martes, 30 de septiembre de 2008

Apuntes para una autobiografía (*)



Del escritor Roberto Bolaño mucho se ha escrito. Tras su muerte, en julio de 2003, proliferaron los ensayos, las reseñas, los seminarios, las críticas, las exaltaciones de todo tipo. Kilómetros y más kilómetros de tinta real y virtual, la necesidad imperiosa de convertirlo en la Voz de la literatura latinoamericana y el faro y luz al que se dirigen, y que alumbra, los jóvenes escritores en lengua española. Toda esa magnitud, todo ese intento sostenido, se presenta innecesario ante la contundencia de una voz única. En sus cincuenta años de vida, Bolaño se las ingenió para crear una obra intensa y particularmente coherente; una obra tan personal que los intentos por imitarla suenan, necesariamente, ridículos.

Un capítulo aparte, lo constituyen las ediciones post mortem; una mezcla de rescate del olvido y voracidad económica por presentarle al público una serie de obras inconclusas o que, en vida, Bolaño se hubiera cuidad mucho de publicar. Afortunadamente, dentro de ese movimiento editorial, dirigido por el crítico Ignacio Echeverría y el director de la editorial Anagrama, Jorge Herralde, han surgido algunos aciertos. El primero fue la publicación de la monumental novela 2666, texto que Bolaño estaba a punto de terminar cuando su hígado le falló irremediablemente. Contra la orden expresa del autor de publicar el texto dividido en cinco secciones (cinco libros) para que las regalías pudieran beneficiar a su familia durante los años posteriores a su muerte, Echeverría y Herralde optaron por editar la novela en su integridad, un sólido bloque que supera con creces las mil páginas y se constituye, por el alcance argumental, la estructura y la solidez narrativa, en el mejor texto del escritor chileno.

De esa lista de libros póstumos, uno de los más ambiguos e inquietantes se llama Entre paréntesis, publicado por Anagrama en junio de 2004 y que ya va por su cuarta edición. Entre paréntesis es un libro que Bolaño nunca hubiera publicado; primero, por su carácter fragmentado y heterogéneo en los registros que alcanza(1) y, en segundo término, por que es lo más cercano a una autobiografía, escritura despreciada por el autor. Sobre el género, escribe en un pasaje de Entre...Pocas son las autobiografías realmente memorables. En Latinoamérica, probablemente ninguna. En estos días ha salido el primer tomo de las memorias de García Márquez. Todavía no lo he leído, pero se me ponen los pelos de punta sólo de imaginar lo que allí ha escrito nuestro premio Nóbel. Más aún cuando lo imagino luchando contra su enfermedad, sacando fuerzas de donde ya quedan pocas fuerzas, y sólo para realizar un ejercicio de melancolía y de ombliguismo.”(2)

Roberto Bolaño, que se valió de las peripecias de su propia vida (vagabundo en México, vendedor de bijouterie en la Costa Brava española, guardián de un camping en un balneario de Barcelona, escritor desconocido ganando ignotos concursos literarios provincianos) nunca se había presentado tan expuesto como en Entre paréntesis. El volumen recoge todos los trabajos publicados por Bolaño en la prensa escrita, particularmente en el periódico chileno Las últimas noticias y en el Diari de Girona. Se trata de textos breves, que no pueden ser llamados periodísticos y que están a medio camino entre la reseña y el ensayo. En esa secuencia de textos, Bolaño escribe sobre una infinidad de temas, generalmente de alcance literario pero también sobre viajes, pintura e, inclusive, sobre algunos de sus vecinos en el pequeño pueblo de Blanes. Las sombras tutelares de los poetas Nicanor Parra y Enrique Lihn sobrevuelan su abordaje a la poesía chilena y, en el apartado de gustos literarios, Bolaño escribe desde su admiración por Philip K. Dick hasta el escritor Rodolfo Wilcock, cuya obra La sinagoga de los iconoclastas adelanta, en su estructura superpuesta y su modelo literario, a La literatura nazi en América.

Pese al orden impuesto por Echeverría en la edición, por momentos, Entre paréntesis se vuelve repetitivo y poco sincero. Por ejemplo, sorprende la variedad de elogios que Bolaño le dedica a escritores que publican en Anagrama (casa editorial que, a excepción de La literatura nazi ha publicado toda su obra) o las opiniones encontradas que, en diferentes textos, sostiene sobre un mismo escritor, tal es el caso del argentino César Aira(3). A pesar de esos desmanes, Bolaño no deja de aportar lucidez y una visión privilegiada sobre el complejo fenómeno literario. Su análisis sobre la literatura argentina, exento de academicismos y ajeno a cualquier corriente o teoría, es un auténtico trabajo de cirujano sobre uno de los fenómenos más complejos de la literatura en español. A partir de tres ejes opuestos y excluyentes – Jorge Luis Borges, Roberto Arlt y Osvaldo Lamborghini – Bolaño construye una suerte de constelación poblada de estrellas luminosas y satélites menores(4).

En las paginas que el escritor dedica a hablar de sus lecturas, a narrar las peripecias detectivescas que emplea para hacerse con un determinado volumen y en las sensaciones físicas que el contacto con una obra le merecen (desde el estremecimiento hasta el vómito), aparece un personaje que es, en definitiva, quién marca la cadencia de este libro ambiguo y desconcertante: Roberto Bolaño lector. En entrevistas, conferencias y hasta en alguno de los textos incluidos en Entre paréntesis, el escritor chileno se empeñó en destacar el rol del lector por sobre el de su proveedor, el escritor. En él mismo combatían los dos seres, como una versión sedentaria de la lucha entre Jekyll y Hyde o, como escribiera en un pasaje de 2666: “La lectura es placer y alegría de estar vivo o tristeza de estar vivo y sobre todo es conocimiento y preguntas. La escritura, en cambio, suele ser vacío. En las entrañas de un hombre que escribe no hay nada.”

(1) – El carácter heterogéneo y la variedad de registros, dos marcas de fábrica de la literatura de Bolaño, expuestas magistralmente en las novelas Los detectives salvajes y La literatura nazi en América, no funcionan en Entre paréntesis por dos razones: la ausencia del autor ordenando el material y el origen de los textos que va desde reseñas literarias hasta la lectura de un pregón en el pueblo costero de Blanes.
(2) – Roberto Bolaño. “Autobiografías: Amis y Ellroy”, en Entre Paréntesis (Anagrama, 2004). pp. 205-207
(3) – Cesar Aira pasa de contar con “una prosa que en su deriva neovanguardista y rousseliana (y absolutamente acrítica) la mayor parte de las veces sólo es aburrida” (pg.30) a convertirse en “increible” y “uno de los tres o cuatro mejores escritores de hoy en lengua española” (pg, 137).
(4) – Roberto Bolaño. “Derivas de la pesada”, en Entre paréntesis (Anagrama, 2004). pp 23-30


(*) - Publicado originalmente en La Onda Digital (Nº 409, 30/09/2008)

3 comentarios:

Damián González Bertolino dijo...

Es cierto lo que decís. El rescate que hicieron Echeverría & cía del disco duro de Bolaño a veces presenta cosas peliagudas. Sin embargo, recuerdo que al leer la reciente edición de "El secreto del mal", este verano, me encontré con textos muy disfrutables, como "Derivas de la pesada", que se vuelve a editar, y un relato sobre zombies que me gustó mucho, más allá de lo que tiene de ejercicio.

Martín Bentancor dijo...

Completamente de acuerdo. El tema de las ediciones póstumas es un terreno particularmente espinoso, donde tallan elementos extraliterarios como las leyes del mercado y factores sentimentales y demás. "Derivas de la pesada" es un gran estudio sobre la literatura argentina, sin dudas. Recuerdas aquello que decía Bolaño sobre que "hasta el peor escritor argentino escribe bien"...

Rat dijo...

no todos, efectivamente, vamos hacia ese faro y esa luz.