viernes, 29 de abril de 2016

El escritor Darío Canton y la saga ‘De la misma llama’

La vida entera

Sociólogo y poeta, Darío Canton (Nueve de Julio, Provincia de Buenos Aires, 1928) se ha valido de las peripecias de su propia vida, contadas al detalle y con abundante y variada documentación, para conformar una obra única, una saga que atraviesa ocho décadas de historia y que abreva en la poesía, la política, los vínculos familiares, el espacio geográfico y la comunicación entre otros muchos, muchísimos, temas.


En 1972 aparece en Buenos Aires un pequeño libro publicado por Siglo Veintiuno dentro de su colección ‘Mínima’. Se llama La Mesa y no consigna en ninguna parte el nombre del autor. Se trata de un extenso poema de más de dos mil seiscientos versos en los que el poeta le canta a la mesa, a varias mesas, a todas las mesas. Dividido en dieciocho cantos, el autor repasa los usos posibles y probados de una mesa, su etimología y sus patologías, su presencia en el refranero popular, su psicología, la historia de las mesas célebres, las representaciones artísticas, la filosofía y la mística que rodea a ese mueble de cuatro patas tan banal y tan necesario.
El autor de este curioso libro (‘Tratado poeti-lógico’, reza el subtítulo) se llama Darío Canton, tiene, en 1972, cuarenta y cuatro años, y además de trabajar como sociólogo, ha  publicado algunos libros de poesía. Aquel volumen de color anaranjado, que abre con un epígrafe del Libro Primero de El Capital y cierra, en la contratapa, con un aviso de La Especial de Muebles, contiene la clave del trabajo que el autor comenzará a desarrollar algunos años más tarde en su monumental saga De la misma llama (siete tomos publicados y uno en preparación), a saber, la precisión en los detalles al momento de describir un determinado fenómeno, el soporte documental, el humor y el cuidado manejo del lenguaje. La diferencia: en vez de centrar la atención en un mueble lo hará en su propia existencia.  

Oficio de poeta
Paralelamente a su labor poética, sobre finales de la década del sesenta y la primera mitad de la del setenta, Darío Canton se consagró, en su condición de sociólogo, al estudio de diversos fenómenos sociales, como puede rastrearse en los títulos de los libros que publicó durante el período: El Parlamento Argentino en épocas de cambio: 1890, 1916 y 1946 (1966), Materiales para el estudio de la Sociología Política en la Argentina (1968, dos tomos), La política de los militares argentinos 1900-1971 (1971), Pequeño censo de 1927 (1971, en colaboración con José Luis Moreno), Gardel, ¿a quién le cantás? (1972) y Elecciones y partidos políticos en la Argentina 1900-1966 (1973).
El primer libro de poesía de Canton puede provocar, por su nombre, cierta confusión con su desempeño como sociólogo, confusión que se diluye al leer los textos incluidos en el breve volumen. La saga del peronismo, publicado por la editorial Áncora en 1964, fue escrito en Estados Unidos, en la Universidad de Berkeley, donde el poeta estuvo becado entre 1960 y 1963. En los siete poemas de La saga…, Canton reconstruye la historia del movimiento que se constituye en eje central de la historia política argentina.
Cuatro años pasarían hasta la aparición de su segundo libro de poesía. Corrupción de la naranja es una sucesión de poemas que describen, justamente, la corrupción de tres naranjas durante un lapso de dos meses: cómo las tres frutas colocadas sobre una mesa van cambiando a medida que pasa el tiempo, alterando su proporción, su forma y su color, corrompiéndose. Los sesenta y dos poemas que integran Poamorio, aparecido en 1969, parecen querer escaparse del volumen, alterando el orden y la organización a través de las páginas: el poema número 29 aparece en la propia tapa y recién nos enteramos del autor y del pie de imprenta en las páginas centrales, desde donde se avanza hacia el poema número 28, impreso en la contratapa.
La aparición de La mesa en 1972, representó una suerte de bestseller y, a pesar de no consignar en ninguna parte del volumen el nombre del autor, posicionó al poeta Darío Canton en la escena literaria de Buenos Aires, posicionamiento que no deja de ser, hasta el presente, problemático. El libro es un buen ejemplo del humor del poeta, una constante que de forma subrepticia, subterránea, acompañará la imponente saga que empezará a redactar algunos años después. En la hagiografía de las mesas, por ejemplo, leemos versos como estos: “De la larga / lista de mesas / que incluye el santoral / -ninguna de ellas afectada / por la depuración  / más reciente- / mencionaremos algunas / para edificación / de nuestros lectores / remitiéndolos / para otros datos / a las obras / de la bibliografía…”.
El libro Poemas familiares apareció en 1975, el mismo año que Darío Canton emprendió el proyecto poético Asemal, al que me referiré un poco más adelante. En una breve reseña de los Poemas familiares aparecida en La Gaceta de Tucumán, Raúl Gustavo Aguirre da una clave de la posición que el poeta Canton ocupaba entonces (y ocupa ahora, agrego) en el mapa de la literatura argentina: “Estamos ante una presencia poética muy peculiar, muy personal, muy original, a la que, fuera de analogías fáciles, no encontramos antecedentes en nuestra literatura (tal vez algo, sí, en alguna parte de la obra del chileno Nicanor Parra)”.
El siguiente libro, aparecido dos años después, es otro satélite solo posible en la galaxia Canton: Abecedario Médico Canton Vademedicumnemotecnicusabreviatus, un manual con ochocientas entradas como ‘Calcistín’ ‘Coatín’ y ‘Supresín’, cargado de humor y en que el autor revela (o a esta altura de su obra arroja más evidencia) su amplio conocimiento de la lengua.





La mesa al revés
Entre 1975 y 1979, Darío Canton publicó la revista Asemal (‘La mesa’ al revés), una de esas empresas notables que atraviesan la larga historia de la literatura argentina, no exenta de quijotadas a la hora de difundir, con cierta asiduidad, la producción en versos. Quizás deban pasar varias décadas para que algún académico entusiasta acometa la labor de estudiar a fondo la historia y el alcance de Asemal, una particular publicación de autor que está en la base de la gran obra de Canton, De la misma llama.
En los hechos, Asemal fue una revista unipersonal, gratuita, que el propio autor remitió a diferentes corresponsales durante cuatro años. Así, a través del sistema de correo postal, las creaciones de Canton viajaron a diversos destinos dentro de Argentina y en otras partes del mundo. Hay que leer la aventura de Asemal (sobre la que Canton volvió en el año 2000 al publicar La historia de Asemal y sus lectores, el cuarto tomo de De la misma…) a la luz –o las tinieblas– de los convulsionados tiempos políticos de Argentina en aquellos años y de un ambiente editorial poco propicio a la publicación de poesía. En los veinte números de Asemal, Canton desafía y vence los vericuetos de la trama histórica y las diversas formas de la censura, y establece un diálogo abierto, epistolar, con una gran cantidad de corresponsales.
En Asemal, el poeta juega, subvierte, crea y explora diversos estilos y formatos, yendo desde el haiku hasta las formas muertas de algunas vanguardias, creando siempre algo original y nuevo, presentando a veces varias versiones de un mismo poema. La creación no se agota en el carácter lúdico, sino que conforma un estilo, una poética propia, alcanzando momentos impresionantes, como lo demuestra este FELIS BER / TOcaba en salones de pueblo / con aspiraciones culturales / bajo los auspicios / de Sociedades de Fomento / Comités Patrióticos / y similares: / algunas tablas del escenario / siempre crujían / y nunca encontró su ley / por más que las miraba / atento / estudiando el camino hasta el piano / antes de lanzarse a él. / Les tiraba preludios / polonesas / danzas del fuego / algo apagadas / parelisas / belabartoks si cuadraba / y siempre sentía / también soñaba / que tocaba en pleno campo / para los animales / reunidos en una gran platea / vacas, muchas vacas / algunos bueyes / pocos toros / nunca caballos –no iban a los conciertos / le asombraba– / ovejas, muchas ovejas / que balaban y balaban. Cuando todo terminaba / salía / saludaba a promotores / trataba de cobrar / buscaba algún perro / para hacerle una caricia / se iba a comer a la fonda.

El cuento del poema
La génesis de De la misma llama, esa saga compuesta por unos libros enormes, bellamente editados, con profusión de material documental, que Darío Canton comenzó a publicar en el año 2000, hay que ubicarla veinticuatro años atrás, en 1976, en las páginas del número 16 de Hispamérica, la impresionante revista de poesía que, bajo la dirección de Saúl Sosnowski, cumplió este año la nada despreciable edad de cuarenta y cinco años.
Allí publiqué una especie de credo poético que ilustré con la descripción de cómo escribí dos poemas. El tema reaparece –públicamente, diría, porque puertas adentro había seguido trabajando mucho con él–, en los tres últimos números de Asemal (18 a 20), con los que llamé ‘Cuentos de poemas’. Eran pequeñas narraciones con el origen, desarrollo y versión final de un texto determinado, junto con el registro de las vacilaciones, dudas y certezas del autor a lo largo de su trabajo”, me escribe Darío Canton desde Buenos Aires.
En 1978, el poeta constató que contaba con unos setenta “cuentos de poemas”, en los que describía con variedad de detalles el proceso de creación de cada texto, lo que lo motivó a presentar el proyecto en la Fundación Guggenheim con el título El trabajo de escribir poesía: un testimonio personal. La propuesta no fue aceptada y, en abril de 1979, cuando Canton escribe el “Balance y despedida” de Asemal, anuncia que se dedicará a otro proyecto: la escritura de un libro en el que el relato de la escritura de algunos poemas le permitirá escribir una suerte de biografía intelectual. “Razones económicas y de trabajo sociológico forzaron una interrupción hasta 1986. Allí, a lo largo de cuatro años de tarea ininterrumpida, escribí unas mil quinientas páginas tamaño oficio, a máquina, a un espacio, con los seis volúmenes que alcanzó la obra. También hice acopio de material fotográfico”, dice Canton.
Sobre finales de 1989, cuando el autor acometió la tarea de publicar el extenso volumen escrito en los años previos, diversos avatares de la economía argentina del momento se lo impidieron. Durante diez años, Canton intentó sin éxito publicar algunos fragmentos del libro, que tras bambalinas seguía creciendo, ya que el autor no dejó nunca de acopiar material documental y fotográfico. “En 1999, cansado de dar vueltas, decidí publicarlo por mi cuenta. Apareció en el año 2000 La historia de Asemal y sus lectores y con posterioridad, en los años 2004, 2005, 2006, 2008 y 2012, cinco volúmenes que cubren la redacción original. Habían pasado veintitrés años para verla impresa”, cuenta.

Vida de Canton
Los volúmenes que conforman De la misma llama problematizan, por el tamaño, la cantidad de páginas y la variedad de temas que tratan, el signo fragmentario de muchos lectores actuales. Contra la brevedad y liviandad de los libros de estación, la escasez de palabras de Twitter y el caos textual de Facebook, por ejemplo, los tomos de la obra maestra de Canton parecen llegados de otro tiempo, construidos con minucioso cuidado en lo formal y dedicándole una importante cantidad de páginas a temas que, en el caos frenético del presente, pueden parecer menores o irrelevantes (el detalle de los gastos comunes de un apartamento en el que vivió el autor, la disposición de los muebles en una estancia determinada, los pormenores de una operación en los ojos y un amplio etcétera). Al mismo tiempo, hay en toda la saga un cuidado empleo de diversos materiales gráficos y documentales: además de una gran cantidad de fotos, con su correspondiente detalle, pueden hallarse desde la reproducción facsimilar completa de un Refranero criollo (De la misma llama Tomo V. Malvinas y después) a un volumen de la colección de Ramón Sopena, ‘Cuentos ilustrados para niños’, Los monos bailarines (De la misma llama Tomo VI. Nue-Car-Bue. De hijos y padres), así como copias de facturas, notas manuscritas y una gran cantidad de dibujos realizados por los hijos del autor en su niñez.
Los ocho tomos de la saga, que comenzó a publicarse en el año 2000 y que deberá concluir el año próximo, abarcan la vida entera de Darío Canton, desde su nacimiento en 1928 hasta el año 2014. En poco tiempo, saldrá a la luz el tomo final, La yapa. Segunda parte (2007-2014), que oficiará de cierre de la obra y que será el único volumen presentado cronológicamente. Sobre este punto, conviene realizar una aclaración. En los quince años de edición, los diversos tomos no fueron apareciendo ordenados, lo que le agrega un nuevo nudo de complejidad a la saga, al tiempo que parece indicar que el proyecto de contar toda una vida no debe cumplir, necesariamente, un orden pautado por el calendario. La historia de Asemal y sus lectores, que reproduce la totalidad de la revista despachada por correo junto a una variada correspondencia entre el autor y algunos de sus corresponsales, y que ocupa los años 1975-1978, fue el primer volumen en aparecer, en el año 2000, aunque cronológicamente se trata del cuarto tomo de la saga. Nue-Car-Bue. De hijo a padre, uno de los libros más voluminosos del conjunto, que comienza con el nacimiento de Darío Canton en Nueve de Julio y que abarca la vida del autor desde 1928 a 1960, previo a su ingreso a la Universidad de Berkeley, apareció en el año 2008, ocho años después de iniciada la publicación de la saga, convirtiéndose en el sexto tomo. Berkeley (1960-1963), que cronológicamente debería continuar al tomo antes comentado, había aparecido cuatro años antes, constituyéndose en el primer volumen de la serie.
Los cortes temporales de la obra tienen que ver con mi vida. La narración empieza con una estadía en Berkeley (1960–1963), adonde fui becado para estudiar sociología. Esos años cambiaron mi vida. Fue, para mí, el lugar de mi “graduación poética” con La saga del peronismo y muchos poemas incluidos en publicaciones posteriores. Allí terminé mi primer libro de sociología y escribí artículos que luego aparecieron en revistas especializadas a mi vuelta a la Argentina. El color azul de la tapa evoca el cielo de California”, me escribe Canton. El volumen siguiente, Los años en el Di Tella (1963-1971), refieren al tiempo en que el autor trabajó como investigador en el Instituto Torcuato Di Tella, época en la que aparecieron sus primeros libros en el ámbito de la sociología y también, como referí al principio, sus primeros poemarios. El tono naranja en la portada refiere al color de las publicaciones de sociología de la institución, a diferencia de la tonalidad opaca del volumen siguiente, De plomo y poesía (1972-1979). Ese tomo cubre un período rico en lo personal, con el nacimiento de dos nuevos hijos, e intelectual, con la publicación de varios libros y un trabajo sociológico por amor al arte, en medio de un terrorismo de estado inédito. De ahí el color gris de la tapa”, dice el autor.

La vida entera de un escritor puede leerse como una novela, parece ser la clave central de De la misma llama, certeza aplicable a cualquier existencia, en realidad. El arte no está solo en saber vivirla sino, y especialmente, en saber contarla. 
                                                                                                                                        Martín Bentancor


-Publicado en BRECHA, el 12/XI/2015.