martes, 29 de octubre de 2013

Teníamos a nuestro propio Corsini y no nos habíamos dado cuenta

Nueve tracks integran el disco Declaración conjunta, obra del músico, poeta y docente trashumante, nacido treinta y cinco años atrás, en el Chuy y que exhibe en sus creaciones, como el más lúcido pasaporte, rasgos culturales de los lugares por los que ha pasado y vivido pero sin la facilidad del pintoresquismo ni el gesto marmóreo de los homenajes.
En Declaración conjunta conviven el blues con el arte juglar, la balada con el canto gutural, los payadores con cierta veta de la poesía francesa del siglo XIX, Góngora con el tango. Convivencia no es cambalache ni variedad de estilos es saturación; tal es la regla no escrita que esgrime Palacio Gamboa en este disco. Eso y la reencarnación vocal de Ignacio Corsini.
Salvando la distancia temporal, la repercusión en los medios y la propia mediación de la poesía –funcional en Corsini, germinal en Palacio Gamboa–, hay mucho del argentino en la actitud del uruguayo, algo que se evidencia más allá de algunos registros vocales que el bardo del siglo XXI reproduce del cantor del siglo pasado.

Más allá de las palabras, la balada con la que abre el disco, haría derretir a la más fiel de las seguidoras de Ricardito Arjona si la fémina en cuestión abriera su corazón, claro está, a las guitarras azules y las canciones de Caetano, comprendiendo además que Sansueña es una tierra mítica de la memoria y el viaje y no una marca de veladores o sahumerios o saltos de cama.
En Canción de la paloma herida, Palacio Gamboa se convierte en un hacedor de letanías, una especie de misionero enamorado y brutal con un único objetivo: hacerse con la mujer amada. No sé por qué –tal vez por asociación, tal vez por ignorancia– al escuchar esta canción, recordé El promesante de Atahualpa Yupanqui, cantor con el que nuestro juglar tiene más de un punto en común.
Epitafio desmesurado a un poeta es una colaboración entre el bardo Miguel Hernández y Palacio Gamboa. El tema, nos informan, lo compusieron en la Barra del Chuy, un tórrido verano de 1941, cuando las primeras señales de tifus se cernían sobre el poeta de Orihuela. No sé si esto es verdad, más bien creo que no… pero lo cierto es que en Palacio Gamboa, los versos de Hernández adquieren una desoladora cercanía. Y si no, escuchen como el yorugua canta/grita “No se si en su hirviente frente, etc…”.
¿Qué decir del Monólogo segundo de Segismundo? Que arranca como un Dylan folk de frontera. Que los arreglos de las décimas, casi con gestos de cifra, son perfectos. Que si este mundo delirante tuviera algún sentido de la justicia, sería un hit radial que haría que Palacio Gamboa se llenara de guita, se vendiera al sistema y lo explotara desde dentro. Allí está Corsini, además. ¡Escuchen, escuchen!
Otra décima: Milonga del amor impar. Solo diré algo: alguien que arranca la canción con este díptico, tiene mi veneración: “Aunque se muestre fierita / y lunfardee a lo Rivero…”. El tipo es crá. Me dicen que el tal Rivero fue un destacado cantor de tangos, de prominente nariz.

Y siguiendo con el hatajo de segundones a los que Palacio Gamboa recurre para confeccionar estas gemas sonoras, Límites fue escrita por el baladista Jorge Luis Borges. Personalmente, es la canción que menos me gusta porque, creo, es en la que menos arriesga el bardo oriental. ¿Qué quisiste hacer, Palacio Gamboa? ¿Es una fucking joke? Además, es muy larga y, lo que es más terrible, suena a… Nito Mestre!!!
Pero por fortuna, en séptimo lugar, ya en la recta final, el trovador nos hace olvidar el mal trago con esa joya sublime que es Amigo Baudelaire. Miren esto: “Amigo Baudelaire, / recuerda que no hay un bar / donde el abismo se amonede / por un poco de clonazepam”. En esta canción se conjugan todos los vicios, las pasiones y los fantasmas de Palacio Gamboa aunque, claro está, para verlas y aprehenderlas, hay que leer y escuchar entre líneas o entre acordes. Verdadero punto alto de Declaración conjunta.
A mi estatua de barro, penúltima canción, es una sonorización de unos versos de Hugo Emilio Pedemonte que Palacio Gamboa canta. Solo diré esto, parafraseando a Bobby Dylan en Soñé que vi a San Agustín: “I put my fingers against the glass / and bowed my head and cried”. ¿La cazaste?
Y ahora, unas palabras sobre el apoteótico final del discazo del bardo melenudo: Gatamanga. En esta canción sutil y perfecta, como cualquiera de las que compuso Nick Drake, Palacio Gamboa habla del paso del tiempo y de los rituales cotidianos, de la intimidad y el olvido y también acerca del difícil arte de conocerse. 

lunes, 21 de octubre de 2013

Cuarta escala de YA TE CONTÉ



CUARTA ESCALA 2013

VIERNES 25 DE OCTUBRE
Centro Cultural de España | Rincón 629
Montevideo, Uruguay


18 hs.
Feria del libro callejera. Editoriales uruguayas y argentinas


19 hs.
Garo Arakelian toca temas de su disco Un mundo sin gloria


19:30 hs.
Leen:
Lucía Puenzo (Arg.), Ignacio Alcuri (Uru.) y Fernanda García Lao (Arg.)


20 hs.
No te olvides del pago
Videoconferencia con escritores que viven en el exterior.

Lalo Barrubia (Uru.)

Modera: Alicia Torres (Uru.)


20:45 hs.
El escritor comido
Alejandro Ferreiro (Uru.) entrevista a Sergio Bizzio (Arg.)


21:30 hs.
Me río de la plata
Mesa redonda: El humor en nuestra literatura


Modera: Martín Bentancor (Uru.)


22:15 hs.