Contundente. Avasallante.
Imparable. Demoledor. Parece que los adjetivos no alcanzan o no sirven en su
extensión para definir el impresionante concierto ofrecido por la banda Yo La
Tengo en la fría noche montevideana del pasado jueves 29 de mayo en La Trastienda.
Ante un público numeroso y
fiel, que logró que volvieran tres veces al escenario luego de culminado el
set, la banda originaria de Hoboken, integrada por el matrimonio de Ira Kaplan
y Georgia Hubley y por James McNew, demostró con creces porqué está considerada
como una de las mejores bandas de la escena alternativa, ocupando un sitial de
honor ante la crítica y cosechando seguidores en todas partes del mundo.
Luego del sorpresivo y breve
concierto (este cronista confiesa que sus expectativas eran nulas) de los
teloneros locales, Carmen Sandiego, quienes interpretaron cuatro temas bastante
personales y alejados del discurso simplón que campea en el rock local, sin
mayores artilugios ni presentaciones, Yo La Tengo apareció en el escenario.
La casi veintena de canciones
que desgranaron de forma ininterrumpida, exceptuando unas escasas palabras de
Ira Kaplan en inglés (básicamente agradecimientos y saludos al público),
conformaron un interesante arco entre el último disco de la banda –Fade, editado el año pasado– y el
imprescindible Fakebok, que vio la
luz en el ya lejano 1990.
Sobre el escenario, Ira
Kaplan, Georgia Hubley y James McNew dieron muestras sobradas de su ya
proverbial virtuosismo, intercambiando instrumentos de forma permanente, de una
canción a otra y haciendo desfilar entre sus manos varios ejemplares de
guitarras y de bajos.
Los permanentes cambios de
climas, lejos de conspirar contra la unidad de todo el espectáculo, fueron
oficiando de disparadores entre las canciones, de tal forma que luego, por
ejemplo, de que Georgia Hubley cantara la intimista ‘Tears Are In Your Eyes’ (del
ecléctico disco del año 2000 And Then
Nothing Turned Itself Inside-Out), su esposo emprendió sin pausa un in
crescendo de acoples y acordes distorsionados. En ese sentido, el punto más
alto de la distorsión hecha canción llegó sobre el final del show, al encarar
su particular versión del tema ‘Little Honda’, una de las tantas gemas escritas
por Brian Wilson para The Beach Boys, grupo con el que Yo La Tengo dialoga
permanentemente y del que se constituye en una suerte de hijo pródigo e
inquieto. En la larga versión de ‘Little Honda’ interpretada el pasado jueves,
Ira Kaplan y James McNew comenzaron a “intimar” con sus instrumentos a medida
que el sonido iba en aumento, generando un auténtico colchón sonoro que tapaba
voces, acordes y gritos del público y que desencadenó en que Kaplan acercara la
guitarra a los asistentes de la primera fila para que hicieran su aporte a la
distorsión general.
Uno de los mejores momentos
del concierto, a juicio de quien esto firma, lo conformó la interpretación de
James McNew de ‘Stockholm Syndrome’ (de otra obra imperdible de la banda como
es el disco I Can Hear the Heart Beating
as One de 1997). Allí, en esa melodía perfecta, la voz del bajista (y
poliintrumentista) abrió una brecha entre las canciones interpretadas por las
dos voces del matrimonio, con un particular registro, para cantar versos como “Another season, / but the same old feelings.
/ Another reason could be. / I'm tired of aching, / summer's what you make it.
/ But I'll believe what I want to believe…”.
Cuando el show comenzaba a
acercarse al final, varios de los asistentes reforzaron la insistencia en el
pedido de algunas canciones “emblema” de la banda, como es el caso de su
versión de ‘Speeding Motorcycle’ de Daniel Johnston, título que en español y en
inglés (en ocasiones bastante mal pronunciado) cruzó de este a oeste y de norte
a sur, varias veces, el cálido aire de la sala de La Trastienda. (Este cronista
admite que quedó con ganas de escuchar en voz de Kaplan a la hermosísima ‘Can't
Forget’, canción que abre el Fakebook,
pero reconoce también que se queja de lleno porque salió del concierto con el
universo de Yo La Tengo aprehendido en su cabeza).
Como se dijo antes, los
aplausos interminables, los alaridos y algunos quejidos del público lograron
que la banda volviera tres veces al escenario, luego de cerrar el concierto. En
todos los casos, con la misma naturalidad del primer acorde, sorprendieron con
los bises, instancia en la que llegó otro de los grandes momentos de la noche:
Georgia Hubley y su versión de ‘Yellow Sarong’, una perdida canción de los
también perdidos The Scene is Now y que, para variar, también integra el puñado
de gemas que conforman Fakebook.
Y después el final: la banda
baja definitivamente del escenario, las luces se encienden, el público busca
las salidas y la deprimente Montevideo nocturna, pese a sus inmundos
contenedores desbordados, su tráfico ruidoso y su ominosa chatura, ya no parece
tan ruin. La magia de las canciones de Yo La Tengo ha obrado un pequeño (pero
poderoso) milagro.
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