Vista la literatura como una disposición
de artefactos diversos, de los que cada usuario hace uso con las cualidades
técnicas de que dispone y bajo la dinámica propia de cada objeto, a lo largo
del tiempo la novela ha demostrado ser uno de los más maleables y/o manoseables.
En el artefacto novela parece entrar todo y de las formas más diversas,
subordinando el elemento espacial y el elemento temporal al fluir de la trama
o, ante la inexistencia de esta, a la particularidad de la forma, permitiendo
que entre los compartimentos de su estructura se conforme esa cosa llamada
estilo. Año a año salen al mercado miles y miles de novelas que son compradas,
leídas, en ocasiones reseñadas, en ocasiones premiadas, en ocasiones
reeditadas, y en la mayoría de los casos olvidadas. Todo el mundo escribe
novelas o, al menos, arrastra una idea para novelizar alguna vez, cuando
disponga de tiempo, constancia y algo de talento. El artefacto novela, pues,
masificado en la sociedad del consumo, adquiere la operatividad y el
pragmatismo de una lámpara portátil, un frutero o un rulemán; acompaña la
jornada del lector a través de la degustación en fragmentos, es olvidada en
cualquier parte para ser retomada más tarde, envejece en el interior de una
cartera, es camuflada entre otros libros o incluso, en la máxima practicidad de
su cuerpo enlomado, termina oficiando de soporte de otros objetos en la mesa de
luz.
Para contar en una novela la vida de
Herman Melville, el escritor argentino Erich Schierloh (1981) se vale del
collage. En M, recientemente editado
por Eterna Cadencia, que constituye el tercer volumen de una serie llamada El viento en los túneles de la mente, en
la que Schierloh desmonta el mecanismo de la escritura y que se encuentra en
pleno proceso de desarrollo, el collage, lejos de fragmentar el relato lo
unifica en un todo de lectura apasionante. Cartas, ferrotipos, mapas,
manuscritos subrayados y fotos atraviesan el relato lineal de la vida de Herman
Melville, en una cronología que despacha los cuarenta y cuatro años iniciales del
escritor en unas pocas páginas para centrarse, con un despliegue prodigioso de
recursos narrativos, en los veintisiete años finales, desde 1864 a 1891.
La imposibilidad de narrar una vida,
cualquier vida, es un hecho asumido por todo biógrafo que se precie de tal,
porque por más documentos, testimonios y registros que logre acumular sobre el
biografiado, se le escaparán innumerables momentos decisivos, minucias vitales
para el ojo externo que, sin embargo, fueron claves en la existencia que se
recrea. Schierloh, conocedor de esa limitación estructural del género
biografía, enfrenta el desafío con las innumerables armas de la novela,
logrando en las páginas de M presentar
a un Herman Melville más humano, y por ende más cercano, que el que aflora en
las diversas biografías que se le han dedicado.
En la cronología de M están todos los hechos claves de la vida del autor de Moby Dick –los viajes, el matrimonio, el
nacimiento de sus hijos, las publicaciones, el suicidio de su hijo Malcolm en
1867, el trabajo como inspector de Aduanas, la muerte–, pero rodeados de
infinidad de situaciones anodinas (“M visita la villa de Gansevoort”, “M compra
un libro”, “M le escribe una carta a Julian Hawthorne”, “M regresa de sus
últimas vacaciones a su oficina de la calle 76 y East River”), que contribuyen
a dotar de profundidad no solo al protagonista sino a su cotidianidad, logrando
que el neblinoso siglo diecinueve por el que atraviesa Melville sea tan cercano
como nuestro tiempo. Al seguimiento de los pasos del escritor por los lugares
que habita y al desmenuzamiento del vínculo que establece con las personas de
su entorno, Schierloh le agrega otro nivel de aproximación que profundiza aún
más el relato: los manuscritos de algunos poemas y los subrayados de Melville
lector. En esa recurrencia a citar pasajes subrayados –una forma más cercana al
conocimiento del espíritu crítico y el impulso creativo de quien subraya que,
por ejemplo, eventuales exégesis de sus propios textos– M encuentra su peso y su espacio definitivos como novela, pues el
mecanismo de la ficción opera a pleno sobre la materia de los datos reales para
definir nuevos sentidos y adensar el misterio que envuelve a cualquier vida.
Martín
Bentancor
M, de Erich
Schierloh. 160 páginas. Editorial Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2019.
Publicado en La Diaria (26/VII/2019).
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