE TODAS EPOCAS<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">OIRAS LA FLAUTA: MAS AMA TÚ AL FALSARIO<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Cincuenta y siete años después de la
publicación de <b>¡Estafen!</b>, en 1988,
Juan Filloy volvió sobre el tema con la edición de <b>Karcino</b>, un tratado de palindromía en el que, además de realizar un
completo estudio histórico a modo de introducción sobre el tema, presenta
“fillogramas” de entre dos y diecisiete palabras. En este curioso libro,
bellamente reeditado por El Cuenco de Plata en 2005, Filloy realiza una cruzada
por la identidad y la pertinencia de la palabra como unidad de sentido que,
engarzada en una construcción más amplia, puede decir una cosa u otra,
dependiendo de su ubicación, resignificando una frase: “<i>Niego que la frase palíndroma tenga equivalencia entre las maravillas
del lenguaje. Es única. Basta que la locución conserve límpidos sus perfiles
ortográficos, para que la fluidez responda con vocablos distintos la propia
escritura del pensamiento original. Porque, congeniando el sentido conceptual
con el gramatical, la palindromía es un espejo que repite de vuelta su imagen</i>”.
<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">O sea que, con su trabajo arqueológico y
reorganizador con las palabras, que trasciende el mero aspecto lúdico para
internarse en la densa materia del idioma, Juan Filloy subraya la riqueza de
una lengua, reafirmando lo que alguna vez dijo en una entrevista y que, a la
luz de estos tiempos atravesados por el entramado virtual de las redes sociales,
que muta para mal a los convencionalismos del idioma, suena más que vigente: <i>“Si tenemos un idioma de unas setenta mil
palabras, ¿por qué nos vamos a conformar sólo con usar 800?”</i>.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">La imaginación
en el centro<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Propongo ahora a los lectores de este
artículo, a sabiendas de que tratándose de la obra de Juan Filloy todo lo que
se escriba, al margen del espacio de la propia sección del semanario, va a
sonar limitado, reducido, sobrevolar algunos de los libros de este escritor
cordobés que, a casi dieciséis años de su muerte, empieza a dejar de ser un autor
de culto, leído por unos pocos, para copar los intereses de un público más
amplio. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Publicada en 1934, <b>Op Oloop</b>, la segunda novela de Juan Filloy despliega, al igual que
su antecesora, toda la arborescencia del lenguaje al servicio de una historia
de ribetes delirantes, constituyéndose en una suerte de versión del <b>Satiricón</b> de Petronio atravesada por un
realismo minucioso y un humor que, aunque no da tregua al momento de referir
las mil y una situaciones que en su último día de soltería vive el
protagonista, nunca se presenta como un golpe de efecto sino como un elemento
constitutivo del propio entramado del libro. A pesar de su nacionalidad danesa,
Op Oloop, el meticuloso estadígrafo que protagoniza la novela, merece un lugar
destacado en la galería de honor de caracteres protagónicos de la literatura
argentina, junto a Silvio Astier, Adán Buenosayres o Juan Dahlmann. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Hay cierto consenso en la crítica
–consenso que está ahí, en realidad, para ser cuestionado, dinamitado– en
señalar a <b>Caterva</b>, la tercera novela
de Filloy, publicada en 1937, como su mejor libro. Ambientada en la década del
treinta del pasado siglo, la historia sigue a siete linyeras que se mueven a lo
largo y ancho de la provincia de Córdoba, viajando de garrón en trenes
cargueros y discutiendo sobre la vida, los amores, la política y la muerte. Hay
cierto tono grotesco, en extremo estrafalario, al presentar las conversaciones
entre los linyeras sobre temas tan variados como el esoterismo o la
criptografía en un contexto lúgubre. Esa aparente disonancia le permite a
Filloy, desplegar en boca de sus protagonistas una especial capacidad de observación
que, al volcarse en la escritura, en el relato en sí, no pierde nunca el
sustrato humorístico: “<i>Los cascarudos
poseen todo un prurito de curiosidad. No se avienen, como tantos usureros, a
vivir en el hueco donde apenas caben con su mezquindad. Emergen de lugares
recónditos, con la idea fija de atalayar la vida en torno, para juzgar si vale
la pena de convertirse en hombre en la próxima metempsicosis. Parten, no
obstante, de una premisa falsa. Creen que la humanidad es lo más alto que hay.
Por eso, ni bien uno se sienta, escalan la rampa de las pantorrillas, hacen un
leve descanso en la meseta de los muslos y se encaraman, audaces, por el recto
parapeto de la espalda. Han llegado, por fin, a la cumbre de los hombros. Allí
se solazan con la perspectiva. Agitan sus élitros de charol como la capota de
una limousine. Y se disponen a la ventura máxima: saber si el hombre o la mujer
usan perfumes superiores al suyo</i>”.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Mucho antes que el OuLiPo (acrónimo de la
expresión francesa ‘Ouvroir de littérature potentielle’, ‘Taller de literatura
potencial’) fuera fundado en París, en 1960, por el escritor Raymond Queneau y
el matemático François Le Lionnais, en Córdoba, el jurista Juan Filloy
dinamitaba las formas convencionales de la escritura al servicio de su propia
obra. Pero no fue a lo único que se adelantó Filloy: en su ensayo <b>Aquende</b>, publicado en 1935 como una
‘Geografía poética de la Argentina’, el escritor cordobés creó la expresión
“realismo mágico”, mucho antes de que la crítica la empleara para referirse a
la literatura del Boom latinoamericano, ese fenómeno editorial inflado por el
mercado y que ha envejecido a pasos agigantados. En <b>Aquende</b>, una miscelánea de conceptos e ideas solo posible en el
universo Filloy, pueden leerse pasajes tan iconoclastas como este: “<i>Si hubiera una heráldica autóctona, ¡cuántos
apellidos veríamos con los timbres de esa gloria ancestral! ¡Y qué bellos
escudos! ‘Sobre pampas sinoples una hacienda orejana y un toro rampante. En la
cimera, entre picanas y boleadoras, una vincha y su lema: ¡Ay juna!’… ‘Encerrado
en una orla de alambres de púa un campo de sable. Arriba, las cuatro estrellas
argénteas de la Cruz del Sur. Abajo, la cruz de plata de un facón cuereador</i>”.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Luego de la publicación de <b>Caterva</b>, a finales de la década del treinta,
Filloy se sumió en un silencio editorial de varias décadas, aunque siguió
escribiendo de forma constante, apilando manuscritos, muchos de los cuales
permanecen inéditos. En 1975, la publicación de la novela <b>Vil & Vil</b> (subtitulada ‘La gata parida’) enfrentó al autor con
el estamento militar, siendo víctima, a sus ochenta años, de varios
interrogatorios a punta de metralleta, y al secuestro y la prohibición del
libro. Un diálogo transcurrido en uno de los interrogatorios, citado luego por
Filloy en una entrevista, parece arrancado de una de sus propias obras: <i>“‘¿Cómo ha escrito usted este libro?’ ‘¿Y
cómo no lo voy a escribir si soy escritor?’ ‘Mire lo que dice acá’ ‘Lo dice el
personaje, coronel, son ideas de él.’ ‘Pero usted le presta ideas,’ ‘Yo no le
presto ideas a mis personajes; son las ideas de ellos.’</i>”. Lo que molestó a
las autoridades militares no fue, claro está, la inusual estructura del libro,
son sus tres niveles de relato, sino la historia narrada por Filloy: un colimba
seduce a la esposa de un general golpista. Con un tono picaresco, que nunca
reduce o limita el oscuro asunto de la trama, <b>Vil & Vil</b> cuestiona el sentido de masculinidad en el estamento
de las Fuerzas Armadas al tiempo que subraya la inutilidad del servicio militar
obligatorio. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">En 1987, entrevistado por Mempo
Giardinelli, a los noventa y tres años, Juan Filloy planteó una suerte de credo
que, a la luz de toda su obra publicada y de su trabajo con la escritura,
evidencia una coherencia que impresiona: “<i>Un
artista sin imaginación es igual a cero. Uno necesita una imaginación de
contrabandista de drogas, experto en burlar aduanas de todo el mundo.
Baudelaire decía que el trabajo es una forma desesperada de divertirse y eso es
verdad. Trabajando se presentan las ideas y se estimula la imaginación. Sin
imaginación no hay escritor. La imaginación es la gran matriz proveedora de
argumentos, de estructuras, de estilos. Es una especie de mayéutica, un parto
diario. El escritor tiene embarazos constantes, perennes. Por eso digo que me interesa
el libro que está por nacer; me preocupa la preñez. Y como para mí la
inspiración no existe, trabajo todos los días. Soy un sistemático, y si no
escribo cada día, me abotargo. Hay un manicomio dentro de un escritor… Si uno
tuviera una población de hombres correctos, sería un escritor insoportablemente
monótono, porque la vida correcta es lo más estúpido que hay</i>”. De la
destrucción de la corrección en el estilo, la estructura y el lenguaje, pero
también de la realidad y de la percepción de la misma, tratan los libros de
Juan Filloy, un escritor que a pesar de la muerte y del ostracismo del mercado,
tiene mucho para seguir contando todavía. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-size: x-small;"><span style="font-family: "Times New Roman", serif;"> </span><span style="font-family: Times New Roman, serif;">Publicado en el semanario Brecha el 23/VI/2016.</span></span></div>
<br />
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-40129967951681971952016-05-27T06:29:00.000-07:002016-05-27T06:32:30.608-07:00El poeta Juan L. Ortiz visto por sus amigos<div align="center" class="MsoNoSpacing" style="text-align: center;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 16.0pt;">Una tenue voz aislada<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Juan
José Saer lo definió como el más grande poeta argentino del siglo veinte. Jorge
Luis Borges lo despreció y fingió ignorarlo. Juan L. Ortiz (1896-1978), que
alguna vez contó sobre su deslumbramiento inicial con la obra de Leopoldo
Lugones, encontró a un maestro en el hoy olvidado Juan Ramón Jiménez, pero
también en Li-Po y en John Keats. El mejor retrato de este poeta genial,
irrepetible, lo trazaron un puñado de amigos que lo frecuentaron en su
ancianidad junto al río Paraná.<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Martín
Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">El poeta entrerriano Juan L. Ortiz tenía
setenta y cuatro años cuando, en 1970, la Biblioteca Constancio C. Vigil de
Rosario publicó <b>En el aura del sauce</b>,
los tres volúmenes que compilaban toda su poesía editada, además de varias
obras inéditas. Hasta aquel momento, los libros de Juanele habían visto la luz
en ediciones de autor, con tiradas de pocos ejemplares, circulando siempre de
forma azarosa, al margen de los vericuetos de la industria editorial argentina
y, por supuesto, de cualquier corriente, canon o camarilla. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Títulos como <b>El agua y la noche</b>, su primer libro, publicado en 1933, o <b>El ángel inclinado</b>, de 1938, o incluso
alguno más cercano en el tiempo, como <b>El
alma y las colinas</b>, de 1956, eran inconseguibles en librerías y las pocas
personas que atesoraban algún ejemplar, lo conservaban con orgullo y
determinación, con ese justificable egoísmo que desata el preciado material
impreso. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Luego de jubilarse de su cargo de juez de
paz, Juan L. Ortiz se estableció en la ciudad de Paraná, en una modesta casa
cercana al río. Allí, en compañía de su esposa Gerarda y de un puñado de
galgos, tan flacos como él, el poeta contemplaba por largas horas la corriente
del río Paraná, auscultando en sus remolinos, especialmente intensos a la
altura de Bajada Grande, la bravura líquida de la naturaleza, sustento, tema y
motivo central de su obra. Y allí, en ese mismo lugar, cercado por una
vegetación variada, alejado del bullicio del centro de la ciudad, Juanele
escribía, fumaba en unas larguísimas boquillas y recibía a sus amigos, un
puñado de escritores, músicos y pintores más jóvenes que él, con quienes se
vinculaba a través de la inquietud artística, cuasi ontológica, pero nunca,
jamás, con la pose de un maestro o sabio venerado. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Oficio
de miniaturista<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">La obra y la actitud ante el hecho
poético, ante la creación, por parte de Juan L. Ortiz, aparece referida y
glosada varias veces en la obra del escritor santafecino Juan José Saer
(1937-2005): en <b>El concepto de ficción</b>
le dedica el entrañable texto ‘Juan’ y en el reciente <b>Ensayos</b>, de la serie <b>Borradores
inéditos</b>, el autor de <b>El limonero
real </b>reconstruye sus primeros encuentros con Juanele, entre mates y asados.
Sin embargo, es en <b>El río sin orillas</b>
(1991), ese libro inclasificable, un volumen solo concebible en el universo
Saer, donde se encuentra la mejor semblanza del poeta de Paraná. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">“<i>Juan
L. no debía pesar más de 45 kilos. Más bien bajo de estatura, no daba sin
embargo para nada la impresión de fragilidad. Cuando yo lo conocí, a mediados
de los años cincuenta, en una librería de Santa Fe, ya estaba llegando a los
sesenta años, y tenía un aspecto venerable, que incitaba al respeto que se cree
deber a un estereotipo de Maestro, pero que ocultaba su verdadera personalidad,
puesto que nada le repugnaba más que las poses pontificales</i>”, escribe Saer.
La estampa incluye varios de los rasgos físicos identificables en las fotos de
Juanele, pero incorpora un elemento central de la personalidad del poeta: su
humildad. Lejos de adoptar la actitud de la sabiduría que dan los años y
rodearse del aura que le daba su propia obra, Juanele cultivaba una horizontalidad
sin miramientos, llevando en ocasiones el hilo de la conversación y
convirtiéndose, en otros casos, en atento escucha de las preocupaciones,
anécdotas y derroteros creativos de sus jóvenes visitantes. Pienso, al escribir
ahora esta líneas, cuánto debe haber influido en las búsquedas formales de
escritores como Paco Urondo, Hugo Gola y el propio Saer, aquel contacto
sostenido con Ortiz, al que iban a visitar desde Santa Fe, cruzando en una
lancha que los dejaba en la ribera de enfrente, donde los esperaba el
delgadísimo poeta. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">En uno de sus poemas más conocidos y
citados, ‘Ah, mis amigos, habláis de rimas…’, aparecido en el libro <b>De las raíces y del cielo</b> (1958),
Juanele enuncia lo más parecido a un mandato que puede encontrarse en su obra,
un llamado a los poetas que buscan, incansables, el surgimiento del poema entre
los motivos, las formas y las palabras y que constituye, según los testimonios
dejados por sus amigos, uno de los temas de diálogo en aquellos años de
conversaciones en la casa junto al río Paraná: “</span><i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Oh, yo sé que buscáis desde el principio el secreto
de la tierra, / y que os arrojáis al fuego, muchas veces, para encontrar el secreto…
/ Y sé que a veces halláis la melodía más difícil / que duerme en aquellos que
mueren de silencio, / corridos por el padre río, ahora, hacia las tiendas del
viento… / Pero cuidado, mis amigos, con envolveros en la seda de la poesía / igual
que en un capullo... / No olvidéis que la poesía, / si la pura sensitiva o la
ineludible sensitiva, / es asimismo, o acaso sobre todo, la intemperie sin fin,
/ cruzada o crucificada, si queréis, por los llamados sin fin / y tendida
humildemente, humildemente, para el invento del amor…</span></i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">”. (Lo he citado así, reconociendo que se pierde la particular
disposición de los versos de Ortiz, prefiriéndolo en cambio a los cortes que
debería realizar el diagramador al acomodar las líneas en el sistema de
columnas de esta publicación).<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">En Juan L.
Ortiz, el proceso de escritura de su poesía se inscribe dentro de un ritual que
fue consolidándose con los años y que lo llevó, al valerse exclusivamente del
trabajo con ediciones de autor, a atender cada una de las etapas de la
elaboración del libro, más allá de la propia escritura. “<i>Durante cuarenta años, Juan L. fue su propio editor, su propio
diagramador y su propio distribuidor. Cuando comenzó la preparación de sus
obras completas, su escritura diminuta fue el infierno de editores, tipógrafos
y correctores, pero Juan afirmaba que su gusto por la escritura y la tipografía
microscópicas le venían de su juventud, en la que para ganarse la vida había
tenido que aprender el oficio de miniaturista; pintando paisajes con la ayuda
de una lupa, en cabezas de alfiler y otras superficies igualmente reducidas</i>”,
escribe Saer.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Sobre finales
de la década del sesenta, cuando la prestigiosa Biblioteca Constancio C. Vigil,
de Rosario, se propuso realizar una colección de poesía llamada ‘Homenaje’,
dedicada a autores del interior argentino que contasen con una obra
consolidada, el nombre de Juan L. Ortiz fue el primero en aparecer. Ruben
Naranjo, al frente de la institución, ha dejado un testimonio fundamental para
conocer el vínculo de Juanele con la confección de sus propios libros y el
trabajo que significó, para editores y autor, la publicación de <b>En el aura del sauce</b>, los tres
volúmenes que compilan toda la obra del poeta entrerriano. “<i>No pudimos comenzar con él la colección ‘Homenaje’
porque Juan era un hombre muy exigente, que quería saberlo todo. El proceso de
las pruebas de imprenta fue muy largo. Además, mucho material se perdió, por la
propia forma de trabajo de Juan. Empezamos a trabajar con él alrededor de 1967
y el libro no se publicó hasta 1970</i>”, dice Naranjo en el documental <b>Homenaje a Juan L. Ortiz </b>(1994),
dirigido por Marilyn Contardi y producido por la Universidad Nacional del
Litoral.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Fue así que
recién con más de setenta años, Juan L. Ortiz pudo desvincularse, económica y
técnicamente, de la edición. Atrás quedaba el estrambótico proceso del que se
valía el poeta para difundir sus libros una vez impresos, y que fue referido
por el poeta santafecino Hugo Gola, uno de sus amigos más cercanos, en el
citado documental de Contardi: “<i>Había
encontrado un mecanismo muy original: hacía imprimir unos talonarios con diez
números, repartía esos talonarios entre algunos amigos que vendían los números,
le enviaban el dinero y cuando el libro estaba terminado, Juan le remitía a cada
uno de los compradores un ejemplar. Claro que esta manera de editar era muy
particular, ya que los libros no aparecían nunca en librerías e iban a
destinatarios fijos que casi siempre eran los mismos</i>”.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhwN8NOf7A0wMU9GlnuMmOMn18e3gBYKzsl9uxMsMWqoo8tareltfdJpWRMwQKMMFD6K-u6R85Xu9nPLouL7DnY2eUvms-d7m5NagdlXh1tJDd42aJjtaIT0rJK1diMCPhXRks4b7TdHSY/s1600/juan-l-ortiz.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="220" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhwN8NOf7A0wMU9GlnuMmOMn18e3gBYKzsl9uxMsMWqoo8tareltfdJpWRMwQKMMFD6K-u6R85Xu9nPLouL7DnY2eUvms-d7m5NagdlXh1tJDd42aJjtaIT0rJK1diMCPhXRks4b7TdHSY/s400/juan-l-ortiz.jpg" width="400" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Reconocimiento y despedida<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Cuando en 1970
aparece <b>En el aura del sauce</b>, Juan
L. Ortiz llevaba alrededor de diez años sin publicar. Varios inéditos, entre
ellos el impresionante <b>El Gualeguay</b>,
un extenso poema de 2.639 versos dedicado al río homónimo, habían permanecido
dormidos en alguna gaveta. Sin embargo, aunque la publicación de sus obras completas
en la Biblioteca Vigil puede haber llamado la atención de un público que, hasta
el momento, no había accedido a la obra de Ortiz, el hecho no significó ningún
cambio para el poeta anciano, existencial ni material, ya que seguiría viviendo
en su humilde morada, ajeno al devenir de las letras argentinas con mayúsculas.
“<i>En Juan no había demasiada preocupación
por publicar y, además, nunca las editoriales argentinas se preocuparon mucho
por su poesía. Fue siempre un poeta marginal, aislado, reconocido por alguna
gente del país pero desconocido por lo que se llama el ‘mundo cultural
oficial’. Juanele no recibió nunca en su vida un premio o cualquier tipo de
distinción, de beca o de valoración especial de su obra</i>”, relata Hugo Gola
en el documental de Contardi. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Para reforzar
el aislamiento de la obra de Juan L. Ortiz en la cultura argentina de aquellos
años, el destino actuaría de la peor forma, bajo la brutalidad y la ignorancia
que son marcas ostensibles de cualquier dictadura militar. En febrero de 1977,
la Biblioteca Constancio C. Vigil fue intervenida, se paralizaron todos los
servicios educativos que ofrecía y Ruben Naranjo, su gran impulsor, fue
separado del cargo. La saña interventora se aplicó especialmente con la
editorial de la Biblioteca, de cuyo depósito desaparecieron ochenta mil libros,
la mayoría de ellos quemados por las noches en el propio horno de la
institución. En esa brutal y sostenida quemazón se fue una parte importante de
la edición de <b>En el aura del sauce</b>,
a saber, el remanente de la tirada de cinco mil ejemplares que la editorial
había realizado en 1970.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Poco más de un
año iba a vivir Juan L. Ortiz luego de la desaparición de los últimos
ejemplares de sus obras completas. Un cuarto tomo de <b>En el aura…</b>, cuyos originales llegó a ver Naranjo en una visita al
poeta en Paraná y que, originalmente, era del interés de la Biblioteca Vigil
publicar, nunca vio la luz. Hasta el final, Ortiz seguiría escribiendo su particularísima
poesía, atada a un puñado de motivos que, según expresa Juan José Saer en <b>El río sin orillas</b>, es solamente uno: “<i>El tema casi exclusivo de su poesía era el
escándalo del mal y del sufrimiento que perturban necesariamente la
contemplación de un mundo que es al mismo tiempo una fuente continua e
inagotable de belleza, tema que no difiere en nada del dilema capital planteado
por Theodor Adorno después de Auschwitz. En casi setenta años de trabajo
poético, Juan L. retomó una y otra vez ese tema, aplicando la combinación de lo
‘invariante’ y de lo ‘fluido’, que para Basho, el maestro del haiku,
constituyen la oposición complementaria de todo trabajo poético</i>”. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Cuando Juan L.
Ortiz falleció, el 2 de setiembre de 1978, casi todos sus amigos estaban fuera
de Argentina (Gola en Londres, Saer en París) y algunos, incluso, fuera de este
mundo, como es el caso de Francisco ‘Paco’ Urondo, asesinado en Mendoza en
junio de 1976 por las fuerzas militares. En sus meses finales, el ominoso aire
que respiraba la Argentina por aquellos años también se había estacionado en el
apacible paisaje de Juan L. Ortiz,
rodeando la humilde casa frente al río Paraná. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">En la
conferencia inaugural del Congreso de Literatura de Santa Fe, en 2007, Hugo
Gola realizó un viaje por la vida y la obra de Juan L. Ortiz, indisolublemente
unidas. En uno de los pasajes más emotivos de la lectura, refirió a los
presentes las horas finales de Juanele: “</span><i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Se
aproximaba a la muerte sin sobresaltos, como si ese<span class="apple-converted-space"> </span>cambio<span class="apple-converted-space"> </span>de estado debiera hacerse suavemente,
sin estridencias ni lamentaciones. Una tarde, me contó un amigo, la última de
su vida, compartió todavía una conversación con algunos jóvenes que lo
acompañaban. Gerarda, su mujer, algo menor que él, asistió, como siempre solía
hacerlo, a esta última charla. En un momento de la tarde, cuando ya comenzaba a
oscurecer, le dijo: ‘Ya es hora de acostarte, Juan’. Sin oponer resistencia,
esta vez Juan aceptó la orden de Gerarda,<span class="apple-converted-space"> </span>saludó
a los presentes y se retiró a su cuarto. Se recostó por un momento y luego,
haciendo un último esfuerzo, se levantó de su cama para, con la cortesía
acostumbrada, despedirse de sus amigos ausentes. ‘Bueno Paco’, dijo, ‘bueno
Saer, bueno Hugo, bueno Mario…’. Luego regresó a su cama y unos minutos después
su vida había terminado. Imperceptiblemente cambió de estado; con un último
gesto cordial se despidió de la vida, serenamente, como había vivido, como
siempre quiso que fuera ese pasaje</span></i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">”.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Después de la muerte, claro está,
sobrevino un parcial descubrimiento, las lecturas académicas y el
reconocimiento de cierta crítica literaria dormida, demasiada centrada en la
industria editorial de Buenos Aires y en las novedades que llegan de otras
partes del mundo, de la obra de Juan L. Ortiz. Los nuevos lectores se
enterarían, así, de los vínculos juveniles de Juanele con el anarquismo y el
socialismo, de su viaje a China y a la Unión Soviética en 1957, de su extremada
delgadez (que se contagiaba a todo su ambiente, llegando a diseñar un sillón
para él de la misma constitución), de su adoración por la obra de Claude Debussy
y de sus traducciones de algunos poetas franceses, italianos y chinos. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Para terminar esta semblanza a varias
voces de Juan L. Ortiz, citaré unos versos de su poema ‘Un canto solo’, donde
el poeta observa a una minúscula criatura nocturna y lo interroga, se
interroga, nos interroga a los que lo leemos. A la luz de lo que dejaron
escrito aquellos que lo conocieron, que lo trataron, que compartieron con él
conversaciones, cigarrillos, mates y silencios, no puedo dejar de leer estos
versos como una descripción autobiográfica de aquel hombre de apariencia tan
frágil, llamado a convertirse en uno de los poetas más grandes del siglo veinte:<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Un grillo, sólo, que late el silencio.<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">¿A su voz se fijan<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">los resplandores<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">errátiles<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">de las estrellas<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">que tienden hilos vagos<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">al desvelo<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">de las flores, las hierbas, los follajes ?<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">¿O es una tenue voz aislada<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">junto al arpa que forman esos hilos<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">y que hace cantar la noche<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">con su último canto<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">secreto ?<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">No oigo<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">ya<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">el grillo.<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Vibra un canto<o:p></o:p></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">sutilísimo, profundo,<o:p></o:p></span></i></div>
<br />
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">¿hasta cuándo?</span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="margin-left: 148.85pt; text-align: left;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: x-small;">Publicado en el semanario <b>Brecha</b> el 22/IV/2016.</span></div>
Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-91386547545827197102016-04-29T18:49:00.000-07:002016-04-29T18:50:11.692-07:00El escritor Darío Canton y la saga ‘De la misma llama’<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 16.0pt;">La
vida entera<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Sociólogo
y poeta, Darío Canton (Nueve de Julio, Provincia de Buenos Aires, 1928) se ha
valido de las peripecias de su propia vida, contadas al detalle y con abundante
y variada documentación, para conformar una obra única, una saga que atraviesa
ocho décadas de historia y que abreva en la poesía, la política, los vínculos
familiares, el espacio geográfico y la comunicación entre otros muchos,
muchísimos, temas.<o:p></o:p></span></i></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">En 1972 aparece en Buenos Aires un pequeño
libro publicado por Siglo Veintiuno dentro de su colección ‘Mínima’. Se llama <b>La Mesa</b> y no consigna en ninguna parte
el nombre del autor. Se trata de un extenso poema de más de dos mil seiscientos
versos en los que el poeta le canta a la mesa, a varias mesas, a todas las
mesas. Dividido en dieciocho cantos, el autor repasa los usos posibles y
probados de una mesa, su etimología y sus patologías, su presencia en el
refranero popular, su psicología, la historia de las mesas célebres, las
representaciones artísticas, la filosofía y la mística que rodea a ese mueble
de cuatro patas tan banal y tan necesario.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">El autor de este curioso libro (‘Tratado
poeti-lógico’, reza el subtítulo) se llama Darío Canton, tiene, en 1972,
cuarenta y cuatro años, y además de trabajar como sociólogo, ha publicado algunos libros de poesía. Aquel
volumen de color anaranjado, que abre con un epígrafe del Libro Primero de <b>El Capital </b>y cierra, en la contratapa,
con un aviso de La Especial de Muebles, contiene la clave del trabajo que el
autor comenzará a desarrollar algunos años más tarde en su monumental saga <b>De la misma llama</b> (siete tomos
publicados y uno en preparación), a saber, la precisión en los detalles al
momento de describir un determinado fenómeno, el soporte documental, el humor y
el cuidado manejo del lenguaje. La diferencia: en vez de centrar la atención en
un mueble lo hará en su propia existencia. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Oficio
de poeta<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Paralelamente a su labor poética, sobre
finales de la década del sesenta y la primera mitad de la del setenta, Darío
Canton se consagró, en su condición de sociólogo, al estudio de diversos
fenómenos sociales, como puede rastrearse en los títulos de los libros que
publicó durante el período: <b>El
Parlamento Argentino en épocas de cambio: 1890, 1916 y 1946</b> (1966), <b>Materiales para el estudio de la Sociología
Política en la Argentina</b> (1968, dos tomos), <b>La política de los militares argentinos 1900-1971</b> (1971), <b>Pequeño censo de 1927</b> (1971, en
colaboración con José Luis Moreno), <b>Gardel,
¿a quién le cantás?</b> (1972) y <b>Elecciones
y partidos políticos en la Argentina 1900-1966</b> (1973).<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">El primer libro de poesía de Canton puede
provocar, por su nombre, cierta confusión con su desempeño como sociólogo,
confusión que se diluye al leer los textos incluidos en el breve volumen. <b>La saga del peronismo</b>, publicado por la
editorial Áncora en 1964, fue escrito en Estados Unidos, en la Universidad de
Berkeley, donde el poeta estuvo becado entre 1960 y 1963. En los siete poemas
de <b>La saga…</b>, Canton reconstruye la
historia del movimiento que se constituye en eje central de la historia
política argentina.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Cuatro años pasarían hasta la aparición de
su segundo libro de poesía. <b>Corrupción
de la naranja</b> es una sucesión de poemas que describen, justamente, la
corrupción de tres naranjas durante un lapso de dos meses: cómo las tres frutas
colocadas sobre una mesa van cambiando a medida que pasa el tiempo, alterando
su proporción, su forma y su color, <i>corrompiéndose</i>.
Los sesenta y dos poemas que integran <b>Poamorio</b>,
aparecido en 1969, parecen querer escaparse del volumen, alterando el orden y
la organización a través de las páginas: el poema número 29 aparece en la
propia tapa y recién nos enteramos del autor y del pie de imprenta en las
páginas centrales, desde donde se avanza hacia el poema número 28, impreso en
la contratapa. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">La aparición de <b>La mesa</b> en 1972, representó una suerte de bestseller y, a pesar de
no consignar en ninguna parte del volumen el nombre del autor, posicionó al
poeta Darío Canton en la escena literaria de Buenos Aires, posicionamiento que
no deja de ser, hasta el presente, problemático. El libro es un buen ejemplo
del humor del poeta, una constante que de forma subrepticia, subterránea,
acompañará la imponente saga que empezará a redactar algunos años después. En
la hagiografía de las mesas, por ejemplo, leemos versos como estos: “<i>De la larga / lista de mesas / que incluye
el santoral / -ninguna de ellas afectada / por la depuración / más reciente- / mencionaremos algunas /
para edificación / de nuestros lectores / remitiéndolos / para otros datos / a
las obras / de la bibliografía…</i>”.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">El libro <b>Poemas familiares</b> apareció en 1975, el mismo año que Darío Canton
emprendió el proyecto poético <b>Asemal</b>,
al que me referiré un poco más adelante. En una breve reseña de los <b>Poemas familiares</b> aparecida en <i>La Gaceta de Tucumán</i>, Raúl Gustavo
Aguirre da una clave de la posición que el poeta Canton ocupaba entonces (y
ocupa ahora, agrego) en el mapa de la literatura argentina: “<i>Estamos ante una presencia poética muy
peculiar, muy personal, muy original, a la que, fuera de analogías fáciles, no
encontramos antecedentes en nuestra literatura (tal vez algo, sí, en alguna
parte de la obra del chileno Nicanor Parra)”</i>.<o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">El siguiente libro, aparecido dos años
después, es otro satélite solo posible en la galaxia Canton: <b>Abecedario Médico Canton Vademedicumnemotecnicusabreviatus</b>,
un manual con ochocientas entradas como ‘Calcistín’ ‘Coatín’ y ‘Supresín’,
cargado de humor y en que el autor revela (o a esta altura de su obra arroja
más evidencia) su amplio conocimiento de la lengua. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjuPpUt8PocFuJIeBgIFYSa22E2D8QW0dXZztJb4aL_SSlojCNLLQMBEs-iwiv0CnV6Qn4I6djCc-zvdHGz30S6dhjWG2wpdmujqbTqoOV2duvX_3IZGZafz_po9LZCkRx-O8vEJgcI__4/s1600/22-23-Dar_o-Canton-en-el-bar-La-Paz-de-Buenos-Aires.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjuPpUt8PocFuJIeBgIFYSa22E2D8QW0dXZztJb4aL_SSlojCNLLQMBEs-iwiv0CnV6Qn4I6djCc-zvdHGz30S6dhjWG2wpdmujqbTqoOV2duvX_3IZGZafz_po9LZCkRx-O8vEJgcI__4/s400/22-23-Dar_o-Canton-en-el-bar-La-Paz-de-Buenos-Aires.jpg" width="266" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">La
mesa al revés<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Entre 1975 y 1979, Darío Canton publicó la
revista <i>Asemal</i> (‘La mesa’ al revés),
una de esas empresas notables que atraviesan la larga historia de la literatura
argentina, no exenta de quijotadas a la hora de difundir, con cierta asiduidad,
la producción en versos. Quizás deban pasar varias décadas para que algún
académico entusiasta acometa la labor de estudiar a fondo la historia y el
alcance de <i>Asemal</i>, una particular publicación
de autor que está en la base de la gran obra de Canton, <b>De la misma llama</b>. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">En los hechos, <i>Asemal</i> fue una revista unipersonal, gratuita, que el propio autor
remitió a diferentes corresponsales durante cuatro años. Así, a través del
sistema de correo postal, las creaciones de Canton viajaron a diversos destinos
dentro de Argentina y en otras partes del mundo. Hay que leer la aventura de <i>Asemal</i> (sobre la que Canton volvió en el
año 2000 al publicar <b>La historia de
Asemal y sus lectores</b>, el cuarto tomo de <b>De la misma…</b>) a la luz –o las tinieblas– de los convulsionados
tiempos políticos de Argentina en aquellos años y de un ambiente editorial poco
propicio a la publicación de poesía. En los veinte números de <i>Asemal</i>, Canton desafía y vence los
vericuetos de la trama histórica y las diversas formas de la censura, y
establece un diálogo abierto, epistolar, con una gran cantidad de
corresponsales. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">En <i>Asemal</i>,
el poeta juega, subvierte, crea y explora diversos estilos y formatos, yendo
desde el haiku hasta las formas muertas de algunas vanguardias, creando siempre
algo original y nuevo, presentando a veces varias versiones de un mismo poema.
La creación no se agota en el carácter lúdico, sino que conforma un estilo, una
<i>poética</i> propia, alcanzando momentos
impresionantes, como lo demuestra este <i>FELIS
BER / TOcaba en salones de pueblo / con aspiraciones culturales / bajo los
auspicios / de Sociedades de Fomento / Comités Patrióticos / y similares: /
algunas tablas del escenario / siempre crujían / y nunca encontró su ley / por
más que las miraba / atento / estudiando el camino hasta el piano / antes de
lanzarse a él. / Les tiraba preludios / polonesas / danzas del fuego / algo
apagadas / parelisas / belabartoks si cuadraba / y siempre sentía / también
soñaba / que tocaba en pleno campo / para los animales / reunidos en una gran
platea / vacas, muchas vacas / algunos bueyes / pocos toros / nunca caballos
–no iban a los conciertos / le asombraba– / ovejas, muchas ovejas / que balaban
y balaban. Cuando todo terminaba / salía / saludaba a promotores / trataba de
cobrar / buscaba algún perro / para hacerle una caricia / se iba a comer a la
fonda.<o:p></o:p></i></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">El
cuento del poema<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">La génesis de <b>De la misma llama</b>, esa saga compuesta por unos libros enormes,
bellamente editados, con profusión de material documental, que Darío Canton
comenzó a publicar en el año 2000, hay que ubicarla veinticuatro años atrás, en
1976, en las páginas del número 16 de <i>Hispamérica</i>,
la impresionante revista de poesía que, bajo la dirección de Saúl Sosnowski,
cumplió este año la nada despreciable edad de cuarenta y cinco años. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">“<i>Allí
publiqué una especie de credo poético que ilustré con la descripción de cómo
escribí dos poemas. El tema reaparece –públicamente, diría, porque puertas
adentro había seguido trabajando mucho con él–, en los tres últimos números de
Asemal (<st1:metricconverter productid="18 a" w:st="on">18 a</st1:metricconverter>
20), con los que llamé ‘Cuentos de poemas’. Eran pequeñas narraciones con el
origen, desarrollo y versión final de un texto determinado, junto con el
registro de las vacilaciones, dudas y certezas del autor a lo largo de su
trabajo</i>”, me escribe Darío Canton desde Buenos Aires. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">En 1978, el poeta constató que contaba con
unos setenta “cuentos de poemas”, en los que describía con variedad de detalles
el proceso de creación de cada texto, lo que lo motivó a presentar el proyecto
en la Fundación Guggenheim con el título <i>El
trabajo de escribir poesía: un testimonio personal</i>. La propuesta no fue
aceptada y, en abril de 1979, cuando Canton escribe el “Balance y despedida” de
<i>Asemal</i>, anuncia que se dedicará a
otro proyecto: la escritura de un libro en el que el relato de la escritura de
algunos poemas le permitirá escribir una suerte de biografía intelectual. “<i>Razones económicas y de trabajo sociológico
forzaron una interrupción hasta 1986. Allí, a lo largo de cuatro años de tarea
ininterrumpida, escribí unas mil quinientas páginas tamaño oficio, a máquina, a
un espacio, con los seis volúmenes que alcanzó la obra. También hice acopio de
material fotográfico</i>”, dice Canton. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Sobre finales de 1989, cuando el autor
acometió la tarea de publicar el extenso volumen escrito en los años previos,
diversos avatares de la economía argentina del momento se lo impidieron.
Durante diez años, Canton intentó sin éxito publicar algunos fragmentos del
libro, que tras bambalinas seguía creciendo, ya que el autor no dejó nunca de
acopiar material documental y fotográfico. “<i>En
1999, cansado de dar vueltas, decidí publicarlo por mi cuenta. Apareció en el
año 2000 <b>La historia de Asemal y sus
lectores</b> y con posterioridad, en los años 2004, 2005, 2006, 2008 y 2012,
cinco volúmenes que cubren la redacción original. Habían pasado veintitrés años
para verla impresa</i>”, cuenta. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Vida
de Canton<o:p></o:p></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Los volúmenes que conforman <b>De la misma llama</b> problematizan, por el
tamaño, la cantidad de páginas y la variedad de temas que tratan, el signo
fragmentario de muchos lectores actuales. Contra la brevedad y liviandad de los
libros de estación, la escasez de palabras de Twitter y el caos textual de Facebook,
por ejemplo, los tomos de la obra maestra de Canton parecen llegados de otro
tiempo, construidos con minucioso cuidado en lo formal y dedicándole una
importante cantidad de páginas a temas que, en el caos frenético del presente,
pueden parecer menores o irrelevantes (el detalle de los gastos comunes de un
apartamento en el que vivió el autor, la disposición de los muebles en una
estancia determinada, los pormenores de una operación en los ojos y un amplio
etcétera). Al mismo tiempo, hay en toda la saga un cuidado empleo de diversos
materiales gráficos y documentales: además de una gran cantidad de fotos, con
su correspondiente detalle, pueden hallarse desde la reproducción facsimilar
completa de un <i>Refranero criollo</i> (<b>De la misma llama Tomo V. Malvinas y
después</b>) a un volumen de la colección de Ramón Sopena, ‘Cuentos ilustrados
para niños’, <b>Los monos bailarines</b> (<b>De la misma llama Tomo VI. Nue-Car-Bue. De
hijos y padres</b>), así como copias de facturas, notas manuscritas y una gran
cantidad de dibujos realizados por los hijos del autor en su niñez. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">Los ocho tomos de la saga, que comenzó a
publicarse en el año 2000 y que deberá concluir el año próximo, abarcan la vida
entera de Darío Canton, desde su nacimiento en 1928 hasta el año 2014. En poco
tiempo, saldrá a la luz el tomo final, <b>La
yapa. Segunda parte (2007-2014)</b>, que oficiará de cierre de la obra y que
será el único volumen presentado cronológicamente. Sobre este punto, conviene
realizar una aclaración. En los quince años de edición, los diversos tomos no
fueron apareciendo ordenados, lo que le agrega un nuevo nudo de complejidad a
la saga, al tiempo que parece indicar que el proyecto de contar toda una vida
no debe cumplir, necesariamente, un orden pautado por el calendario. <b>La historia de Asemal y sus lectores</b>,
que reproduce la totalidad de la revista despachada por correo junto a una
variada correspondencia entre el autor y algunos de sus corresponsales, y que
ocupa los años 1975-1978, fue el primer volumen en aparecer, en el año 2000,
aunque cronológicamente se trata del cuarto tomo de la saga. <b>Nue-Car-Bue. De hijo a padre</b>, uno de
los libros más voluminosos del conjunto, que comienza con el nacimiento de
Darío Canton en Nueve de Julio y que abarca la vida del autor desde 1928 a
1960, previo a su ingreso a la Universidad de Berkeley, apareció en el año
2008, ocho años después de iniciada la publicación de la saga, convirtiéndose
en el sexto tomo. <b>Berkeley (1960-1963)</b>,
que cronológicamente debería continuar al tomo antes comentado, había aparecido
cuatro años antes, constituyéndose en el primer volumen de la serie. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">“<i>Los
cortes temporales de la obra tienen que ver con mi vida. La narración empieza
con una estadía en Berkeley (1960–1963), adonde fui becado para estudiar
sociología. Esos años cambiaron mi vida. Fue, para mí, el lugar de mi
“graduación poética” con<span class="apple-converted-space"> </span><b>La saga del peronismo<span class="apple-converted-space"> </span></b>y
muchos poemas incluidos en publicaciones posteriores. Allí terminé mi primer
libro de sociología y escribí artículos que luego aparecieron en revistas
especializadas a mi vuelta a la Argentina. El color azul de la tapa evoca el
cielo de California</i>”, me escribe Canton. El volumen siguiente, <b>Los años en el Di Tella (1963-1971)</b></span><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">, refieren al tiempo en que el autor trabajó como investigador en el
Instituto Torcuato Di Tella, época en la que aparecieron sus primeros libros en
el ámbito de la sociología y también, como referí al principio, sus primeros
poemarios. El tono naranja en la portada refiere al color de las publicaciones
de sociología de la institución, a diferencia de la tonalidad opaca del volumen
siguiente, <b>De plomo y poesía
(1972-1979). </b>“<i>Ese</i></span><i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;"> tomo cubre un período rico en lo personal, con el
nacimiento de dos nuevos hijos, e intelectual, con la publicación de varios
libros y un trabajo sociológico por amor al arte, en medio de un terrorismo de
estado inédito. De ahí el color gris de la tapa</span></i><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">”, dice el autor. <o:p></o:p></span></div>
<br />
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12.0pt;">La vida entera de un escritor puede leerse
como una novela, parece ser la clave central de <b>De la misma llama</b>, certeza aplicable a cualquier existencia, en
realidad. El arte no está solo en saber vivirla sino, y especialmente, en saber
contarla. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="text-align: right;"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12pt;"> Martín Bentancor</span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="text-align: right;"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12pt;"><br /></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b style="text-align: right;"><span style="font-family: "times new roman" , serif; font-size: 12pt;"><br /></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="text-align: right;"><span style="font-family: "times new roman" , serif;"><span style="font-size: x-small;">-Publicado en BRECHA, el 12/XI/2015.</span></span></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: left;">
<br /></div>
Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-25098589598826766512016-03-05T13:08:00.000-08:002016-03-05T13:08:13.985-08:00Un verdadero cantor popular<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Para aquel niño de diez años, que
escuchaba las tempraneras audiciones radiales de los payadores y que se asombraba
con los timbres vocales cuasi extraterrestres de los conjuntos argentinos, oídos
a la noche en ‘Su cita folklórica’, la voz de Alfredo Zitarrosa sonaba
demasiado fría y lejana. Cuando el 17 de enero de 1989, aquel niño de diez años
recorrió el dial de las radios uruguayas en amplitud modulada, fue sorprendido
por la noticia de la muerte del cantor de voz monótona y, sobre todo, por la
gran reacción popular. Informativistas y noteros, apostados en diversos puntos
de Montevideo, en los bares, en las calles, a la puerta del Cementerio Central,
relataban con dolor aquel sentimiento generalizado de pérdida. Un crespón vivo
desgarrando en cada esquina el velo mudo de la muerte; la despedida de un
verdadero cantor popular. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQxWpEq8qRl-HJe1Xqr55KytHK4y-QOfBh_r6fZ5MNizNmNbJL2_UTogZpLmD8mbwNDNYLLZsR-ibhWw2GJY6mD5xYbL5Iet9745vPTdoZYP4PfDfj63qs4E2Zez6TsupByMOBPraKu1o/s1600/foto+zitarrosa+6.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjQxWpEq8qRl-HJe1Xqr55KytHK4y-QOfBh_r6fZ5MNizNmNbJL2_UTogZpLmD8mbwNDNYLLZsR-ibhWw2GJY6mD5xYbL5Iet9745vPTdoZYP4PfDfj63qs4E2Zez6TsupByMOBPraKu1o/s320/foto+zitarrosa+6.jpg" width="220" /></a></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Algunos años después, cuando me sumergí de
lleno en la obra de Zitarrosa, empecé a calibrar cuál era el legado de aquel hombre
vestido de negro, serio y engominado, al que un mundo de gente había sabido
llorar. Y fue al adentrarme en el relato pausado, brutal, de <b>Guitarra negra</b>, en sus imágenes de
violencia y dulzura, en el periplo del hombre-fantasma que atraviesa el lodazal
de la historia reciente, bajándose de un ómnibus con destino al Cerro para
comprobar que la Muerte, al menos por un rato, ha sido vencida, fue entonces,
digo, cuando la obra de Alfredo Zitarrosa caló hondo en mis devaneos de poeta y
en mis pretensiones de músico frustrado. Y fue entonces, también, cuando
comprendí el sentido de aquella despedida a un <i>auténtico </i>cantor popular. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Guitarra
negra</span></b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">
es un relato sobre el paso del tiempo y sobre la ausencia. También es, claro
está, una crónica personal de un Uruguay perdido en los recovecos más oscuros
de la Historia, que Zitarrosa escribió por 1977, en el exilio, lejos del
Montevideo recreado en sus versos, cuando la misma fuerza política que hoy
cierra filas sobre falsos licenciados y apólogos de las armas, había sido
diezmada, convertida en diáspora, manteniendo la lucha desde la distancia y
desde las ideas. Los temas que sustentan esa obra, estructuralmente extraña
dentro del canto popular uruguayo, y la propia interpretación, cargada de
quiebres, de matices, de adjetivos que repercuten como una metralla, acunada
por un coro mínimo que se entrevera con los instrumentos, conforman, en mi modesto entender, el auténtico legado de
Alfredo Zitarrosa a eso que, a falta de términos menos abstractos, puede
definirse como la cultura del país. <o:p></o:p></span></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Para finalizar, permítaseme una reflexión
sobre el <i>Concierto Homenaje 80 años</i>
del próximo jueves 10: que esa noche, en el escenario del Estadio Centenario,
entre los artistas participantes se encuentren Emiliano Brancciari y Maia
Castro y no así Carlos Benavides y Yamandú Palacios, dos de los creadores más
versionados por Zitarrosa, parece ser un verdadero despropósito. A veces, los
homenajes no solo se definen por quienes son convocados sino, y especialmente,
por quienes no son tenidos en cuenta. <o:p></o:p></span></div>
<br />
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;">Martín
Bentancor<o:p></o:p></span></b></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></b></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b><span style="font-family: "Times New Roman",serif; font-size: 12.0pt;"><br /></span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: left;">
<span style="font-family: 'Times New Roman', serif;"><span style="font-size: x-small;">-Publicado en el 'Especial Zitarrosa', de Semanario Brecha, viernes 4 de marzo de 2016.</span></span></div>
Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9158129493499849670.post-54899716286749202742015-09-28T10:31:00.004-07:002015-09-28T10:31:56.063-07:00Cien años de 'Paja brava', de José Alonso y Trelles <div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b><span style="font-size: 16.0pt;">Un bestseller nacional </span><span style="font-size: x-small;">(*)</span></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>Hace exactamente un siglo, vio la luz un pequeño libro escrito por un
gallego radicado en la localidad canaria de El Tala, que se terminaría
convirtiendo en una de las obras literarias más reeditadas de la literatura
uruguaya. <o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i><br /></i></div>
<div align="right" class="MsoNoSpacing" style="text-align: right;">
<b>Martín Bentancor<o:p></o:p></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
Como el polaco Witold
Gombrowicz respecto de Argentina o el alemán Bruno Traven con México, por nombrar solo a
dos escritores que desarrollaron su obra lejos del suelo natal, en una nueva
patria, también José Alonso y Trelles, nacido el 7 de mayo de 1857 en Ribadeo,
provincia de Lugo, muy cerca del Principado de Asturias, se trasladó, vivió,
escribió, fue legislador y murió en otro país, a saber, Uruguay.<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
“<i>Los renglones desiguales (¡cualquier día los llamo yo versos!) que te
brinda este volumen y que leerás o no: porque no sé si se adaptarán a tus
gustos, en mi opinión, y considerados literariamente, no valen nada”.</i> Con
ese tono intimista y franco con el lector, con el que de forma anticipada
parece rebajar a su propia obra, comienza el prólogo a la primera edición de <b>Paja brava</b>, fechado en diciembre de
1915, en Tala. Lo que sigue es una serie de composiciones camperas divididas en
tres partes, ‘De la ramada’, ‘Del fogón’ y ‘De más adentro’, en las que El
Viejo Pancho realiza una doble apropiación: la de diversas formas literarias
asociadas a los cantores repentistas o criollos (décimas, vidalitas, cielitos)
y del lenguaje del hombre de campo, con su redefinición de palabras y de
expresiones que lo lleva, en ocasiones, a alterar la propia grafía. Así, por
ejemplo, leemos en ‘Del natural’:<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>“Quemaba el sol; ardía el espartiyo<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>en la inmensa yanura como yesca.<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>Y él, tendido a lo largo en el apero<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>sestiaba en la glorieta. <o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>Tenía de un láo una boteya e caña<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>recostada a las botas con espuelas<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>y el de apala arroyáo a la cintura<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>como pa que el facón no se le viera…”.<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
La deformación del idioma, que
en su variante culta y coloquial José Alonso y Trelles manejaba a la perfección
(ejemplo de ello es el trabajo que realizara en las publicaciones <i>El Tala Cómico</i> y <i>Momentáneas</i>, fundadas por él mismo en Tala), opera en <b>Paja brava</b> por saturación, al punto de que
la lectura sostenida de los diversos poemas termina conformando un lenguaje
propio, pautado no solo por la grafía sino por una serie de expresiones comunes
de los diversos narradores de los poemas: aquellos enunciados en primera
persona (‘Desencanto’, ‘A lo escuro’, ‘¡Si estos gringos!’) y los que son
referidos por una voz externa (‘Misterio’, ‘Del natural’, ‘¡Como todas!’).<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi5fF-A_xHOUdTMNnCh59o_4NDbasWRT7yXlzlj5k-QQirZ-w1iX-yaywcMlKL0P40dOYUh_cXlBB73wKBgnxpqhg5YV_BsXmNoswPN0OKJQozPDZInM4trbkkZFCcTBq7cX49ibJcrfpc/s1600/Paja-breva.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi5fF-A_xHOUdTMNnCh59o_4NDbasWRT7yXlzlj5k-QQirZ-w1iX-yaywcMlKL0P40dOYUh_cXlBB73wKBgnxpqhg5YV_BsXmNoswPN0OKJQozPDZInM4trbkkZFCcTBq7cX49ibJcrfpc/s400/Paja-breva.jpg" width="272" /></a></div>
<br />
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<b>Los temas<o:p></o:p></b></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
En <b>Paja brava</b>, el hombre de campo (su visión del mundo, sus
preocupaciones, sus virtudes y miserias) está en el centro del relato, abriendo
el juego ante los percances de la vida, que van desde la pobreza material al
desengaño amoroso, pasando por el consuelo que da el alcohol o la irrupción
humorística en las acciones cotidianas. Pese al tono melancólico, misógino y
embrutecido que muchas veces adopta la voz narradora, en el libro hay un cauce
de comicidad que, si bien no es el dominante, aflora de a ratos con mucha
fuerza, como leemos en estos versos de ‘A lo escuro’ (bajo la forma de una
carta amorosa, recurso que luego trabajaría con su particular estilo, Abel
Soria):<o:p></o:p></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>“China, esperáme a las once.<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>A esa hora no nos ve naides<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>porque están negras las noches<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>como sotana de fláire.<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>Dejate de andar zonciando<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>con la vieja y con tu padre,<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>que, últimamente, es al ñudo<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>esconder lo que ellos saben. <o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>¡Mirá quién, china, tu vieja<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>pa no cazarla en el aire;<o:p></o:p></i></div>
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<i>eya, que jué p´al amor<o:p></o:p></i></div>
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<i>como Rivera p´al sable!”<o:p></o:p></i></div>
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<br /></div>
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La mujer es, generalmente,
motivo de pena y de odio para El Viejo Pancho; la que provoca el dolor en el
corazón del gaucho abandonado por su carácter infiel. En ‘¡Como todas!’,
musicalizada por Américo Chiriff y grabada por Carlos Gardel con las guitarras
de Barbieri y Aguilar, al igual que en ‘A lo escuro’, el autor se vale otra vez
de la segunda persona en el destinatario pero trocando el tono cómplice y
jocoso por el liso y llano desprecio: <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<br /></div>
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<i>“¡Óigale a la moza! ¿Yorás porque el gaucho<o:p></o:p></i></div>
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<i>se jué pa los pagos de ande no se güelve,<o:p></o:p></i></div>
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<i>y has quedáo solita como oveja guacha<o:p></o:p></i></div>
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<i>que no tiene un perro que por ella vele?<o:p></o:p></i></div>
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<br /></div>
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<i>No siento tu pena que ha de ser finjida,<o:p></o:p></i></div>
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<i>siento la del triste que se jué pa siempre,<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>si se le hizo cierto que vos lo querías<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>y que en tus pupilas iba el solo a verse…”<o:p></o:p></i></div>
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<br /></div>
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El implacable paso del tiempo,
ese que todo destruye tras de sí, dejando la atadura de los recuerdos con la
que el gaucho viejo evoca un pasado mejor, es otro de los temas centrales que
atraviesa todo <b>Paja brava</b>. En
‘Misterio’ (también grabado por Gardel en 1919), aparece un viejo que es
invitado por los jóvenes a contar sus hazañas de juventud, aunque no salga
indemne de la evocación:<o:p></o:p></div>
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<br /></div>
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<i>“Era memoria linda<o:p></o:p></i></div>
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<i>la memoria del viejo<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>pa contar sucedidos<o:p></o:p></i></div>
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<i>de quién sabe que tiempo.<o:p></o:p></i></div>
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<i>Mientras corría el cimarrón la rueda<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>y se enredaba en el ombú el pampero. <o:p></o:p></i></div>
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<br /></div>
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<i>Pero había que amañarlo<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>p´arrancarlo al silencio<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>si le araba la frente<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>con sus rejas el ceño.<o:p></o:p></i></div>
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<i>Y en el oscuro espejo e las pupilas<o:p></o:p></i></div>
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<i>encendían su luz ciertos recuerdos…”<o:p></o:p></i></div>
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<br /></div>
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Por último, y no menor, hay
que destacar la cercanía siempre presente de la muerte, una fuerza que en <b>Paja brava</b> se presenta por fuera de
cualquier credo o ritual, como un final imposible de evadir y, al mismo tiempo,
necesario. En ‘Mi testamento’ (composición que fuera grabada por el recitador
Rufino Mario García), uno de los puntos más altos del libro, el criollo viejo
del relato deja asentado sobre el papel su forma de recibir a la oscuridad
final:<o:p></o:p></div>
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<br /></div>
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<i>“¡Yo no quiero morir dentro e mi rancho<o:p></o:p></i></div>
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<i>como muere el peludo entre la cueva!<o:p></o:p></i></div>
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<i>Quiero sentir bajo la luz del cielo<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>la caricia e la tierra,<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>que jué siempre pa mi como una madre<o:p></o:p></i></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
<i>y ha e recoger mis huesos cuando muera…”<o:p></o:p></i></div>
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<br /></div>
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<b>La circulación<o:p></o:p></b></div>
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Con más de veinte ediciones, <b>Paja brava</b> se convirtió, desde los años
inmediatos a su publicación hasta bien entrado el siglo XX, en un verdadero
best-seller, con una circulación encausada por una vía paralela a la de otras
obras masivas de la literatura nacional. Si en las décadas del veinte, treinta
o cuarenta del pasado siglo, alguien hubiese recorrido el interior profundo
uruguayo, visitando no solo las pequeñas localidades sino los ranchos perdidos
en el campo, lejanos de las carreteras y rutas nacionales, inquiriendo sobre la
existencia de libros en su interior, es muy probable que en la mayoría de los
casos encontrara un ejemplar de <b>Paja
brava</b>, adquirido de forma casual, de refilón, en alguna pulpería, almacén
de ramos generales, en una estación de trenes o en una feria. Otro libro de
versos criollos, editado veintiún años después de la obra mayor de Alonso y
Trelles, iba a seguir su misma senda, convirtiéndose en un objeto cultural
presente en humildes moradas donde, generalmente, no entraba otro material
impreso. Me refiero a <b>Tacuruses</b>, de
Serafín J. García.<o:p></o:p></div>
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<b>Paja brava</b> y <b>Tacuruses</b>
se ubican así en la cima de un fenómeno que no ha sido lo suficientemente
estudiado dentro de la literatura uruguaya del pasado siglo: la difusión de
innumerable cantidad de libros, escritos (y en ocasiones publicados) por payadores
y poetas camperos, que oficiaban como auténtica carta de presentación de los
autores en espacios culturales como peñas, festivales tradicionalistas, clubes
de bochas, fiestas escolares y un largo etcétera. <o:p></o:p></div>
<div class="MsoNoSpacing" style="text-align: justify;">
Cien años después de su publicación,
<b>Paja brava</b> tiene aún mucho para
decir, aunque siga ajeno a cualquier canon y a la serie de textos de autores
más consagrados, leídos y estudiados, de ese magma difuso, en permanente
expansión, llamado literatura nacional. <o:p></o:p></div>
<br />
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<br /></div>
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<b>(*)</b> - <span style="font-size: x-small;"><i>Publicado en Semanario BRECHA EL 04/IX/2015.</i></span></div>
Martín Bentancorhttp://www.blogger.com/profile/04246740165606325774noreply@blogger.com0